Conducir es un elemento de la independencia de muchas personas, y forma parte de la vida cotidiana, pero cuando notamos que una de nuestras personas más cercanas no está totalmente al control en el auto, ¿cómo decírselo?

No es solo una cuestión de edad. No todos los conductores de avanzada edad representan un riesgo. En líneas generales, este grupo suele verse menos involucrado en accidentes de tránsito que los más jóvenes.

El doctor Aldo Guevara D’Aniello, gerontólogo y geriatra, considera que no hay tal cosa como una edad en la que naturalmente se debería pensar en dejar de conducir. La edad cronológica, en innumerables ocasiones, no coincide con el deterioro biológico. “De ahí que existen personas octogenarias que parecen sexagenarias y viceversa”, comenta.

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Es lo que se conoce en gerontología como heterocronía y heterometría: el proceso de envejecimiento no es directamente proporcional al tiempo vivido. “Por consiguiente, no existe una cifra límite en años de existencia para dejar de conducir”.

Al contrario, dice el médico, no es raro encontrar ultrasexagenarios experimentados a nivel del volante que se mantienen hasta avanzada edad en sus labores con pericia y satisfacción en su desempeño.

Así que más que preocuparse de que el abuelo o la abuela pasaron una meta de edad y hay que pensar en que ‘pasen’ las llaves, hay que observar ciertas señales de salud.

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A qué poner atención para seguir conduciendo

“Es natural que la capacidad de concentración y de atención se vayan perdiendo con la edad”, dice por su parte Claudia Happe, especializada en cuestiones de psicología vial.

Cuando se acumulan muchos errores graves al volante o si se produce un accidente, las señales son claras. También hay indicaciones más sutiles. “Muestra reacciones tardías ante el semáforo en reiteradas oportunidades o duda a la hora de dar prioridad de paso a otro vehículo”, advierte Claudia Happe. “O se niega a conducir en tramos desconocidos”, añade.

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Si pierde cada vez más la paciencia al conducir e insulta o se enoja mucho con otros conductores, puede reflejar inseguridad. Otro indicador es el estado del carro. Cuando uno tiene cierto miedo de ir con alguien al volante, es hora de poner el tema sobre la mesa.

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Algunas señales tienen que ver con los órganos de los sentidos, como la vista y el oído, pero también con otros aparatos y sistemas como el óseo y el neurológico. Por ejemplo, dice el doctor Guevara, las artrosis y artralgias en la columna vertebral en toda su extensión, especialmente a nivel cervical y lumbar, van a complicar las acciones del conductor, y déficits del sistema nervioso central como temblor senil y enfermedad de Parkinson, van a comprometer reflejos y complicar el dominio del vehículo.

En lo que respecta a la vista, hay que estar atento a las cataratas y a signos de glaucoma y degeneración de la mácula, muy frecuente con los años, y también a la esclerosis auricular interna y acúfenos, que son propios del proceso de decadencia del órgano de la audición.

“A esto hay que añadir la desorientación temporo-espacial que puede confundir vías de doble circulación sin serlo, y ocasionar un accidente que cueste la vida”, señala el médico.

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Preguntas frecuentes sobre la licencia digital en Ecuador

Por eso, es importante consultar ante el primer síntoma para solucionar a tiempo cualquier desequilibrio temporal. Reconocer las propias limitaciones. Crear una rutina que permita conservar las habilidades en la conducción y aprovechar la experiencia.

Condiciones visuales óptimas para conducir

¿Qué señales nos advierten, independientemente de la edad, que necesitamos un chequeo visual antes de seguir conduciendo? “Si usted siente que las cosas comienzan a verse borrosas, si pierde campo de visión y es un poco complicado visualizar las placas del auto de adelante, lo más recomendable es realizar un chequeo visual completo y determinar qué está sucediendo”, recomienda la optómetra Karla Aguirre, de Óptica Los Andes.

Para poder conducir se requiere, entre otras cosas, una agudeza visual óptima, entendida como la capacidad para detectar, distinguir o identificar detalles en buenas condiciones de iluminación. “En el Ecuador lo óptimo es que el conductor tenga una visión 20/20, pues adicional a la agudeza visual, el conductor debe tener un buen campo visual (el área espacial que el ojo percibe mirando hacia adelante sin necesidad de girar el cuerpo ni la cabeza)”.

¿Qué dicen los reglamentos de conducción?

Aguirre pide recordar que el Reglamento General de Conductores no permite la conducción durante un tiempo a quienes han recibido cirugía refractiva o han quedado con ciertas condiciones posquirúrgicas. “En estos casos, para obtener o renovar la licencia es necesario presentar un informe de intervención, que le otorgará una validez para un periodo de 1 a 3 años, como máximo”.

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Además, el reglamento no admite condiciones como ptosis ni lagoftamia. Ptosis es la caída excesiva del párpado superior y la imposibilidad de subirlo, y puede suponer una pantalla que impide la entrada de luz al interior del ojo, afectando a la visión. Lagoftalmia es la imposibilidad de cerrar por completo los párpados, que ocasiona problemas en la distribución de la lágrima y sequedad ocular, dificultando la visión.

Tampoco se puede conducir con alteraciones en la motilidad de los párpados que produzcan un descenso de la visión por debajo de los mínimos establecidos, aunque la ley sí admite que un profesional certifique que el trastorno no dificulta gravemente la visión y que se puede conducir, con alguna restricción o con una duración temporal de la licencia.

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Asimismo, no se permite la obtención del permiso de conducir en casos de diplopías acusadas (visión doble). En el caso de diplopías repentinas, el reglamento establece un periodo mínimo de 6 meses sin conducir hasta una nueva valoración.

Si alguien tiene un problema en ambos ojos, por ejemplo, catarata (opacidad de cristalino), es mejor realizar la cirugía, recuperarse, y luego programar el examen visual para volver a conducir.

La licencia de conducir, símbolo de la independencia

Tener una conversación como esta no es fácil. “Para los mayores, que tal vez estuvieron décadas manejando sin tener ni un solo accidente, es muy difícil sentir que se les señala algo que supuestamente hacen mal”, observa Happe.

También sucede que la licencia es todo un símbolo de independencia para mucha gente, es la posibilidad de decidir por sí mismos qué quieren hacer y adónde ir.

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Renunciar a eso es un paso muy doloroso. Una posibilidad sería hacer pausas o dejar de conducir cuando llueve o cuando está oscuro. Si toma alguna medicación que no tiene un efecto tan fuerte por las mañanas, podría aprovechar esa hora del día para salir. Si quiere una opinión objetiva, puede pedirle a un profesor de conducción que lo acompañe a dar una vuelta y dé su parecer.

¿Puede ser un proceso gradual? “Esa es una meta que cada persona puede fijarse en su preparación a la vejez”, indica Guevara. “Cuando uno se pregunta ¿cómo quisiera que sea mi tercera edad? Y se va fijando topes para todo aquello que querrá hacer en esa etapa vital. No solo lo que va a dejar, sino lo nuevo que va a practicar”. Ese tiempo lejos del carro, ¿cómo va a disfrutarlo?