Aunque en la actualidad estamos viviendo un espacio de aparente tranquilidad, los efectos de la pandemia en nuestro equilibrio emocional todavía marcan nuestro diario vivir. Seguimos viviendo con la guardia alta, inhibiéndonos de socializar abiertamente o de asistir a eventos multitudinarios; cada salida que debemos realizar la calificamos rigurosamente antes de llevarla a cabo, tomando todas las precauciones que aprendimos durante este año y medio de crisis.

Nuestro sistema nervioso todavía está en alerta; cada noticia que recibimos, no importa su naturaleza o intensidad, nos afecta como si nos involucrara a todos, tal vez como un flashback de aquel tiempo en que todas las noticias se referían precisamente a nosotros y a todo lo que estábamos indefensamente expuestos.

Entonces sufrimos un grave desgaste emocional. Esta fragilidad psicológica, que nos hace más susceptibles al estrés de la vida ordinaria, nos resta energía y claridad mental para hacerle frente y resolver los temas cotidianos, nos inclina más hacia la ansiedad y la depresión, y nos hace retroceder cuando lo que necesitamos es avanzar para recobrar nuestra estabilidad.

Todos hemos perdido algo importante o a alguien importante, son hechos con los que debemos vivir de cara al futuro. Tenemos que desprendernos de la parte dolorosa o negativa del pasado utilizando todos los recursos que podamos aprender para recuperarnos del desgaste psicológico sufrido.

Para fortalecer nuestra emocionalidad podemos poner a funcionar una serie de técnicas diseñadas para desconectar nuestra mente de la fuente estresante y comenzar a restaurar nuestra energía psíquica.

  • La respiración lenta, profunda y pausada por algunos minutos, realizada varias veces al día, oxigena todo el organismo y nos permite pensar con más claridad.
  • Caminar o hacer ejercicios sencillos pone a funcionar y tonifica todos nuestros músculos (mente sana en cuerpo sano).
  • Oír música alegre distrae mucho, lo mismo que leer un buen libro.
  • Muchas veces ayuda el escribir lo que estamos sintiendo y descubrir cuáles son los “disparadores” de nuestras emociones perjudiciales; luego podremos cambiar estos pensamientos negativos por conductas optimistas.

Reforzando nuestras actitudes favorables, acentuando cada evento o recuerdo positivo, iremos sintiéndonos más capaces de enfrentar nuestros grandes temores. En algunos casos necesitaremos apoyo profesional especializado. Nos puede tomar tiempo, pero actuando resueltamente y demostrando resiliencia prevaleceremos ante la adversidad. (O)