El cociente o coeficiente intelectual (CI o IQ, por sus siglas en inglés) es una medida utilizada para expresar la inteligencia relativa de una persona. Estos puntajes pueden predecir la capacidad para aprender y realizar ciertas tareas y, hasta cierto punto, pronosticar el logro académico y desempeño laboral posterior de una persona.

Una creencia común acerca del coeficiente intelectual es que es innato y constante. Sin embargo, existe evidencia de que el coeficiente intelectual de una persona puede subir —e incluso bajar— con el curso de los años.

Un estudio publicado en la revista Nature en 2011, realizado por investigadores del Wellcome Trust Centre for Neuroimaging de la University College London, llevó a cabo pruebas de inteligencia y tomografías del cerebro a 33 estudiantes británicos en 2004, cuando tenían entre 12 y 16 años, y nuevamente en 2008, cuando tenían entre 15 y 20 años. Cada vez, los adolescentes tomaron pruebas de coeficiente intelectual que midieron sus habilidades verbales y no verbales.

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Luego, utilizando imágenes de resonancia magnética, los investigadores escanearon los cerebros de los adolescentes mientras realizaban tareas verbales, como leer o nombrar objetos, y tareas no verbales, como resolver acertijos visuales con las manos. La idea era hacer coincidir los puntajes de sus exámenes con una imagen de la estructura y actividad de su cerebro en cada momento.

Variación del coeficiente intelectual durante la adolescencia

Los resultados de la prueba revelaron cambios dramáticos: entre la primera prueba y la segunda, los puntajes de CI verbal y no verbal de los adolescentes aumentaron o disminuyeron hasta en 20 puntos (en una escala para la cual el promedio es 100). Algunos adolescentes mejoraron o disminuyeron solo en sus habilidades verbales o no verbales, o mejoraron en un área y disminuyeron en la otra.

Los escáneres cerebrales reflejaron las diferencias de puntuación. En los adolescentes cuyos puntajes de CI verbal habían aumentado, por ejemplo, los escáneres mostraron una mayor densidad de materia gris en una región del cerebro activada por el habla. Los adolescentes cuyas habilidades no verbales habían mejorado mostraron cambios en una región del cerebro asociada con los movimientos motores de la mano.

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“Estos cambios son reales y se reflejan en el cerebro”, explicó Cathy Price, coautora de la publicación, en una entrevista a la revista Science. “La actitud de la gente es decidir desde el principio que este es un niño inteligente, y este no es un niño inteligente, pero esto sugiere que no se puede hacer esa evaluación en la adolescencia”, resaltó.

Los resultados son “realmente emocionantes”, dijo John Gabrieli, neurocientífico del Instituto de Tecnología de Massachusetts en Cambridge, que no participó en el estudio. “La gente ha pensado que el coeficiente intelectual es fijo o que se estabiliza muy temprano en la vida, pero aquí hay evidencia significativa de que la variación ocurre y continúa hasta la adolescencia”.

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El estudio no ofrece pistas sobre por qué ocurren las fluctuaciones. Pero sí plantea la posibilidad de que el entrenamiento u otras intervenciones puedan mejorar el rendimiento, dijo a la revista Science Frances Jensen, neuróloga y neurocientífica de la Escuela de Medicina de Harvard y el Hospital Infantil de Boston. “Este es un mensaje muy agradable y mixto para los adolescentes”, dice. “Sugiere que todavía hay plasticidad en esta etapa por lo que aún puede trabajar en las debilidades y mejorar las fortalezas”. (I)