La vegetación nativa permanece en las riberas de los ríos que atraviesan las únicas nueve fincas bananeras del Ecuador que mantienen la certificación ambiental de la red global de la Alianza por la Custodia del Agua (AWS, por sus siglas en inglés) sobre el manejo sostenible de este recurso. El aval lo da el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) mediante un plan.

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Estas haciendas situadas en Guayas y Los Ríos, y cuya producción se destina a la exportación, son el 43 % de las 21 fincas con esta certificación a nivel mundial. En las zonas rurales hay la costumbre de cultivar incluso talando las riberas de los ríos, en los bordes; práctica dañina, asegura Victoria Mena, oficial del programa de Biocomercio y Mercados de WWF-Ecuador.

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Con la reforestación de los bordes se forman corredores en los que ya se observa fauna silvestre de mamíferos, reptiles, anfibios y aves.

El objetivo es promover una custodia responsable, social, equitativa, ambiental, sostenible y económicamente beneficiosa del agua y el suelo.

“Es una certificación bastante retadora y diferente a otras, ya que no solo se enfoca en el sitio donde está la finca, sino también en la cuenca hídrica. Entonces, al tener estos dos alcances se tienen que hacer algunos pasos para conseguirla, incluso mantener constante comunicación con los actores de la cuenca que están fuera de la finca. Un montón de procesos novedosos con los que normalmente las actividades productivas no están relacionadas”, manifiesta Mena.

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Son lineamientos bastante exigentes para gestionar el recurso hídrico en ámbitos económicos, sociales y ambientales. “Es una certificación estándar diseñada para aplicarse en todas las industrias y empresas. Fue pensada así universalmente para realmente tener un impacto de conservación en el agua”, agrega Mena.

El proceso incluye cinco pasos. El primero es recolectar información relacionada con el agua en el sitio donde está la finca y de la cuenca hídrica. El segundo es comprometerse con la custodia del agua y generar un plan. El tercero es la implementación. El cuarto es evaluar la ejecución. El quinto, socializar los resultados con los diferentes actores de la cuenca que corresponda.

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Un oso perezoso sujeto de los rieles para transportar el banano en una de las fincas con certificación para el uso sostenible del agua. Foto: CORTESÍA DOLE ECUADOR

Siete de las certificadas en Ecuador son parte del proyecto de Producción Sostenible de Banano de WWF, la empresa bananera Dole Food Company y la cadena alemana de supermercados EDEKA.

“Implementamos buenas prácticas agrícolas, como principios de conservación de ecosistemas naturales, de manejo del recurso hídrico, del cultivo de gestión de residuos, cambio climático y temas sociales y laborales. Esto muestra cómo la producción convencional de banano puede caminar hacia una sostenibilidad y dar un valor agregado frente a su competencia en el resto del mundo”, indica Mena.

La fruta de estas fincas está identificada en las estanterías con el sello del oso panda (símbolo de WWF), que permite a los consumidores observar cuando hay una producción responsable de un producto, lo que es valorado en mercados como el de la Unión Europea.

Uno de los resultados del cuidado ambiental en medio de los cultivos de banano es que ya se ha captado el retorno de fauna silvestre, como osos perezosos y tigrillos.

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Una acción concreta fue la implementación de recirculadoras de agua en la poscosecha, lo cual ha logrado una reducción de un tercio de la cantidad de agua que se utiliza en el procesamiento. “La producción de banano también utiliza bastante agua en el riego, producción, cultivo; y normalmente no se manejan equipos, procedimientos o metodologías para medir la temperatura, humedad, etcétera, lo que podría reducir la cantidad de líquido que se utiliza en el riego. Entonces, eso es algo en lo que también se está incursionando en el proyecto”, indica Mena.

Wendy Alvarado, gerente de Certificaciones de Dole Ecuador, asegura que en los programas de custodia del agua se trabajó en reforestar la cuenca alta del río Guayas para tener un impacto mayor en las partes bajas, que reciben los sedimentos producto de la actividad humana, agrícola e industrial.

Otra práctica es la eliminación del uso de herbicidas en la producción de banano convencional con un manejo manual de las malezas. “Es un compromiso ambiental que las fincas han optado que requiere la contratación de personal adicional”.

Además, está el aumento de la cobertura vegetal, lo que no es usual en las bananeras, con la plantación de plantas rastreras que provocan una mejor fertilidad y composición del suelo.

“La certificación nos enseña, por ejemplo, que no solamente es la calidad del agua la que se tiene que proteger, sino también la cantidad. Entonces, primero tratamos temas de contaminación, que se hagan todos los análisis de agua correctos, pero también entender cuánta agua hay, con mecanismos de medición, y cuánta se está utilizando”, indica Mena.

La reforestación de las riberas y el retroceso de los cultivos es crucial, ya que los sembríos tienen procesos de manejo de plagas y enfermedades con el uso de pesticidas con componentes químicos que se filtran en los afluentes, agrega.

Al no haber vegetación nativa, pues, no hay barreras de contención. “Aparte, también mantienen una cierta estructura en el suelo para prevenir que haya mucha erosión y así cambien los ríos. Eso es sumamente importante para la biodiversidad del agua dulce y el estado de conservación del recurso hídrico”. (I)