Tengo 35 años y mi hija tiene 12 años. Me separé de su padre cuando ella tenía 7 y desde entonces no lo ve, porque su nueva pareja no se lo permite. La niña ha desarrollado un odio hacia él, a tal punto que a veces (rara vez) la llama a casa y ella no desea responderle ni saber de él. He hablado de eso con ella, pero se niega a oír. Aunque lo que más me preocupa es que por un juego virtual se ha hecho muy amiga de una niña mexicana de 14 años y tienen una conversación subida de tono de temas sexuales. Yo trabajo y trato de pasar lo que más puedo con ella, pero no sé qué estoy haciendo mal. Como mamá estoy muy preocupada, porque esa niña la presenta a otras (por chat) como si mi hija fuera su pareja. Por favor, necesito ayuda, no sé qué hacer. Yo quiero que mi hija sea normal, que cuando crezca tenga esposo y sea feliz.

Mishelle,

Durán

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Estimada Mishelle, gracias por la apertura para contar su caso, entiendo que no es fácil compartir situaciones familiares dolorosas o angustiantes. En su carta ha planteado dos temas que, si bien podrían estar interrelacionados, para mayor claridad los abordaré por separado.

Los sentimientos de rechazo de su hija hacia su padre pueden haberse gestado como producto del manejo de la ruptura por parte de los padres. Los procesos de separación y divorcio tienen un impacto significativo en la vida de las personas involucradas y siempre son un factor que genera un alto nivel de estrés en los cónyuges y en sus hijos.

En el caso de los hijos, el divorcio suele generar sentimientos de pérdida, temor y soledad. Si a esto se suma una ruptura conyugal en la que hubo conflicto o confrontación, esto acentúa las dificultades experimentadas por los hijos. Por lo tanto, es importante que los adultos involucrados revisen cómo se dio esta etapa de separación, qué conductas o mensajes recibió su hija a lo largo del divorcio que hoy la llevan a rechazar al padre. Es decir, implica una actitud autocrítica, sincera y madura en la que se reconozca lo que se manejó mal y se trabaje en encontrar la vía de la reconstrucción y fortalecimiento de la relación. En la medida que su hija note que hay una búsqueda sincera y constante de acercamiento y, además, no reciba mensajes negativos hacia su padre, podría comenzar a sanar su relación con su progenitor.

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Con relación al segundo tema, su hija está atravesando la adolescencia, una época de cambios y de construcción de identidad; está en proceso de descubrir quién es, qué les gusta, qué quiere hacer en el futuro. Parte de esta búsqueda implica la definición de la identidad sexual. La relación que tiene su hija con su amiga mexicana no necesariamente significa que su hija se identifica con otro género ni necesariamente significa que será lesbiana o bisexual en la adultez. Sin embargo, tampoco se puede descartar la posibilidad de que llegue a ser así, por lo que es importante tener los distintos escenarios claros para poder apoyar a su hija en el caso de que así lo requiera.

Es indispensable comprender y aceptar el momento que vive su hija y abrirse al diálogo sin juzgarla ni criticarla. Una persona puede tener salud emocional y ser feliz sin importar su orientación sexual. Los problemas más frecuentes se dan cuando la persona es juzgada, rechazada o criticada. El amor y la aceptación incondicional son la mejor herramienta que tiene para que su hija sea feliz.

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Finalmente, debido a que los temas planteados en su carta son de gran relevancia para el desarrollo psicológico y emocional de su hija, y difícilmente se pueden resolver todas las dudas en apenas una carta, le sugiero la búsqueda de un profesional que podrá abordar con mayor profundidad los problemas aquí presentados.

Lorena Pástor,

psicóloga, directora de Bienestar Estudiantil de la Universidad Internacional SEK