Un estudio con el uso de herramientas tecnológicas disponibles en la web determinó que el área de cobertura arbórea perdida (árboles con altura mínima de 5 metros) fue de 942.733 hectáreas (ha) en el periodo del 2001 al 2021, es decir, durante las últimas dos décadas.

La superficie equivale al área de 574.837 canchas de fútbol profesional que se calcula que tienen 1,64 ha cada una. Es una muestra de la magnitud de la tala de árboles que aún persiste en Ecuador, afirma Cristian Barros, presidente de la Fundación para la Conservación e Investigación Japu y autor de esta investigación.

El análisis dentro del país se hizo a base de técnicas de programación con la información bruta basada en imágenes satelitales y levantada a nivel mundial por el grupo Hansen Global Forest Change.

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Una mayor pérdida de cobertura arbórea en el periodo 2001-2021 se registra en 2012, 2017, 2007, 2009, 2013 y 2020, en su orden, con superficie talada por año que va desde 77.520 ha hasta 51.512 ha, según los cálculos de Barros.

Una densa mancha roja evidencia que la mayor pérdida de árboles se concentra en el centro de Sucumbíos y en el occidente de Orellana, provincias de la región oriental donde hay una intensiva explotación petrolera que conlleva a la apertura de vías y procesos migratorios con la extensión de las áreas urbanizadas.

Ambas son las dos provincias del país con la mayor pérdida de cobertura arbórea durante las últimas dos décadas, seguidas por Esmeraldas, en la Costa, y Morona Santiago.

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La superficie desaparecida con árboles desde 5 metros de altura suma en estas cuatro provincias 488.909 ha, lo que representa el 52 % del total perdido en todo el país en el periodo señalado.

Barros indica que justamente son las provincias afectadas también por el avance de la frontera agropecuaria y las actividades extractivas como la explotación minera a cielo abierto en la zona sur de la región oriental del país.

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En el caso de Esmeraldas la tala se concentra en los bosques primarios del norte cerca de la frontera con Colombia, pero también a lo largo de la Costa y hacia el sur en los límites con Manabí y Santo Domingo de los Tsáchilas. La zona alberga la única planicie selvática con un alto endemismo que queda en la Costa.

Julián Pérez, director ejecutivo de Japu, afirma que es un tema sensible, ya que existe la necesidad de un mayor desarrollo económico ante el aumento de la población, lo que requiere una mayor demanda de productos. “Para disminuir la deforestación hay que verdaderamente considerar cómo está estructurada la base de la economía del Ecuador. Tenemos que cambiar el paradigma de extractivismo y hacer un balance y reemplazar la forma de producir actual para causar un menor impacto en la naturaleza”, asegura.

El incremento el número de habitantes requerirá a su vez el aumento de las zonas destinadas para producir alimentos (sembríos y pastizales), pero en la práctica no necesariamente debe darse de esta forma, añade el especialista.

“Hay maneras de hacerlo mejor, como las tácticas que se emplean en países desarrollados con nuevas tecnologías donde en vez de hacer producción horizontal se hace de forma vertical en edificios abandonados o en suelos que ya no se utilizan y que fueron talados previamente, especialmente alimentos básicos que puedan ser producidos en áreas mucho más pequeñas”.

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La idea de talar todos los árboles de la vegetación nativa para reemplazar el área con monocultivos es obsoleta, indica. “Debemos pensar en nuevas formas de producción agropecuaria y hacer foco en la variedad con el cultivo de diferentes especies y tratar de mantenerlas en un tipo de estratificación, un sistema agroforestal, algo combinado con sembríos agrícolas y forestales. Estos tienen una mayor relevancia para mantener la funcionalidad ecosistémica, con esto se disminuye la tasa de deforestación”, indica Pérez.

El mercado mundial reconoce un valor agregado a los productos agrícolas y forestales que vienen de plantaciones denominadas sustentables con un mejor precio a través de certificaciones internacionales. Ecuador exporta banano, cacao, café, entre otros, bajo estas características, sembradas y producidas incluso en áreas protegidas.

El objetivo es preservar lo que más se pueda y cambiar la forma de producir en los suelos que ya se utilizan para la actividad agropecuaria, mezclando los sembríos agrícolas alternándolos con parches de bosque, aconseja Pérez. “Pensar en desarrollar ecosistemas y dejar una agricultura completamente intensiva”.

El uso de semillas que generen una mayor producción por cuadra o ha sembrada también es otra opción, pero es una situación sensible, ya que por lo general, dice Pérez, se trata de organismos genéticamente modificados. Ecuador es libre de estas, según lo dispuesto en la Constitución del 2008.

“Toda la agricultura desde un principio se basa en la modificación genética, cruzar variedades para encontrar una semilla que sea más eficiente, la diferencia es que se hace de manera aleatoria y no en un laboratorio. Su utilización sería interesante, pero con los cuidados respectivos teniendo una certeza científica”.

El crecimiento urbano también origina una mayor demanda de nuevas áreas para producir alimentos. Entonces hay que incluir a la naturaleza dentro de la planificación de las ciudades, propone Pérez. (I)