He visto que muchas empresas están tratando de ponerse al día, apurándose para poder estar a la altura de los tiempos; tristemente, en la mayoría de los casos improvisando, saltando procesos, haciendo cosas a lo tonto y a lo loco, como cuando tratas de vestirte rápido para llegar justo a tiempo al brindis de la quinceañera.

En todos estos años se ha subestimado al mundo digital, jamás fue prioridad para nadie, ni siquiera para empresas de tecnología o desarrollo. Tal es así, que muchas de ellas siguen vendiendo a través de llamadas intrusivas con listas de prospectos compradas en el mercado negro.

El mundo cambió

¿Por qué se desestimó al mundo digital, sabiendo que hacia allá va todo? ¿Será que algo pasó?

Definitivamente es claro que en algún momento ocurrió algo que cambió el rumbo. Y creo saber qué, o al menos uno de los motivos.

Allá por 2010 o 2011 había muy poco partícipe formal en una industria que se gestaba, era gente que sabía, que había estudiado, investigado, invertido y aprendido.

En aquel entonces ya existía un marco de referencia en Estados Unidos y se podía aprender de casos de éxito y fracaso de empresas de ese país.

Sucede que, en algún momento, justamente en esos años, se da una explosión inusitada de diseñadores gráficos que se autoconsideraron community managers y que por arte de magia pretendieron conocer los secretos arcanos de un infante que prometía mucho llamado Facebook y su pariente lejano, que trinaba cada vez más fuerte: Twitter.

Era una industria global que entraba rápidamente a la adolescencia, con caprichos y todo.

Aunque parezca mentira, esos años fueron la era dorada de Facebook para desarrolladores, porque permitía hacer cosas fabulosas, pues más allá de provocar interacción y aun de comprar o vender (o sea, convertir) en un solo sitio, la web se proyectaba de propiedad de esta red social, algo que Google no podía permitirlo.

Debo ser franco, para crear una página de excepción en esos tiempos había que invertir mucho en desarrollo, pero los resultados eran verdaderamente asombrosos, ¡hoy no se puede imaginar lo que se logró hace ocho o diez años!

Considero, muy personalmente, que hubo una especie de trato secreto donde Google y Facebook acordaron las nuevas reglas del mercado y cómo funcionaría de ahí en adelante.

No es casualidad que Facebook se dedicó a promover más contenido visual y darle menos a la creatividad para programar y desarrollar dentro de dicha red; Google se quedó con el resto.

Así, con todo más fácil, y sin barreras de entrada, los cientos o miles de diseñadores gráficos de esta ciudad mutaron de la noche a la mañana en community managers, aun con faltas de ortografía y redacción de crayón.

Por lo tanto, súbitamente aparecieron miles de partícipes que ofrecían cosas que desconocían por una fracción de lo que los profesionales cobraban, matando a una industria que aún no nacía, pero sobre todo, sin dar resultados. Ahí comenzó el desprestigio y la desconfianza.

Y la cosa siguió cuesta abajo...

Mientras internet necesitaba de gente que supiera Analytics, manejar con sensatez Google AdWords (hoy Ads), Facebook Ads, Twitter Ads, generación de contenidos, puesta en marcha de funnels, creación y administración de listas para canalizarlas por email marketing, posicionamiento orgánico, desarrollos de ecommerces, marketplaces, etcétera, lo único que la mayoría ofrecía -y ofrece- es branding, manejo de redes sociales, y para de contar.

¿Y los resultados?, bien gracias.

Con todo este antecedente, y en una industria que no prosperó en una década por la renuencia de facilitar métodos de pago digitales a las masas, además de contar con excesiva mano de obra incapacitada para hacer negocios de verdad por internet, ¡llega el corononavirus y lo cambia todo!

De este modo, lo que hoy existe es un sector empresarial que no sabe si la bola viene de ida o va de regreso, que en unos casos está invirtiendo miles o cientos de miles para ponerse en forma, así sea con banda gástrica, y otro que comienza a tocar con la punta del pie la temperatura de la piscina, para ver si al final conviene o no darse el chapuzón.

Al final del día hay ecommerces lentos -unos cargan hasta en 20 segundos, lo que da realmente pena-, marketplaces que parecen todo menos lo que dicen ser, páginas que no son responsivas, que carecen del más básico SEO y por lo tanto no existen para Google, etcétera.

Lo que está sucediendo con gran parte de la empresa privada de este país es lo que pasa en noviembre cuando la gente que está con exceso de peso quiere intentar estar fit en enero, cuando inicia la temporada playera. Luego, al no lograr objetivos grandes en corto plazo, desertan.

El precio de más de una década de desinterés o quemeimportismo amenaza con desaparecer a empresas que miraron sobre los hombros a internet como plataforma para innovar procesos, desarrollos y aumentar ingresos.

Lo que no se hizo en tanto tiempo no se puede hacer en dos meses, es imposible. La cuestión es que no hay opción: o lo haces bien o desapareces, así de radical, no hay chance para medias tintas. Aun así, hay muchos que no ven.

Las grandes empresas que contaron con presupuestos abultados para contratar genios deben aprender de humildes pero recursivos emprendedores que sorteando todo tipo de dificultades están prosperando y poniendo en ridículo a la parafernalia corporativa, la misma que aun subestima el advenimiento de blockchain, criptos, NFT’s y todo lo que implica la Era 4.0. Si esto es así, sería un fracaso seguido de otro, de esta manera, no hay cuerpo que aguante.

Hoy, la única manera de salir adelante es trabajando hombro a hombro con los mejores, no con el sobrinity manager.

Hoy es momento de trabajar de modo profesional, con gente de trayectoria, no con animadores de radio o televisión.

Hoy es la oportunidad para demostrar que el trabajo técnico y planificado, con visión de futuro y enfocado en el mercado, será lo único que garantice la sobrevivencia y prosperidad.

Hoy es el instante de enterrar para siempre a la improvisación, la farándula empresarial, el ego, y trabajar por lo que vale la pena, porque hoy existen muchas más opciones de hacer dinero y prosperar que las que había hace solo diez años. (O)