La ley de la atracción es la creencia de que el universo fabrica y provee aquello en lo que están enfocados los pensamientos de cada cual. Es algo así como una regla universal en la que los semejantes se buscan. Los pensamientos positivos traen consecuencias positivas.

Desde la publicación de El secreto, el superventas de Rhonda Byrne basado en una película documental de 2006, esta teoría se ha popularizado. Se dice que es parte de las tradiciones antiguas, pero si hay que buscar algo más cercano, están los escritores de la prosperidad y autoayuda, como Napolean Hill (Piense y hágase rico) y Louise L. Hay (Usted puede sanar su cuerpo). Byrne viene a ser su sucesora, pues El secreto estuvo en la cima de la lista de superventas del New York Times por 146 semanas consecutivas.

En la ley de la atracción, el pensamiento tiene un poder magnético; lo que pensamos se hace realidad. Las palabras, específicamente, son emociones que proyectamos al universo o a la divinidad o al subconsciente y terminan cumpliéndose. Pensar en abundancia y bienestar tiene buenos resultados, mientras que pensar en carencias y enfermedad produce lo contrario. Pensar en positivo y llamar las cosas que queremos que nos sucedan.

Publicidad

Por supuesto, hay críticas, por ejemplo, que libros como El secreto popularizan nociones erróneas de la ciencia, y que el pensamiento de la prosperidad peca de injusticia al culpar a los pobres (o a los enfermos o a quienes sufren desgracias) por situaciones que se deben a la realidad social, a la naturaleza o a la genética, no necesariamente a sus pensamientos.

Una opinión favorable, pero no mágica

La ley de la atracción tiene ciertas variantes, como la creencia en los decretos y afirmaciones para alcanzar el bienestar. La terapeuta holística Verónica de Ycaza hace referencia al Kybalión, cuya autoría, dice, se atribuye a Hermes Trismegisto. Esta obra se compone de siete principios o leyes que regirían el orden cósmico, y que fueron editados en forma de libro en 1908. La primera ley, de la cual se derivan todas las demás, dice: ‘El todo es mente, el universo es mental’. La segunda, llamada principio de correspondencia, expresa: ‘Como es arriba, es abajo, como es abajo, es arriba’. Y el sexto es causa y efecto.

Si alguien tuviera interés en reeducarse en el uso de su mente y el sanar cualesquiera situación en su vida, el estudiar estas leyes, y sobre todo, llevarlas a la práctica, le apoyaría mucho”. No importa realmente dejarse llevar de la opinión de otro, dice De Ycaza, sino desarrollar la propia experiencia y confirmar que el mundo interno actúa sobre aquello que se manifiesta en el exterior.

Publicidad

Este nuevo pensamiento o pensamiento positivo está enfocado en la curación de una situación. Su premisa es la consciencia del origen de aquello que está causando desequilibrio. “Implica reflexión, objetividad y compromiso para un cambio interno. No es una varita mágica”, advierte, sino un instrumento para dirigir energía creativa a dar forma a lo que queremos que se manifieste, “siempre y cuando sea para nuestro bien y el de los demás”.

Pues si el pensamiento es egoísta o quiere dañar a otros, y llega a realizarse, se experimentará la ley de causa y efecto. “Y no como castigo, sino para nuestro aprendizaje”. Un pensamiento ético, dice la terapeuta, está regido por la verdad, sea esta de nuestro gusto o no. “Un método para entrar en la realidad es hacerse estas tres preguntas básicas: ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que puedo? ¿Qué es lo que debo?”.

Publicidad

Una propuesta diferente, desde el psicoanálisis

La naturaleza de la mente humana está alimentada por dos fuerzas, plantea el psicoanalista Carlos Silva Koeppel: el miedo a lo que no queremos y la esperanza de lo que queremos. El deseo de que pasen cosas súbitamente, como un milagro, es un pensamiento mágico, el mismo principio por el cual se compra la lotería o ciertas personas tienen afición a los juegos de azar.

“No hay ningún tipo de correlación entre lo que pienso y lo que quiero, es una postura muy cómoda”, dice Silva, que se aprende desde la niñez, a no sufrir, a no equivocarse, y eso es irreal. Hay que trabajar, expresa, pero ni siquiera eso garantiza que uno conseguirá lo que quiere, pues la vida tiene su propia carga de asperezas, estructuradas políticamente y socialmente.

Mentalizar algo y manifestarlo no es la manera de obtener resultados. “No es que mi mente es el universo o el universo es mi mente. Nosotros conocemos el universo lo mismo que conocemos el cerebro”. Pensar que podemos mover el universo a nuestro favor responde a “una suerte de antropocentrismo, para lidiar con la idea de que somos insignificantes, más de siete mil millones de personas, cada una con sus propias ideas”.

Vivir implica un gran peso para todos, y necesitamos recursos para sobrellevarlo. Algunos eligen creer en algo superior, y tener una visión optimista y alegre, o “se puede vivir más desencantados, pero con los pies en la tierra”.

Publicidad

A todos, dice el psicoanalista, nos vendría bien saber qué es lo que sí está a nuestro alcance. “Lo que podemos controlar son nuestras acciones. Una cosa es tener una meta, que puede ser utópica pero mantiene tu motor de trabajo, te mantiene viviendo; a algún lugar vas a llegar”. Recomienda revisar también qué es lo que se desea con tantas fuerzas. ¿Es trivial, es individualista, es trascendental? “Al universo no le importa si quiero el último modelo de carro”. Esas son cosas humanas, materiales.

Es distinto a quien desea, por ejemplo, tener una relación trascendental. “Probablemente se cumple, pero no es porque el universo va conspirando o las energías confluyen. Sí hay un aspecto cognitivo, que se puede pensar como programación: la persona se predispone, está abierta y alguien aparece, pero eso es una cosa que responde al amor, a la vida”.

En cambio, un decreto desde la individualidad, el ego y la codicia, que busca algo para que todos sus problemas se resuelvan, allí no hay amor, trascendencia ni altruismo. “Decretar que queremos algo sin trabajar por ello no tiene sentido”.

Cuando se alienta este tiempo de pensamiento a través de propaganda, mercadotecnia o mensajes de tipo mágico o religioso, se juega con el sufrimiento de la persona que quiere salir del problema. “Buda dijo que todos sufrimos, y todos queremos salir de allí, no importa cómo”, aporta Silva. Cuando las personas sienten que las religiones ya no resuelven su sufrimiento, llegan la astrología, el coaching y los nuevos gurús, que están en los libros y en la televisión y hoy están en TikTok, retándonos a ser felices con métodos rápidos y fáciles.

“Se juega con el sufrimiento de las personas”, insiste Silva, y con su esperanza de cambio, que es lo que suele mantenerlas vivas. “La esperanza es, quizás, lo más delicado que tenemos los seres humanos”.

La propuesta del psicoanálisis no es estar desencantados de la vida, sino aprender a estar atentos, a dejar de ser crédulos, a elegir bien en quién depositar nuestras esperanzas. “Crea en sí mismo, en la persona que tiene al lado, en el mundo en el que vive, en su humanidad, en que las leyes pueden funcionar. En el amor, no necesariamente en pareja. Sin eso, ¿qué hacemos en la vida?”.