Esta fue la frase que se repitió en las llamadas y mensajes que sucedieron al terremoto del sábado 18 de marzo, ante la necesidad de conocer si nuestros seres queridos fueron afectados. No importó si estábamos peleados, en buenos términos o si no los veíamos desde hace tiempo: en esos momentos, lo más urgente era conocer su situación. Sucesos como este sismo son los que recuerdan la fragilidad y devuelven la relevancia de las personas en nuestras vidas.

Y así como para las autoridades de las ciudades afectadas lo más importante es precautelar el bienestar de los ciudadanos por encima de las edificaciones o servicios, en las empresas —como en toda comunidad humana— la prioridad debe enfocarse en el cuidado de las personas. Para los líderes de la organización, las personas deberían estar por encima de la tecnología o las instalaciones, pues estas deben contribuir a la actividad de los colaboradores y sus interacciones. ¿Y cómo se consigue esto?

En primer lugar, adecuemos la terminología. Aunque les parezca increíble, hoy en día aún escucho a jefes que usan la palabra recurso para referirse a las personas. Disculpen, pero un recurso es algo que se usa y desgasta. Las personas, en cambio, se desarrollan para obtener mejores resultados, y además se relacionan y generan ideas sobre las cuales se mueven las empresas.

En segundo lugar, ¿cómo se mide la gestión de personas? Créanlo o no, aún hay jefes cuyos indicadores que llevan al comité son los atrasos de la semana. Al contrario, la gestión del talento debe ser propositiva y desafiante. No digo que la puntualidad sea opcional, pero es una consecuencia de generar un trabajo que invita al desafío, a una disposición de generar lo mejor imaginable. No hay que temer una gestión colaborativa, donde los proyectos sean desarrollados de forma multidisciplinaria y las personas tengan la garantía de ser escuchadas. Y el indicador debe mostrar los proyectos ideados, desarrollados y puestos en marcha, así como su impacto en el servicio.

Finalmente, es necesario preocuparse por el bienestar de las personas. Richard Branson, el famoso empresario fundador de Virgin, dijo: “La felicidad es el ingrediente secreto de los negocios con éxito. Si tienes una compañía feliz, será invencible”.

Es tiempo de asumir el apasionante reto de la gestión de las personas en nuestras organizaciones. Si están dispuestos, solo bastaría voltearse hacia los colaboradores y preguntarles, con toda sinceridad: “¿Están bien?”.