Tal vez la primera inquietud del lector sea preguntar: ¿Es novela? ¿Es ensayo? ¿Es autobiografía? ¿Es un volumen de cuentos? ¿Cómo definir el libro Tuétano, de Ángela Arboleda? Y la respuesta quizá sea: Es lo que el lector decida que es. Pero a esa pregunta inicial podría contestársele también con otra pregunta: ¿Por qué existe aún esa cierta necesidad de etiquetar un libro? Tuétano es uno de esos ejemplares que escapan a las etiquetas. Se entra a él no con la certeza con la que se ingresa a una novela o a un libro de género definido, sino con algo de desconcierto, inclusive.

Lo que el lector encuentra, a lo largo de las páginas, es una experiencia en la que la palabra envuelve. Hay una voz narrativa que juega entre un Yo y un Ella. Una voz que cuenta, que evoca, que compara, que reflexiona, que se ríe de sí misma y cuyos aprendizajes ha tamizado e incluso relativizado. Cita, por ejemplo, con cierto humor los aprendizajes académicos, que ha podido aterrizar y ensamblar con la cotidianidad. O los viajes a ciudades y también los viajes internos, hacia un yo profundo. Viajes hacia la raíz. Quizá de allí su título. Hay en este libro, además, un reconocible tono que proviene de la oralidad.

Tuétano fue publicado por la editorial quiteña Doble Rostro, bajo la editoría de Sandra Araya, escritora y gestora cultural que decidió apostar por este libro de la guayaquileña Ángela Arboleda, una mujer de múltiples facetas. Ángela es periodista, publicista, bailarina, narradora oral, escritora, gestora cultural, profesora. Creó el encuentro Un cerrito de cuentos y las jornadas pedagógicas Todo lo que inventamos es cierto. De todo ello se alimenta este libro, que puede leerse, asimismo, como un homenaje al escritor Miguel Donoso Pareja y a su narrativa de los últimos años, especialmente. Ángela fue alumna de Donoso en los talleres literarios que este maestro dirigió hasta su muerte.

Podría pensarse este volumen como una gran coreografía. O incluso como una pieza de narración oral. Y esa multiplicidad es su riqueza. (O)