Las personas manipuladoras pueden estar presentes en cualquier ámbito de la vida: no solo se trata del estafador hábil de palabra, o de un extraño total; los manipuladores mejor posicionados para infligir daño emocional son personas cercanas, como amigos, familiares y parejas.

Según José Miguel Valera, psicólogo clínico y terapeuta de pareja, la manipulación consiste en una serie de acciones realizadas por alguien para controlar a la otra persona, falseando la verdad y “moviendo las piezas en el vínculo” a su favor, que genera que el manipulado “sienta miedo o se sienta culpable” y dude de su propia percepción de la realidad, con el objetivo de obtener algún beneficio.

“La manipulación está conectada con una serie de inseguridades, de necesidad de control que la persona manipuladora tiene para generar esa estabilidad y seguridad que no posee”, continúa.

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Para Manuel Merlano, psicólogo, los manipuladores operan desde un lugar de “egoísmo” y comparte con Valera que su objetivo es hacerle creer falsedades a la otra persona para obtener un semblante de control y de favorecerse. El manipulador, prosigue, “estudia” el perfil de la otra persona y actúa de acuerdo a eso.

“Las personas que practican la manipulación intentan que las otras personas tomen decisiones por ellos, que otros den la cara. La manipulación tiene un alcance mayor o menor, dependiendo del objetivo del manipulador”, expresa Merlano.

El proceso de salir de este “círculo vicioso”, como lo llama el psicólogo, conlleva aprender a “poner límites”. Sin embargo, para que una persona salga de un ciclo de manipulación, primero debe reconocer que está siendo manipulada.

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Cómo reconocer a un manipulador

Un claro ejemplo de intento de manipulación en una relación de pareja es que el manipulador intente aislar a la otra persona de sus seres queridos, quienes son más propensos a señalar que su relación de pareja es dañina. Esto apunta, según Valera, a la inseguridad que define a la persona manipuladora, pues es un intento de “generar seguridad” para ellos mismos al controlar a alguien.

También suelen ser inteligentes y tienen facilidad de convencimiento, rasgos que usan para “envolver al otro”. Valera añade que “les cuesta tener empatía” y no se detienen a pensar en cómo se siente la otra persona. Al contrario, “no sienten malestar” por cómo se siente la persona que están manipulando.

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Las personas con trastornos de personalidad, especialmente los individuos con trastornos narcisistas, psicopáticos y límites, tienden a manifestar estos rasgos. Valera señala que los pacientes con trastorno límite de la personalidad suelen ser más manipuladores y que es un elemento que se evalúa para diagnosticar el trastorno.

En la pareja o en la familia, para Merlano, las oportunidades de manipulación son muy comunes. Un ejemplo es usar a los hijos de “rehenes” para ganar la “batalla psicológica” entre una pareja en la cual existe manipulación. El fin ideal del manipulador es “doblegar a la otra persona”.

Así, continúa Merlano, el manipulador desarrolla habilidades para lograr su cometido. “Los manipuladores generalmente no tienen pinta de ser malas personas. Son admirados por amigos y compañeros por su sociabilidad, son conversones, hacen reír. Son cordiales y amables, pero al final empiezan a mover las cosas a su favor”, dice Merlano. Suelen ser personalidades “encantadoras” y extrovertidas, añade.

Una de las amenazas comunes de un manipulador es poner la responsabilidad de sus propias acciones en la otra persona: “No hagas esto, de lo contrario me obligarás a hacer esto y será tu culpa”, señala Merlano.

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Consecuencias en el manipulado

El manipulado, de acuerdo a Valera, tiende a sentirse culpable. “El manipulador genera culpa para poder lograr lo que quería… la culpa es una emoción muy destructiva que va minando la estima personal del otro. Si una persona manipulada queda expuesta mucho tiempo al manipulador, su autoestima disminuirá”, recalca.

El aislamiento ya mencionado puede ir más allá del ámbito de pareja. Valera indica que ha tenido casos de pacientes que han sido parte de organizaciones religiosas y han sufrido cosas similares. “Les sugieren que si una persona no es creyente no les conviene relacionarse con ellas, o que dejen de ir a terapia. Así la realidad de esas personas se circunscribe a estas organizaciones religiosas”.

“La forma básica de salir de un mecanismo de manipulación es saber poner límites”, subraya Valera. Los límites “van íntimamente ligados al amor propio”, y son un mecanismo de protección que sirve contra intentos de manipulación. Este proceso, en muchos casos, debe ser acompañado de un profesional en la forma de terapia.

Cuando alguien se da cuenta de que fue manipulado, primero entra “la gran decepción”, según Merlano. Las personas manipuladas que salieron exitosamente del ciclo tienden a ser “muy desconfiadas” y están siempre en búsqueda de signos de que una persona nueva pueda tener rasgos de un manipulador.