Casarse es, sin duda, la más grande inversión que haremos en nuestra vida. Dada la magnitud de la influencia que dicha decisión tendrá sobre nuestro futuro y el de nuestros hijos, llama la atención el poco cuidado que muchas parejas le dan al tema, dando por descontado que el matrimonio se cuidará y mantendrá a sí mismo. El éxito en el matrimonio no necesita de grandes esfuerzos, pero sí atención mutua a determinados sentimientos, actitudes y comportamientos que se deben mantener y estimular para reforzar la base de la relación.

El amor, por supuesto, está a la cabeza, y todo lo demás se deriva de este sentimiento central. Pero también se necesita sentir compromiso con la pareja, hacer del bienestar de ella su prioridad. Debe haber mutuo respeto, que es la señal de la confianza y el apoyo del uno para el otro, incluso frente a las diferencias nacidas de sus distintos orígenes y formas de haber sido criados. El amor, la inteligencia y el sentido común dictarán el camino a seguirse cuando existan discrepancias.

Es muy probable que en algún momento los desacuerdos rebasen el umbral de la tolerancia (que debe ser bien alto para ambos) y se produzca una discusión o pelea. Si se miden bien las palabras (sin usar términos ofensivos ni atacar las áreas vulnerables de la contraparte), y si ambos se proponen entender el punto de vista del otro, el resultado puede ser beneficioso para la relación, ya que se evitará la acumulación de frustraciones.

La comunicación es un punto de apoyo muy importante; el diálogo continuo es una de las maneras más sencillas y eficaces para mantener fluida la vida diaria y no guardar secretos o temas que resolver. Dentro de la comunicación está la intimidad, el permitir que su pareja conozca cómo es el interior profundo de su mente, de su alma, sentirse lo más cercano a su yo, incluyendo sus vulnerabilidades. Esta es la definición de cercanía íntima; el sexo, de primera importancia en la relación, es una manifestación de la intimidad, pero no su equivalente. La cercanía íntima finalmente hará que dos personas distintas se transformen en una sola entidad, superior a la suma de las partes. (O)