En el cuarto domingo de Adviento nuestros ojos miran a María, ya que se aproxima el momento en que dará a luz al Hijo de Dios. Por eso al lado de la corona se debe colocar una imagen de la Virgen con una vela encendida (que no sea ninguna de las velas de la corona).

Un monitor o guía de la ceremonia hará la lectura del Evangelio y dirige las oraciones.

Al iniciar la ceremonia, todos hacen la señal de la cruz.

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Monitor: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial: “Señor Jesús, hoy la liturgia nos invita a mirar a María embarazada, que te ha llevado en su seno durante nueve meses y que pronto te dará a luz. Ayúdanos a vivir con fe este misterio llamado “Encarnación”. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén”.

Oración frente a la corona: (algún integrante de la familia enciende las cuatro velas de la corona tomando luz de la vela que está delante de la Virgen). “Al encender estas cuatro velas, en el último domingo de Adviento, pensamos en ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre. Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor. Nadie te recibió con más alegría. Te sembraste en ella como el grano de trigo se siembra en el surco. En sus brazos encontraste la cuna más hermosa. También nosotros queremos prepararnos así: en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día. ¡Ven pronto, Señor. Ven a salvarnos!”

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Monitor: Lectura del Evangelio: Lucas 1:39-45.

Por esos días, María partió apresuradamente a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró a la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en voz alta: "Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa por haber creído que se cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor!".

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Guía: Palabra de Dios

Todos: Te alabamos, Señor

Reflexión: Así como Isabel se conmovió por la visita de María, quien ya llevaba en su seno al Señor, nuestros corazones y también nuestro hogar se abren para que el Salvador pueda entrar en nuestra vida personal y familiar.

Se puede cantar un villancico.

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Rezamos juntos un Padrenuestro y un Avemaría.

Oración final: “Querida Madre de Dios, te pedimos que nos hagas sentir aquella misma alegría y gozo que sentiste al dar la vida humana a Jesús. Te agradecemos por la presencia de Dios en nuestra familia y ayúdanos a llevar esta felicidad a todas las personas que más sufren. Amén”.

Al final de los cuatro domingos de Adviento, ya todos nos mantenemos a la espera del nacimiento de Jesús en el portal de Belén la noche del 24 de diciembre. (I)