Las mujeres que son madres en la adolescencia están en desventaja frente a quienes postergan su maternidad hasta la edad adulta. Las brechas más importantes son educativas y por ingresos laborales. Quienes no fueron madres en la adolescencia tienen 6 % más probabilidad de terminar la educación primaria y secundaria y 11 % más de llegar al nivel de educación superior, según datos del 2020 del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).

Las diferencias también están en los ingresos; el embarazo en la adolescencia impacta en la economía de las mujeres, que no pueden acceder al mercado laboral en iguales condiciones.

Esta es una de las realidades que aborda el Proyecto de Salud Sexual y Reproductiva, un programa con enfoque preventivo que también tiene como finalidad disminuir los embarazos no deseados y la transmisión de ITS (infecciones de transmisión sexual).

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La psicóloga Alejandra Amaya Fariño, de Corporación Kimirina, charla con estudiantes de la Academia Naval Almirante Illingworth. Foto: José Beltrán

El proyecto tiene tres componentes, dice Silvia Rivera, coordinadora de Guayaquil del proyecto (también se desarrolla en Quito). El primero, la salud, ofrece a toda adolescente de 12 a 19 años una atención gratuita, información veraz y el conocimiento de sus derechos, a través de un equipo médico y psicológico. “Muchos menores inician la actividad sexual desde los 12 años, y los padres no lo saben”, indica.

También está el área de educación, en la que se manejan temas de salud sexual y reproductiva, planificación familiar y género. “Son temas que no se tocan en el colegio y no todos los padres lo hacen; las chicas necesitan saber cómo ejercer su sexualidad cuando estén preparadas para hacerlo, y tomar decisiones correctas”.

Y el tercer aspecto es una red interinstitucional, para que todas las brigadistas que se formen con el proyecto puedan tener contacto con instituciones que trabajan por los adolescentes, para que puedan tener representación.

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Las primeras brigadistas tienen entre 14 y 17 años

Desde septiembre hasta enero de este año, un grupo de alumnas de secundaria de la Academia Naval Almirante Illingworth ha empezado a recibir capacitación y también a replicar lo aprendido entre sus compañeros. En algunos casos, han recomendado pruebas de VIH o sífilis, pero también de embarazo, o la colocación del implante anticonceptivo, una varilla plástica del tamaño de un fósforo, que se coloca debajo de la piel, en la parte superior del brazo; estos servicios están disponibles, sin costo, en Kimirina.

¿Cómo fueron recibidas las brigadistas? “Creo que algunas (de las alumnas) se sorprendieron, porque por lo general no se habla tan directamente, sino que utilizan otras palabras. Cuando hablamos de relaciones sexuales, por ejemplo, solo se habla de hombre y mujer, pero sabemos que hay otros tipos de relaciones”, dice María (17). “Una vez organizaron una charla de métodos anticonceptivos”, relata, “nos hablaron de todo menos de eso, y al final nos hicieron llenar un papelito en el que decía que íbamos a mantenernos puras hasta el matrimonio”, recuerda.

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Angelita Riera, Angie Valarezo, Stenia Malavé, María Ramírez, Yeyka Chunga y Mirella Gaibor, brigadistas y estudiantes de la Academia Naval Almirante Illingworth. Foto: José Beltrán

Ellas, por su parte, han llevado a sus compañeros de octavo de básica (primero de secundaria) una exposición sobre los tipos de violencia. “Hay uno que se llama sexting, les preguntamos si sabían lo que era, y dijeron que no”. Cuando les explicaron que es el envío de mensajes sexuales por medio de dispositivos electrónicos, que puede llegar a las redes sociales, descubrieron que los chicos sabían de qué se trataba, pero desconocían el vocabulario. En su lugar, hablan de ‘enviar nudes’ (desnudos).

Estefanía (15) recibió muchas preguntas. “Una de ellas quería saber si era verdad lo que decíamos, que las pruebas son gratuitas y sin consentimiento de los papás y cosas así”. No tienen costo, corrobora, para personas de 14 a 19 años. “En el momento en que vas a entrar a la consulta de ginecología o psicología, puedes ir sola, a menos que digas que quieres que tu papá o tu mamá estén allí”.

María dice que los jóvenes sienten que no reciben de las fuentes oficiales la información necesaria, y por eso tienen que buscar por su cuenta. “Nos privan de saber lo que realmente sucede en el mundo; los profesores son responsables de enseñarnos las cosas tal como son, y que lo encubran es muy malo para todos los estudiantes”.

“Los jóvenes saben algunas cosas por redes sociales o por Google, no porque los papás hablen de eso”, añade Estefanía. Y esos datos, están de acuerdo todas las brigadistas, no siempre son correctos. Además, los jóvenes no solo necesitan información técnica sobre cómo usar un método anticonceptivo. Es diferente hablar con un profesional sobre sentimientos, placer, orientación sexual y autoestima.

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Educación entre pares, una forma de llegar a los jóvenes con información correcta

Las brigadistas de este piloto de salud sexual y reproductiva están entre décimo año de educación básica y segundo de bachillerato. Fueron escogidas por sus rasgos de liderazgo, empatía y capacidad persuasiva. Han aprendido sobre violencia de género, abuso sexual, embarazo, aborto, enfermedades de transmisión sexual, y en diciembre del 2022 organizaron una feria de difusión.

La capacitación ha sido después del horario de clases, y sus primeras lecciones fueron cómo llegar a enganchar al público, explica Angie Burgos Lamilla, psicóloga clínica y orientadora de secundaria, parte del DECE de la ANAI.

La psicóloga y orientadora Angie Burgos acompaña a las alumnas en el proceso de capacitación. Foto: José Beltrán

“Las adolescentes se enfrentan a muchos más riesgos que antes”, dice Burgos. “Pese a que nosotras estemos como orientadoras en el departamento de consejería estudiantil, ellas sienten miedo o vergüenza de ir, porque nos ven como una figura mayor, y recurren a sus compañeras. Normalmente, la información que obtienen es de internet, y es errónea, y las lleva a tomar malas decisiones. Este proyecto nos dio un plus; ha sido una forma de psicoeducar a nuestras estudiantes para que vayan replicando la información entre sus pares”.

Este año, agrega la psicóloga, se ha visto mucha demanda de orientación por parte de adolescentes que sufren violencia, no únicamente en el hogar, sino con sus parejas; violencia psicológica y verbal, que empieza en forma de celos y prohibiciones.

La resistencia y el temor a ir a una autoridad del colegio aleja a las jóvenes, que ignoran los procesos que debe seguir el orientador: escuchar, encontrar el origen del malestar, que puede disimularse como bajo rendimiento académico. “Creen que lo primero que vamos a hacer es hablar con los papás”. Pero esto ocurre pocas veces. “Llamamos a los padres cuando hay dificultades que no pueden solucionarse en la academia, sino que necesitan apoyo desde casa”.

El embarazo no deseado es el mayor temor de los padres

Las jóvenes brigadistas van al Centro de Atención Integral para Adolescentes que tiene Kimirina. Están acompañadas de sus padres. Nancy Vaca dice que ve a su hija más segura, expresiva y comunicativa. “Ha nacido para ella una forma de integrarse y ayudar a otras personas”.

Mishell Paredes aporta que a través de su hija ha podido aprender cosas a las que no tuvo acceso en su juventud. “En mi tiempo, no tuve la oportunidad de tener esta educación. Para mi mamá, eso no se podía decir, sigue siendo un tabú, a pesar de la edad que tengo. Pero mi hija me ha despejado bastantes dudas”.

La auxiliar María Josè Bermello colabora en el área médica del Centro de Atención Integral para Adolescentes de Corporación Kimirina. Foto: José Beltrán

La mayoría de los padres afirma que lo que más les preocupa es que sus hijas se enfrenten a esta edad a un embarazo no deseado. “Creo que es el número uno para las madres”, comenta Paredes, “porque creo que todas en algún momento tuvimos un embarazo así”. Las enfermedades vienen en segundo lugar. Esto se debe, afirman, a la completa transformación de la vida después del embarazo. “Es un cambio radical. Ya no eres tú. Son dos. Tú, menor de edad, sin saber qué hacer”.

Silvia Rivera explica que buscan replicar la experiencia en otros colegios; al momento, la ANAI está interesada en que haya brigadistas en su sección masculina. “El programa cubre el tema de violencia de género, pues no sabemos si hay o no violencia en los hogares de los jóvenes, y los chicos pueden crecer viendo esta violencia, y para ellos se vuelve normal”, y luego repiten la conducta de los padres. El análisis de este proyecto permitirá presentar un informe a la Subsecretaría de Educación, para dar oportunidad a colegios fiscales.

¿Qué señales pueden indicar que un adolescente está viviendo violencia en su hogar?

La violencia tiene grados. Podemos estar en situaciones de violencia normalizada. Gritar es uno de los síntomas. Otro es celar. “Las adolescentes e incluso las mujeres adultas piensan que si la pareja las cela es porque las quiere (...) cuando toda relación viene de estar basada en la confianza y en la comunicación de ambas vías”, añade Rivera.

Confundir esto puede llevar a ciertos patrones, como admirar a los chicos que se rebelan, que se escapan, que son los más chéveres. “Buscamos que las mujeres se planteen: ¿qué puedo esperar de un chico que le grita a la mamá? Cómo saber si en el futuro no va a hacer lo mismo conmigo?”.

No se trata, explica Rivera, de prohibir a los adolescentes que tengan una vida sexual o que tengan hijos, sino animarlos a hacer un plan de vida informado, a conocer sus derechos, a saber adónde quieren llegar y qué metas quieren cumplir. “Tal vez ser madre sea el sueño de una joven, no es malo. Pero puede escoger lo mejor, tener cierta seguridad para sí y su pareja, porque el mundo está más difícil cada día”. (F)