Gracias a los esfuerzos de concienciación sobre el trastorno del espectro autista (TEA), los diagnósticos de esta condición entre los niños han ido en aumento en los últimos años. Uno de esos esfuerzos de sensibilización es justamente la proclamación del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que se celebra el 2 de abril.

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De acuerdo con un estudio publicado en la revista médica Autism Research (2022), uno de cada 100 niños en todo el mundo es diagnosticado actualmente con TEA. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluso considera que este es un número promedio, tomando en cuenta que otros estudios controlados podrían presentar cifras más altas.

Muchos adultos también pueden tener un trastorno del espectro autista. Pero, a diferencia de los niños, apenas recientemente los médicos han comenzado a diagnosticarlo en los mayores.

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Muchos adultos también pueden tener un trastorno del espectro autista. Pero, a diferencia de los niños, apenas recientemente los médicos han comenzado a diagnosticarlo en los mayores. Foto: Shutterstock

Esto se debe en parte a que el autismo todavía es una adición bastante reciente al manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), el estándar de oro para clasificar los trastornos mentales en los EE. UU., reflexiona un informe de la Clínica Cleveland. Cuando el autismo se agregó por primera vez al DSM, en 1980, solo se clasificó como un trastorno que afectaba a los niños.

Los problemas de comunicación que acompañan al TEA a menudo son evidentes y graves en la infancia, por lo que la condición puede detectarse en la escuela o en sus entornos familiares. Esto significa que cuando estos signos no son severos, en la adolescencia y hasta la edad adulta el TEA puede ser más difícil de identificar.

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El autismo a veces puede ser diferente en mujeres y hombres. Las mujeres autistas pueden haber aprendido a ocultar signos de TEA para “encajar”. Foto: Shutterstock

Los casos que pueden pasar desapercibidos son aquellos con TEA de nivel leve, explica la doctora Susana Mata Iturralde, máster en Neurociencia Cognitiva y Necesidades Educativas Específicas y especialista en Diagnóstico Intelectual, quien ilustra los signos del espectro en un adulto no diagnosticado:

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  • Puede que en la infancia se caracterizaron por no ser sociables, evitaron relacionarse con otros niños, pero tienen un desarrollo de lenguaje y cognitivo adecuado para su edad.
  • En muchos casos, suelen ser muy buenos en áreas como las matemáticas, la tecnología, la memoria fotográfica. El gusto por estas ramas se debe a que sus resultados siempre son exactos y predecibles.
  • Este tipo de personas se apartan de todo lo que requiere mayor flexibilidad o situaciones impredecibles.
  • Algunos son temáticos en la limpieza y el orden.
  • Prefieren las rutinas, odian los cambios.
  • Mantienen los mismos temas de conversación o de interés, sin importarles si la otra persona se aburre al escucharlos.
  • Suelen sentirse extraños, porque no logran tener buenas relaciones interpersonales y no entienden por qué.
  • Suelen tener problemas en la empatía y cometen errores, como decir cosas que pueden ofender a otros, sin querer.
  • A veces, no mantienen contacto visual al hablar con otros o esquivan la mirada.
  • Tienen problemas para comprender cierto nivel de bromas en el que se incluye el sarcasmo o el sentido figurado.
  • Sus dificultades de relación crean en la persona ansiedad, preocupación e incluso depresión.

Según un informe del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido, el autismo a veces puede ser diferente en mujeres y hombres. Las mujeres autistas pueden haber aprendido a ocultar signos de TEA para “encajar”, copiando a personas que no tienen autismo. Igualmente, parecen afrontar mejor las situaciones sociales, muestran menos signos de comportamientos repetitivos y suelen estar más calladas para ocultar sus sentimientos.

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Si las condiciones anteriores están influyendo en su calidad de vida, en sus relaciones interpersonales (amigos, parientes, pareja), en su trabajo o estudios, la persona debe buscar ayuda de un profesional en psicología para ser evaluada y descartar si presenta TEA o cualquier otro trastorno o condición.

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“Es necesario que el profesional no solo diagnostique a la persona adulta, sino que también evalúe aspectos cognitivos, emocionales, nivel de ansiedad, estado de ánimo, su autovaloración, su personalidad, sus relaciones con otras personas, su funcionalidad en los diversos ámbitos de la vida”, explica Susana Mata, quien estudió la validación de las herramientas de detección temprana de TEA para su tesis doctoral con la asesoría de la Universidad de Valencia (España).

En esa evaluación es necesario que también se involucre a su entorno más cercano, su familia, su pareja, sus amigos, compañeros de trabajo. Con base en los resultados, el profesional podrá orientar al adulto sobre qué tipo de atención requiere.

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Confusión del autismo con otros trastornos

Algunos casos de autismo en la niñez se confunden con cuadros de discapacidad intelectual moderada o severa. Foto: Pixabay

Por otro lado, hay adultos que de niños fueron mal diagnosticados, por lo que no recibieron la adecuada intervención para su TEA. “En esos casos, serán notorias sus deficiencias en la comunicación verbal y no verbal, en su autonomía, sus comportamientos repetitivos y su alta irritabilidad a los cambios”, sostiene Mata.

Se refiere a quienes fueron considerados niños con discapacidad intelectual moderada o severa. La especialista aclara que el TEA puede confundirse con otros trastornos del neurodesarrollo como los trastornos de comunicación, en especial los pragmáticos, discapacidad intelectual, por el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Por eso hace hincapié en la importancia de ser evaluado por un profesional certificado y con experiencia.

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La importancia del diagnóstico a tiempo del trastorno del espectro autista

Las dificultades de relación en los adultos con autismo no diagnosticado crean en la persona ansiedad, preocupación e incluso depresión. Foto: Shutterstock

La detección del TEA empieza desde la vigilancia del desarrollo de todos los niños menores de 36 meses, sin excepción. Sin programas de monitoreo del desarrollo, no puede ser identificado a tiempo y las conductas disruptivas pueden aumentar perjudicando el desarrollo de los pequeños y su posterior funcionalidad en la escuela y en otros espacios sociales.

“Ahora se tiene más conocimiento del trastorno y eso ha permitido que las maestras de educación inicial y básica puedan detectar posibles niños con TEA; no obstante, en el pasado el país tenía menos conocimiento y por ello muchos niños no fueron diagnosticados y son ahora adultos que se perciben como extraños, sobre todo al no tener éxitos en sus relaciones interpersonales”, opina la investigadora Mata. Lo ideal ahora es que se detecte antes de la etapa escolar.

Mientras más pronto, mejor. Esto se debe a que los primeros años de vida es un periodo con alta plasticidad neuronal, lo cual combinado con una adecuada intervención precoz se pueda mejorar notablemente el desarrollo del menor. Incluso disminuir aquellas conductas asociadas al trastorno.

“Aún no se ha podido identificar un marcador biológico (biomarcador) fiable. No hay una prueba de laboratorio, neurológico, genético, que te permita detectar el TEA. A nivel mundial lo que se está haciendo son grandes esfuerzos para la creación de herramientas de detección temprana de los signos de alarma del TEA, en niños menores a 36 meses, incluso hay instrumentos que pueden ser aplicados a niños de 12 meses o menos”, aclara Mata.

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Si bien es cierto que mientras más temprano sea la detección y diagnóstico del TEA y, por ende, su intervención y posterior pronóstico, el cerebro humano continúa siendo dinámico y plástico en la edad adulta, con lo que es posible mejorar cualquier deficiencia que se presente, incluyendo las habilidades sociales y los patrones repetitivos.

Aunque cada vez el cerebro presenta una plasticidad en menor grado, Mata asegura que muchos adultos con TEA han superado sus limitaciones y han tenido éxitos a nivel personal y profesional. “En mi experiencia, considero que el diagnóstico disminuye notablemente su sensación de frustración, confusión, ansiedad e incluso depresión. Siempre es mejor saber qué es lo que tenemos y trabajar en ello”. (F)