Las personas que tienen reiteradamente miedo a estar enfermas suelen recibir poca empatía de sus seres cercanos, que los tildan de simuladores, obsesivos, fabuladores o hipocondríacos. Sin embargo, resulta que, si bien esa persona no tiene la enfermedad que tanto teme, tampoco está sana.

La hipocondriasis, que es el modo en que se denomina ese miedo permanente a estar enfermo, es un trastorno psíquico que afecta mucho la vida cotidiana.

Decirle a una persona que es hipocondríaca parece ser hoy casi un insulto, dice el psicólogo Timo Slotta, quien trabaja como psicoterapeuta en una clínica especializada en la materia en Alemania. Y pareciera ser suficiente que alguien tenga el temor o la preocupación de padecer una enfermedad que no se constata al hacer un análisis médico para que todos le digan que es un hipocondríaco.

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El cuerpo, en observación permanente

Para poder hacer el diagnóstico real es necesario ir un paso más allá. “Los afectados se ocupan en forma excesiva de las enfermedades terribles que podrían padecer”, dice Slotta. “Por lo general se trata de enfermedades que la persona puede sufrir durante meses o años y que la irán matando lentamente”, detalla.

Las personas que tienen este trastorno van al médico con frecuencia, le dan muchas vueltas al asunto en la cabeza, leen mucho sobre el tema y hacen una especie de bodychecking, es decir, se escanean por ejemplo la piel para ver si detectan algún tipo de mancha sospechosa, se palpan hasta que tal vez les duela, hacen pruebas de equilibrio, se miden regularmente la presión o están pendientes de su nivel de oxígeno en la sangre.

Quienes padecen de hipocondrismo buscan un chequeo médico urgente para todo posible síntoma. Foto: Christin Klose

El problema no radica en asustarse ante determinados síntomas de vez en cuando, señala Slotta. Lo enfermizo es cuando la persona siente que debe hacerse ver sí o sí y su vida cotidiana se ve alterada.

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Los afectados desarrollan un comportamiento de prevención: dejan de ir al trabajo o de practicar deportes”, explica Sabine Köhler, psiquiatra y directora de la Asociación de Neurólogos de Alemania. A eso se suma el aspecto temporal. Para poder hacer el diagnóstico, los afectados deben estar convencidos de que padecen una enfermedad grave al menos durante medio año. “Los pacientes se niegan a aceptar que no tienen nada y piden constantemente que se les realicen otros análisis”.

Posibles causas del hipocondrismo

No se han podido determinar aún las causas que llevan a que una persona desarrolle este tipo de trastorno, pero existen varias hipótesis. Por un lado, puede que haya cierta predisposición genética, que tenga algo que ver con el estilo de educación recibida o que haya sido un impacto por enfermedades previas sufridas. Tener un vínculo poco firme con los padres en el primer año de vida también podría generar este tipo de alteración.

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Las personas que viven en un entorno en el que se manifiestan muchas enfermedades graves suelen verse afectadas, observa Slotta. El modo de pensar también es un factor a tener en cuenta, ya que las personas hipocondríacas temen muchas veces provocar o fomentar la aparición de una enfermedad a través de su comportamiento o de sus mismos pensamientos.

Un diagnóstico difícil

Si bien existen criterios muy bien definidos para establecer el diagnóstico, no es tan fácil hacerlo. “Es una enfermedad oculta”, dice Köhler, “porque si bien los afectados insisten en recibir un diagnóstico, lo que buscan es un diagnóstico de una enfermedad física. Por lo general no quieren ni oír hablar de un trastorno psíquico”.

Aquí es importante el papel del médico de cabecera, según Köhler. Desde su perspectiva, cuando una persona ha recurrido a profesionales de cinco especialidades distintas en un trimestre sin tener ningún problema de salud claro, hará bien en someterse a algún tipo de análisis psiquiátrico o psicosomático o a un tratamiento psicológico.

El hipocondrismo puede tratarse”, dice Slotta, quien asegura que entre dos tercios y cuatro quintos de los afectados se ven beneficiados haciendo psicoterapia. Haciendo un tratamiento con medicamentos, este porcentaje es de aproximadamente la mitad.

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La psicoterapia implica un trabajo arduo, no hay dudas”, reconoce Slotta. Pero los tratamientos con medicación tienen solo efecto mientras uno tome ese medicamento. “En la psicoterapia eso es distinto”.