Carmen Cortez, de la Universidad de las Artes, con ocasión del Día de la Mujer me preguntó qué significa para una mujer trabajar en gestión cultural. Quería saber qué escollos tienen que sortear en este campo las mujeres.

Más que de dificultades propias, quise hablar de mis observaciones. Trabajar en la cultura, primero desde el periodismo y ahora desde la gestión, me ha permitido constatar que hay una historia oficial en todas las artes y a la vez muchas otras historias desconocidas. Este aspecto tiene que ver con los olvidos y las omisiones en torno al trabajo artístico y cultural de las mujeres. No es que no ha habido mujeres artistas, sino que no se las conoce, o al menos no lo suficiente.

El reto de quienes trabajamos en diversos campos es ir redescubriendo, revalorando a las antecesoras, para construir una historia más real y justa. El desafío está en buscar modos de visibilizar de mejor manera aquel trabajo que permanece muchas veces desconocido.

En estos días leo La pintura social. Tres mujeres en el mundo del arte de los años 30, un libro escrito por la periodista Ivonne Guzmán, en el que analiza el entorno cultural de la época y cómo Alba Calderón, Germania Paz y Miño y Piedad Paredes pudieron hacerse un espacio en un terreno básicamente masculino en las primeras décadas del siglo XX. De este libro hablaré con detenimiento próximamente.

Por ahora diré que alegra encontrar investigaciones como esta. ¿Y qué pasaba en esos años con las escritoras? Elisa Ayala González ya para entonces nos había entregado unos cuentos que podrían calificarse de precursores del realismo social, corriente que tomó auge de la mano de autores como los del Grupo de Guayaquil, entre otros.

He releído a esta autora en estos días y reconfirmado su inmensa valía. Los premios a mujeres constituyen todavía una minoría, pese a la manifiesta calidad de muchas. En la muestra “Mujeres en el Salón”, de 2021, curada por Matilde Ampuero, quedó reflejado que, en más de 60 años de existencia, el Salón de Julio ha premiado solo a seis de ellas con el primer lugar. Y ni qué decir del Premio de Cultura Eugenio Espejo. Y así sucesivamente. Y, sin embargo, nada las detiene. Hay un trabajo. Hay un camino recorrido.