¿Qué hace de estos tiempos completamente distintos a los previos que ha vivido la humanidad?, ciertamente el avance arrollador, simultáneo, permanente y sostenido de nuevos conceptos, productos, realidades, oportunidades y amenazas. ¡Todo al mismo tiempo! -como si se tratara de un chaulafán-.

Tengo cincuenta y cinco años, puedo decir que he experimentado grandes avances tecnológicos, por ejemplo, cuando en 1989 fundé la primera intermediaria de exportaciones del país hacía mis contactos con cartas escritas en máquina de escribir, enviadas por correo con estampillas. (¡!)

En otras palabras, hace apenas treinta años hacía negocios -o pretendía hacerlos- como lo hacían los fenicios, egipcios o griegos; a pesar de contar con máquina de escribir semiautomática, el medio de comunicación no había avanzado mucho, aun con teléfono y télex -que se basaba en clave Morse-.

Ecuador en ese entonces tenía líneas de cobre, su tecnología databa de principios del siglo XIX; cuando se transformó el cableado a fibra y se pasó de pulso a tono, hubo toda una revolución porque con líneas de tono podíamos conectarnos a internet a través de dial-up. ¡Y ese sería el inicio del cambio de todo!

Sea como fuere, en ese entonces, apenas hace 25 años, todo iba paso a paso, uno a la vez.

Cuando llegaron los teléfonos celulares nadie vio su real dimensión sino hasta que los equipos se volvieron digitales.

Para ese entonces, casi simultáneamente se funda una empresa en California llamada Google, cuyo aporte más relevante fue organizar la web por medio de su algoritmo Page Rank, este policía virtual redefine todo y crea toda una ciencia para hacer negocios digitales que puso al mundo de cabeza.

Y esto no para...

La explosión de los smartphones allá por 2008 le da el poder al consumidor, poder que siempre estuvo buscando.

De más está decir que Facebook, Netflix, Spotify, Uber, Airbnb, Amazon, YouTube y muchos más escribieron la partida de nacimiento de una cantidad increíble de oportunidades que infortunadamente en Ecuador solo las miramos pasar.

La gerencia tradicional ha visto cómo pasan las cosas, no le ha interesado involucrarse ni aprender.

La reticencia para aprender no solo frena sus oportunidades de mantenerse sino también de prosperar, e inclusive liderar, pero qué va, se considera que lo que es tecnología debe ser manejado por quinceañeros que presumen de la cantidad de hamburguesas que ingieren sin tomar agua. ¡Nada más alejado de la realidad!

El avance frenético de la tecnología y de sus aplicaciones ha cambiado las reglas del juego y las cambiará más, literalmente avanza mucho más rápido de nuestra capacidad para asimilarlas, esto quiere decir que debemos convertirnos en liebres para administrar nuestros negocios y, además, para mantenernos al día.

La famosa transformación digital es una quimera, como la historia del Santo Grial y los Caballeros Teutones, no por su romanticismo sino por ser inalcanzable por parte de empresas que rehúsan dar un paso al frente.

Gran parte de la crisis que vive el país se debe a que no sale del modelo analógico de negocios, y aunque hay muchos cantando el himno de la innovación, no se ha hecho gran avance porque se trata de una revolución de conocimiento y actitud, que dista mucho de los animados congresos donde se habla de cosas que jamás pasarán porque no son relevantes para nadie, excepto para los organizadores y las estrellas del momento.

El momento que vivimos es tremendamente importante, es trascendente, no hay vuelta atrás.

Si no tomamos las cosas con formalidad y madurez, no avanzaremos. Así de simple.

El desconocimiento de las nuevas reglas del juego, de la nueva era que vivimos, no solo atrasa a las empresas sino al país.

Si no me creen, pregunten cuántas empresas tienen un sistema de Affiliate Marketing, algo tan simple y básico. ¿Saben cuántas hay?, ni cinco.

Y bueno, Affiliate Marketing es la herramienta de negocios que mueve al mundo hoy. Solo en el Reino Unido genera el 1 % del PIB de ese reino, es decir, 35.000 millones de dólares. Esto en Reino Unido, no hablemos en Estados Unidos, Alemania, Australia, etcétera.

La reticencia al cambio es letal.

Después de lo que has leído, ¿te comprometes a evangelizar el cambio o te dejarás arrastrar por la desidia? (O)