Hay varios factores que pueden incrementar las probabilidades de que una persona tenga cáncer de hígado (o carcinoma hepatocelular, su nombre apropiado). Y algunos de ellos son inevitables, por ejemplo: ser de origen asiático, latino o afroamericano y ser hombre conlleva más riesgo, tal vez por algunos comportamientos que también componen la lista que está a continuación. ¿Reconoce alguno?

  1. Hepatitis crónica viral. En el mundo, este es el factor de riesgo más común. Es una infección a largo plazo que conduce a cirrosis y es responsable de la mayor parte de casos de cáncer de hígado en muchas regiones. Se trata de la hepatitis C, en el caso de Estados Unidos, y la B, en el caso de Asia y de economías en desarrollo. El riesgo es mayor si la persona es bebedora frecuente, esto es, al menos seis bebidas alcohólicas al día, señala la Sociedad Americana del Cáncer.
  2. Hay que tener en cuenta, además, que la hepatitis B y C se transmiten a través de fluidos, sea por vía intravenosa (como ocurre al usar una aguja o equipo contaminado), sexo sin protección o durante el parto. Algunos niños pueden contraerla a través del contacto prolongado con familiares infectados. ¿Cómo diferenciarlas? La hepatitis B es más proclive a presentar síntomas parecidos a los de la gripe y también ictericia (piel y ojos amarillos). La mayor parte de los adultos se recupera después de pocos meses. Los bebés y niños, en cambio, tienen mayor riesgo de convertirse en portadores crónicos.
  3. La hepatitis C, por otro lado, no siempre presenta síntomas, pero los que la tienen suelen desarrollar infecciones crónicas que terminarán por dañar el hígado. Los que se infectan con hepatitis A o E, en cambio, no desarrollan hepatitis crónica o cirrosis (cicatrización del hígado debido al daño celular), y no ven aumentar su riesgo de tener cáncer de hígado.
  4. Quienes tienen hígado graso no alcohólico pueden sufrir una complicación llamada esteatosis hepática y, con el tiempo, desarrollar cirrosis. El hígado graso no alcohólico es una condición común en las personas obesas.
  5. Ciertas enfermedades metabólicas heredadas, como la hemocromatosis (absorción desmedida del hierro de los alimentos), pueden conducir a cirrosis y cáncer de hígado.
  6. La diabetes tipo 2 ha sido ligada con un riesgo mayor de cáncer de hígado, usualmente en pacientes que suman otros factores, como consumo fuerte de alcohol o hepatitis viral crónica y sobrepeso u obesidad.
  7. Ciertos hongos que contaminan los cereales, semillas y granos generan aflatoxinas (es más común en países cálidos y tropicales). Estar expuesto a largo plazo a estas sustancias es un factor de alto riesgo de cáncer de hígado.

El oncólogo Federico Esteso, del Área de Tumores Digestivos del Instituto Alexander Fleming, en Buenos Aires, explica que el 90 % de las veces el cáncer de hígado se desarrolla en órganos que han tenido una enfermedad previa, habitualmente cirrosis.

La hepatitis crónica viral es el factor de riesgo más común para cáncer de hígado. Foto: Shutterstock

“La cirrosis es el paso final de una inflamación en el hígado, y las causas más comunes para esto tienen que ver con el desarrollo de hígado graso, que está asociado a sobrepeso, diabetes, sedentarismo, alta ingesta de alcohol”, pero también con las infecciones virales de hepatitis B y C. “Con esas cuatro causas, los dos virus, el alcohol y el hígado graso no alcohólico (parte del síndrome metabólico) estarían conformados los principales factores predisponentes para riesgo de cáncer.

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Reduzca los riesgos de desarrollar enfermedad del hígado

Lo primero que menciona Esteso es la vacunación contra el virus de la hepatitis B (no hay vacuna reconocida como eficaz para el virus C), pues en la población vacunada disminuyen las tasas de infección y, por tanto, el desarrollo de cirrosis y hepatocarcinoma. Y, ante ambos, conocer las vías de contagio anteriormente descritas.

También marque en el listado cuáles de los factores de riesgo comparte: ¿sobrepeso, sedentarismo, consumo de alcohol? Hacer cambios podría disminuir las probabilidades de tener tumores, en particular el hepatocarcinoma. “Y, por supuesto, entender que el alcohol es un factor de riesgo para cáncer en general. No hay ninguna dosis de alcohol que se pueda decir que es saludable”, enfatiza el médico. “A más ingesta de alcohol, más riesgo de enfermedad hepática”, aclara. Establecer una medida de alcohol por semana es difícil, pero se puede decir que tenerlo como un hábito cotidiano ya es nocivo.

La diabetes mal controlada forma parte del síndrome metabólico; no es causa directa, pero puede contribuir, con el tiempo, a la formación de tumores en el hígado.

Lamentablemente, la mayoría de los pacientes busca un diagnóstico cuando tiene síntomas y la enfermedad ha avanzado. “Para que un tumor hepático dé síntomas (dolor abdominal, náuseas) tiene que ser grande”, indica Esteso. Antes que esperarlos, la persona y su médico deben reconocer sus factores de riesgo y guiarse por ellos.

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“Estos pacientes deberían estar en controles rutinarios, con ecografías cada seis meses para diagnosticar de manera precoz, porque en el hepatocarcinoma se cumple la regla general de casi todos los tumores: mientras más pequeños y sin síntomas, las chances curativas son más elevadas”.

Los exámenes de imágenes cada seis meses son una buena manera de detectar a tiempo tumores en personas con factores de riesgo para hepatocarcinoma. Foto: Shutterstock

El tratamiento depende de la situación clínica: tamaño y número de las lesiones, la extensión dentro del hígado, si se han extendido fuera del órgano. En los estadios más precoces, cuando los tumores son pequeños, se emplea la cirugía hepática o tratamientos locales, como las ablaciones, y también el uso de medicamentos directos.

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En algunos pacientes, el trasplante hepático puede ser la indicación. Y, si la enfermedad está avanzada y se ha diseminado fuera del hígado o el hígado está mayormente comprometido, se necesitarán tratamientos sistémicos. “Y en esta área ha habido una gran innovación en los últimos quince años, con la aparición de la inmunoterapia. Desde hace algunos años sabemos que la combinación de inmunoterapia con terapia antigénica es el mejor tratamiento para este paciente”.

Hay grandes expectativas con esta combinación. “Estamos esperando ver si estas medicaciones también nos permiten ayudar a pacientes en estadios más precoces”. Son potencialmente menos tóxicas y más eficaces que las terapias tradicionales, opina Esteso; mejoran la supervivencia, retrasan el crecimiento del tumor, mejoran los síntomas e impactan la calidad de vida.

Los fármacos más prometedores en el tratamiento del carcinoma hepatocelular son el atezolizumab en combinación con bevacizumab, cuando el tumor se ha propagado o no se puede extirpar mediante cirugía. “Son una primera línea terapéutica en pacientes que no tengan ninguna contraindicación. Han demostrado ser superiores a los tratamientos que teníamos previamente, con lo cual plantean un nuevo piso”. (I)