Es esa tranquilidad espiritual y mental que viene de adentro y puede ser perturbada o amenazada por circunstancias externas fuera de tu control. Pero debes protegerla porque es el eje que te brinda alegría y estabilidad para vivir lúcido, tomando buenas decisiones y feliz en cualquier lugar o situación en la que te encuentres.

La paz interior viene de aceptar tus limitaciones propias y las ajenas, de forma compasiva y amorosa, sin considerarlas una amenaza que llega con dedicatoria para ti.

Perdonarte a ti mismo y a aquellos que te hirieron es imprescindible para alcanzar la serenidad que te permita canalizar los sentimientos y emociones negativos, dirigiendo tu energía vital hacia otros objetivos, para estar en paz, amar y ser productivo.

Las adversidades y los problemas, al igual que las alegrías y las satisfacciones, son parte de la vida, se suceden unos a otros con mayor o menor intensidad, pero siempre están presentes; angustiarse o preocuparte no va a hacer que desaparezcan. Por otro lado, querer controlar el futuro es una quimera que solo te produce desasosiego. Vale entonces trabajar, amar, superarte y confiar en que, si haces bien las cosas, serás recompensado.

La paz tiene una fuente que la alimenta y está en tu interior. Para muchos viene de Dios y se la encuentra en la oración, para otros en la meditación, en la reflexión. Basta que te adentres en ti mismo para hallarla. La verdadera paz interior no se escabulle si encontramos que el secreto para alcanzarla no está fuera, no la podemos poseer, ni depende de otros, sino que, por el contrario, nace en el silencio personal, vive en nuestras acciones de amor y se reproduce en la felicidad que irradiamos en nuestro entorno familiar y social. (O)