Elegir una carrera profesional es seguramente una de las decisiones más importantes que un individuo tomará en su vida. Para muchos no es una tarea difícil, porque desde pequeños se fue generando y arraigando en ellos la certeza de que querían estudiar la profesión del padre, de la madre o de alguien cuya trayectoria académica, empresarial o científica admiraban; crecieron en un ambiente intelectual y siempre estuvieron motivados y estimulados en la dirección de educarse y aprender.

Para muchos otros, sin embargo, el camino no es sencillo, sobre todo si no existen modelos cercanos a los cuales seguir y el ambiente familiar no es estimulante en la dirección de la superación académica. En este tipo de situaciones, la motivación debe venir desde afuera, de sus nexos personales o de influencia de profesores en el colegio, o de compañeros que posean una visión clara sobre cómo desean configurar su vida futura.

El peor escenario se da cuando los intereses vocacionales del adolescente no son bien recibidos por los padres, quienes a su vez le plantean alternativas de estudios que consideran más compatibles con la realidad familiar. Puede ser, por ejemplo, que ellos piensen que el joven debe prepararse académicamente para dirigir el negocio familiar, y en cambio el hijo sueñe con ejercer una profesión de carácter individual.

Cuando suceden estas discrepancias, todos pierden, cualquiera que sea el camino a seguir. Si persigue sus ambiciones, el hijo sufrirá al sentir que ha decepcionado a sus padres; si los obedece, probablemente no se sentirá realizado administrando una empresa. Pueden existir casos absurdos, como cuando un padre presiona al hijo para estudiar la carrera que él, en su momento, no pudo desarrollar o culminar, sin importarle la dirección de los intereses del joven. De aquí saldría un profesional frustrado.

El caso ideal sucede cuando el niño, desde que tuvo uso de razón, sentía interés por hacer algo de su agrado. Al ir creciendo es posible que sus intereses cambiaran de dirección, pero no su pasión por hacerlo. Si durante este recorrido sus padres lo apoyaron reafirmando su convicción, no obstruyendo su camino o confundiéndolo con alternativas incompatibles con su vocación, lo más probable es que, llegado el momento de tomar la decisión, el joven tenga claro en su mente el diseño de su futuro profesional. (O)