Eso de mis últimos suspiros podría ser verdadero, porque la nueva era digital enfrenta a los medios de comunicación a una escalofriante realidad según la cual, para los que vivimos siete décadas, la brújula por la que nos guiábamos dejó de ser la misma y el planeta Tierra es ahora el planeta virtual. En periodismo de papel, en televisión abierta, en la radio, nuestros avatares son tan trepidantes y acelerados como los de una montaña rusa, tratando de pisar tierra firme y enfocándonos a los espacios virtuales al mismo tiempo.

En el universo digital lo que se acerca a una guía se llama “la data”, o los datos que nos hacen conocer de inmediato por dónde van los intereses de los usuarios lectores y también su forma de acceso a nuestro medio. Allí vemos la cantidad de visitas, el tiempo de su lectura, sus links a redes y toda la gama de posibilidades en un impacto informático. En mi época de trabajo en televisión abierta, el rating causó mi calvicie. Pero me divertía. El teletrabajo era solo en películas de ciencia ficción y como que la guerra —o la competencia mediática— era frontal.

Ahora no. Esa data que nos parece medir lo más trendy —otro término igualmente de moda— nos hace dudar de cada palabra que escribimos, especialmente cuando nuestra trinchera (Diario EL UNIVERSO) cumple cien años en septiembre y nuestro norte ahora es a la virtualidad. Ya no me puedo quedar calvo y jamás seré nostálgico. Pero sí me siento como ese astronauta que vuela a Júpiter en la gloriosa escena final de 2001: odisea del espacio. Stanley Kubrick, ayúdanos. (O)