Cinco detalles que todo ecuatoriano debería conocer sobre el cacao nacional:
Primero, el antecedente arqueológico más antiguo de su consumo en el mundo proviene del actual cantón Palanda (provincia de Zamora Chinchipe), con más de 4.000 años de antigüedad, aunque nuevas teorías sugieren que esos cultivos pudieron venir de la costa.
Segundo, nuestras culturas ancestrales comercializaron el cacao navegando en grandes balsas techadas hacia territorios como el actual México.
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Tercero, los corsarios, bucaneros y piratas que en la época Colonial llegaban para saquear Guayaquil colaboraron –sin saberlo– a la difusión global de esta ciudad como la capital internacional del cacao y al registro histórico de ese producto a través de sus crónicas de viajes.
Cuarto, los grandes productores de ese fruto agrícola (llamados coloquialmente los Gran Cacao) ayudaron a financiar las batallas independentistas que liberaron a Guayaquil y al actual Ecuador de la Corona española.
Y, como quinto punto, ellos han sido impulsores valiosos del desarrollo urbano de esta ciudad.
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Todos esos antecedentes históricos son parte de los contenidos exhibidos en las quince salas que componen la gran obra que los guayaquileños tendremos en el marco de las fiestas patronales: el Museo del Cacao, que busca inspirar a los porteños a reconectarse con este majestuoso pasado y presente agrícola, y para explicarles a los visitantes que la pepa de oro es parte de nuestra identidad.
Este proyecto viene gestándose desde hace 7 años, cuando el entonces alcalde Jaime Nebot delegó la ejecución de esta iniciativa a Gloria Gallardo Zavala, presidenta de la Empresa Pública Municipal de Turismo. “El Museo del Cacao debía ser una realidad para dignificar a esta ciudad como la capital mundial del cacao”, indica Gallardo, quien desde entonces defendió que debería instalarse en la casa que era propiedad de Walter Guzmán Aspiazu y su esposa, María Violeta Mercedes Marcos Ycaza, y construida entre 1927 y 1929 por el italiano Francisco Maccaferri, renombrado arquitecto que también construyó el palacio Municipal.
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El lujoso inmueble, regenerado por la Municipalidad para este propósito, conserva su esplendor original a través de su fachada con reminiscencias al estilo art nouveau y una estructura que empleó cemento, material considerado innovador en esos años. Además, luce una fabulosa escalera circular de mármol que conecta los pisos de esta singular casa.
Gallardo tomó ese proyecto como una meta personal, por lo cual estableció los contactos adecuados para concretarla como parte de la regeneración de la calle Panamá. Así que llamó a un concurso público para adjudicar la concesión, la cual finalmente fue entregada a la empresa Admuscac, de Carlos García Fuentes, propietario de la hacienda cacaotera Victoria (km 95 de la vía a la costa), quien acogió esta responsabilidad conociendo que tendría un gran componente de filantropía, porque requirió una inversión que difícilmente podría ser recuperada.
“Fue un gran desafío. Como siempre digo, los ángeles de Dios nos van poniendo en el camino correcto”, señala la funcionaria, al agradecer la participación de las diversas personas que han hecho posible este museo, como Enrique Fierro (aspecto museográfico) y Lourdes Delgado (investigación histórica, apoyada por Guillermo Arosemena y José Antonio Gómez Iturralde, fallecido hace un año).
Los diversos espacios
Mariuxi García, directora del Museo de Cacao, explica que la propuesta comienza con los locales alquilados en la planta baja, donde se ubican Pasta & Basta (pastas frescas, sánduches y sopas), Dos Hemisferios (vinos producidos en Playas), La Mula Ciega (especializada en café ecuatoriano), La Pesca (restaurante de mariscos), Oui (bistro francés) y Postres de Diana Carrión (dulces y tortas), estos dos últimos dentro del denominado Garaje Guayas, patio interior del edificio. “Allí tendremos música en vivo y otras actividades”.
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Además, la planta baja exhibirá un amplio local que será muy especial: La Fábrica de Chocolate, la cual ha sido desarrollada por el chocolatero francés Jean Paul Burrus y que mostrará a los visitantes todo el proceso necesario para transformar el grano de cacao en una barra de chocolate. “El olor del cacao regresará a la calle Panamá, que funcionaba como tendal para secar el grano, ya que tendremos sacos de cacao en el portal como ocurría años atrás”, señala García, quien tiene una licenciatura en Bellas Artes (Washington D. C.) y estuvo involucrada en la programación del Museo de Arte Rubin (Nueva York).
Las salas de exhibición se despliegan desde el primer piso alto, donde el visitante conocerá la presencia del cacao en las antiguas culturas que habitaron este territorio, por lo cual se muestran reproducciones de piezas de alfarería, también figuras hiperrealistas de antiguos pobladores de la costa ecuatoriana y dos recreaciones: un segmento de la balsa que navegaba largas distancias con este producto y el de un barco empleado por los piratas que llegaban atraídos por la riqueza que, en parte, era producida por el cacao.
La elegante escalera de mármol del inmueble lleva a un segundo piso alto que muestra fotografías y piezas históricas que narran el auge de la producción y exportación de la pepa de oro, además de una recreación a tamaño real de la sala de la casa Aspiazu-Marcos, con figuras de sus dueños originales, y finaliza con una exposición de chocolatería, bombones y dulces preparados con el cacao ecuatoriano. Y a mediados de septiembre abrirá la terraza con un restaurante.
“El Museo del Cacao será motor de vida e ícono turístico de Guayaquil”, augura Gloria Gallardo Zavala, “y mostrará el espíritu valiente de los guayaquileños que nunca se inclinan frente a la adversidad”.
Ingreso: Aporte voluntario para los ecuatorianos, $ 5 para extranjeros, desde los 12 años de edad. Audioguías a $ 2,50, tours guiados a $ 8 para grupos de hasta 5 personas.