Es un tema al que casi nadie se refiere por su nombre, pero está presente en todos los órdenes de la vida y en todos los niveles. Nuestra existencia está marcada por una serie interminable de límites, muchos de los cuales no conocemos, o no pensamos que son importantes, hasta que los traspasamos (por ejemplo, una sobredosis accidental de una medicina nos puede causar la muerte).

Los países, los territorios, la casa en que vivimos tienen límites físicos, cuya violación puede ocasionar serios conflictos. También las personas tenemos límites, que, aunque no se ven, se sienten profundamente cuando son transgredidos, tanto en nuestro fuero interno como en nuestra relación con los demás.

Hay personas que no pueden vivir con la culpa de haber irrespetado los límites de la moral, por ejemplo, y pueden pensar en el suicidio.

Hay otras que abusan de la indefensión de su prójimo y desafían sus límites (con toda seguridad conocemos algunas).

También hay personas muy defensivas de sus límites, y se alarman cuando estos están en riesgo de ser violados: la esposa que le dice al marido en una reunión social que no quiere que vuelva a hablar con tal mujer que no es de su agrado, o que ya se tomó los tragos suficientes y no debe tomar otro.

Una relación madura implica un respeto mutuo a los límites del otro; por ejemplo, darle espacio a la pareja para que medite sobre un desacuerdo, sin hostigarla por una respuesta, o aceptar que pueden tener diferencias de opinión y no exigirle estar de acuerdo con la propia.

También es maduro ser honesto y tomar responsabilidad por las propias acciones, considerando los sentimientos de la pareja antes de actuar. La persona que desprecia los límites de los demás se vuelve tóxica.

Este tema ha cobrado gran fuerza en la actualidad, ya que muchas clases de relación (social, laboral, afectiva) comienzan en las redes sociales, y del otro lado de la pantalla hay una persona desconocida. Si no ejercemos prudencia (poner límites) desde el momento en que le permitimos ingresar a nuestra vida, esta persona (cuyas intenciones finales no podemos conocer al comienzo) podría desarrollar una ventaja sobre nosotros y se crearía una relación desnivelada, propensa a la manipulación. Toda relación normal debe tener límites. (O)