Alrededor del 80 % del parche de coral que está en las inmediaciones de la isla de Salango, en el Parque Nacional Machalilla, está afectado por la actividad turística que se da con poco control desde que el año pasado se levantaron las medidas de restricción por la pandemia del COVID-19, según activistas y especialistas ambientales.

Decenas de barcos que llevan a los turistas al buceo con snorkel clavan sus anclas y rompen al coral, un animal vivo gigante interconectado con las especies que alberga, los que viven en simbiosis.

Son más de cuatro mil especies que pueden vivir en el coral, asegura Pablo Weizenegger, activista de Mares Ecuador.

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Los barcos anclados, al moverse sobre la superficie, barren y dañan al coral. “Imagina que la superficie de coral es una barba a la que afeitas con una máquina de rasurar, entonces quedan estos espacios rasurados, se observan unas diez líneas”, afirma Weizenegger.

El problema se profundizó con la reactivación tras el confinamiento lo que conllevó al regreso de los turistas nacionales a las costas con la relajación de las restricciones a partir de septiembre del 2020.

Los dueños de embarcaciones pesqueras cobran entre $ 8 y $ 10 por llevar a una persona a bucear sobre estos corales.

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La mayor parte de esta actividad no cuenta con los permisos y ahora ha aumentado con la llegada de las ballenas jorobadas.

Hasta hace un poco más de un año, Cristina Miranda, bióloga marina de la Fundación Equilibrio Azul, recuerda que el Instituto Oceanográfico y Antártico de la Armada (Inocar) tenía unas boyas de las que se conectaban las embarcaciones turísticas para que no se den los anclajes en el fondo marino, pero estas han desaparecido.

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El coral crece entre 5 y 18 milímetros al año, pero todo depende de las condiciones adecuadas como la temperatura del mar correcta, que estén los sustratos indicados y una población pesquera saludable.

“Ahora el daño es casi equivalente a cuando se dan los fenómenos de El Niño fuertes que matan todo el coral, este había demorado en recuperarse más de 20 años desde el último que se dio en 1997. El coral es muy sensible solo al tacto, entonces imagina lo que le ocasiona varias anclas que se lanzan a diario”, señala Miranda.

Cristina Izurieta, directora de Mares Ecuador y activista ambiental, asegura que sí hubo afectaciones al medioambiente durante el confinamiento por la pandemia del COVID-19. “En Puerto López (cantón costero de Manabí) nunca se detuvo el sector pesquero. Debió continuar porque es la fuente de alimento para muchas familias a lo largo de la línea costera y el gobierno (del expresidente de la República Lenín Moreno) fue muy flexible en todos los puertos pesqueros en continuar actividades. Los pescadores salían todos los días y esto empeoró porque no hubo control. Creemos que todos nos detuvimos, pero eso no fue cierto”, dice.

Lo máximo que pasó en Puerto López fue que hubo una veda pesquera por diez días durante los que al menos la mitad de los pescadores dejaron de pescar, pero después ya todos retomaron, añade.

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La justificación es la detención de la actividad económica que se dio en su momento.

La mayor afectación se dio en los corales de la isla de Salango, de donde extraían langostas pese a que es parte del área protegida del Parque Nacional Machalilla. “Al inicio se sujetaban a las boyas (del Inocar), pero eran cinco a seis barcos, entonces se rompieron y empezaron a lanzar las anclas sobre el coral”, dice Izurieta.

A los pescadores ahora se sumaron los que llevan turistas al área protegida para ver las ballenas jorobadas, sin tener los permisos de operación, afirma Weizenegger. “La afectación se ve en la calidad y cantidad del coral y la fauna asociada que ahora se observa. Al haber más pescadores y operadores que no siguen los lineamientos de cómo cuidar el medioambiente pues perjudica el entorno marino”.

Los visitantes pagan por bucear y observar naturaleza marina. “El problema es que todo está roto (porque las anclas destruyen el coral)”.

Uno de los lugares más visitados es Salango porque está muy cerca a la costa y el traslado es económico. Es una parcela coralina con una afectación tan alta que está a punto de perderse.

Una tortuga marina sobrevive sobre las áreas coralinas de Salango con una aleta amputada. Foto: CORTESÍA DE MARES ECUADOR

Mares Ecuador impulsa un proyecto de reforestar los arrecifes de coral del país que está en etapa de desarrollo del proyecto en papel. Esto ha conllevado a llevar al lugar a especialistas en estos ecosistemas, quienes corroboran la afectación.

“Estamos rompiendo coral que creció durante más de veinte años en un segundo por lanzar un ancla. Esto se ha denunciado”, dice Izurieta.

El parche coralino más grande del PNM es el de Salango y tiene menos de una hectárea, alrededor de mil metros cuadrados, cuenta. “Es lamentable que ya está afectado en un 80 % solo por la actividad humana”, dice .

Ante la falta de boyas para anclar, desde agosto del 2020 cuando se reabrió el área protegida se empezaron a observar fondeos de concreto (que son bases pesadas y cuadrangulares que están en el fondo y de las que se sostiene el barco que descansa en la superficie) colocados sobre el coral. “Nunca analizaron el impacto que dejarían en el fondo marino, toda la vida que allí existe”, reprocha Izurieta.

Desde entonces han observado cinco de estos fondeos. Se colocan con el fin de que los turistas no naden diez metros para llegar a la parcela coralina sobre la que se bucea.

“Como no eran lo suficientemente pesados pues fueron arrastrados y barrieron con el fondo coralino”, agrega Izurieta.

Este último daño se suma al de las anclas que también se colocan sobre el coral y lo van dañando poco a poco.

“Estos videos y la evidencia ha sido presentada y denunciada ante el Ministerio del Ambiente, pero hasta ahora no hay respuesta”, dice Izurieta.

La entidad ha informado que hace limpieza del fondo marino, pero no ha referido sobre la afectación del coral.

Corredores afectados por la actividad pesquera

Las anclas perjudican al coral en Salango. Foto: CORTESÍA DE MARES ECUADOR

Los corredores para observar ballenas jorobadas y tortugas marinas, entre la costa de Puerto López y las islas de Salango y de la Plata, también se ven afectados por la actividad pesquera.

Esta área es parte de la Reserva Marina Cantagallo-Machalilla, que cubre 142 266,45 hectáreas de superficie marina y creada en 2015, por lo que la pesca industrial está prohibida.

“Los 365 días del año que salimos para buceo hemos observado entre seis y doce barcos cuya eslora es de 25 a 30 metros, es decir, no son embarcaciones artesanales que están allí pescando”, dice.

La basura marina también sigue. “En cada salida de buceo vemos una mascarilla flotando”, asegura.

El Parque Nacional Machalilla y su área marina debería ser tan importante como Galápagos por la gran biodiversidad que alberga. “En ninguna otra parte del mundo se ve la cantidad de mantarrayas gigantes de nueve metros de envergadura que se concentran en la Isla de la Plata, ballenas jorobadas, orcas, delfines, cuatro de las siete especies de tortugas marinas”.

Esta reserva marina está frente a las costas de los cantones de Jipijapa, Montecristi y Puerto López, en Manabí, y en ella se han identificado a 365 especies de peces y 84 de mamíferos marinos. (I)