Ya son algunos años desde que mi esposa contrajo una de sus adicciones literarias, que no son muchas, pero lo que me dijo de la autora italiana Elena Ferrante es lo que más recordaba: “nadie sabe quién es ella”. Desde entonces las novelas se amontonaban en el cuarto, pero no llegué a entrar en ellas. De repente en HBO el éxito mundial que ha suscitado la serie Mi amica geniale (Mi amiga genial) me reconectó a la gran incógnita que parece desvelarse en el reportaje sobre toda la parafernalia literaria que continúa alrededor de la escritora.

La serie me parece formidable: está conectada visualmente con el deslumbrante neorrealismo del cine italiano. La crudeza de las relaciones humanas que se desvelan en la amistad de dos chicas, desde su niñez en los barrios bajos de la ciudad de Nápoles, nos hace vibrar por la profundidad con la que descubrimos a los seres (familiares, amigos, parejas) que rodean a las protagonistas. Y el tema de fondo de la historia: la amistad entre dos mujeres y las diversas confrontaciones que ambas deben asumir en sus vidas particulares.

En una creación artística, el anonimato podría ser también un recurso personal justificado, pero en este caso lo interesante de las últimas revelaciones en las cuales pareciera que ya hay una Elena real, es que la autora (digo ‘la’ pero podría ser ‘el’), solo ha servido para que La vida mentirosa de los adultos, aparecida el año pasado, se convierta en otro éxito. (O)