Un biomarcador es una molécula biológica que se encuentra en la sangre, otros líquidos u otros tejidos del cuerpo, y cuya presencia es signo de un proceso normal o anormal, de una afección o de una enfermedad. Se emplea para detectar con certeza determinados procesos corporales o patologías. Por ello, debe cumplir una serie de características: deben ser medibles objetivamente, ser específicos y ser sensibles.

Los bioindicadores pueden servir para obtener información sobre el riesgo de padecer una determinada enfermedad, o indicar de qué modo va a evolucionar el paciente (biomarcadores predictivos). Son herramientas diagnósticas que proporcionan certeza sobre la patología de un paciente o que permiten evaluar la respuesta a un determinado tratamiento.

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Estos componentes son utilizados en la llamada medicina de precisión o personalizada. Y son de especial interés para tratamientos y diagnósticos tempranos de los diferentes tipos de cáncer. La importancia de comenzar a implementar esta tecnología en los sistemas de salud de Latinoamérica se analizó en el seminario El Futuro de la Ciencia, realizado en Mendoza, Argentina, en octubre pasado, organizado por la farmacéutica Pfizer.

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En el evento se congregaron especialistas para realizar charlas explicativas sobre las ventajas de los biomarcadores y también los problemas que tienen los latinoamericanos para acceder a ellos.

En la región de América Latina, se producen casi 1,5 millones de nuevos casos de cáncer cada año. Representan el 7,6% de todos los casos del mundo. Los cánceres más diagnosticados tanto en Sudamérica como en el Caribe fueron el de próstata (15% de todos los cánceres, en ambos sexos), el de mama (14%), el colorrectal (9%), el de pulmón (7%) y el de estómago (5%).

Ecuador tiene una media de casos de cáncer cerca a los 30.000 anuales y 18.000 personas mueren al año por esta causa, según la Sociedad Ecuatoriana de Ginecología y Obstetricia. El principal es el de mama, seguido por los de próstata, estómago y tiroides (5%).

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En un estudio publicado en la revista The Lancet Regional Health Americas, proyecta que la incidencia de cánceres aumentará de 1,5 millones de nuevos casos a más de 2,4 en el año 2040 en la región. Esto supone un incremento cercano al 66%.

Por esto, los especialistas consideran que se deben aplicar mecanismos para mejorar diagnósticos y tratamientos. Los biomarcadores son el “futuro”, dice el doctor Fernando Petracci, médico especialista en oncología clínica y cáncer de mama del Instituto Alexander Fleming de Argentina, y que participó del seminario.

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Considera que una de las grandes trabas que existe para aplicarlos en la región es que son considerados por los sistemas de salud público como tratamientos muy costosos por lo que añadiría más presión a los presupuestos para medicina de los países.

Si bien el especialista afirma que el tratamiento del cáncer de por sí es caro, considera que en la región todavía se tiene “el chip” de una medicina curativa y no preventiva. Es por esto que un gran porcentaje de los casos de cáncer se detectan en una etapa avanzada.

“Una droga, un dispositivo médico, un testeo genético para determinar si un tratamiento te va a ser más útil que otra, todo eso requiere de una inversión millonaria. Una empresa puede invertir en 30 drogas en diez años, pero solo logra que una se comercialice en el mercado y por eso se asegura la patente cinco a diez años para recuperar lo invertido”, dice.

Sin embargo, indica el especialista, hay formas para que los países latinoamericanos puedan otorgar tratamientos considerados caros en sus sistema de salud pública.

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“Hay distintos modelos de salud que se entrelazan para que una determinada medicación llegue a un paciente más tempranamente. Tenemos lo que conocemos como riesgo compartido, medicina basada en valor en el cual necesitas recolectar datos de la vida real”, asegura.

Por ejemplo, una empresa farmacéutica, la empresa aseguradora y el sistema público (que representa al paciente) se comprometen a que el paciente acceda a una medicación por tres meses de forma gratuita. Aquí se debe demostrar que la medicina le resultó útil al usuario.

En este proceso se redefine el costo de la medicación si la medicina funcionó. “Esto hace que accedan más pacientes al tratamiento innovador y de forma más rápida”, asegura Petracci. (I)