Perfil

Cuando hace un año el presidente egipcio Mohamed Morsi pidió la renuncia de los comandantes de las Fuerzas Armadas y nombró a un general joven, religioso y de voz suave para que las liderara, fue una demostración de que el Ejército se había subordinado al primer líder electo democráticamente en el país.

Un año después, el general Abdel Fatah al Sisi lideró un golpe de Estado que puso fin al mandato de Morsi.

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Al momento de su nombramiento en agosto, la elección de Sisi, de 58 años, parecía ser apropiada para Morsi y la generación más joven de comandantes militares que buscaban una promoción tras años bajo el mando de viejos generales, como el mariscal de campo Hussein Tantawi, de 78 años, ministro de Defensa de Hosni Mubarak durante dos décadas.

El Ejército fue la cuna de los autócratas que gobernaron Egipto durante los 60 años anteriores. También rigió el país durante los tumultuosos 16 meses después de la revolución que derrocó a Mubarak, el último general que sirvió como presidente.

La rama militar parecía reacia a entregar el poder a Morsi, hasta que el nuevo presidente obligó rápidamente a Tantawi y varios comandantes más a optar por la jubilación.

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Los egipcios querían que sus soldados volvieran a los cuarteles, y el carismático Sisi parecía un hombre capaz de mantenerlos allí. A lo largo del siguiente año, Sisi advirtió del malestar y las divisiones políticas, pero afirmó en varias ocasiones que el Ejército no debía volver a la política.

“La lealtad de las Fuerzas Armadas está con el pueblo y el país”, dijo Sisi en noviembre, cuando partidarios y opositores de Morsi se enfrentaron en las calles por los planes para introducir una nueva Constitución.

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Sisi finalmente abandonó su negativa a tomar partido el lunes y anunció a Morsi, el hombre que lo había elegido, que en 48 horas debía lograr un acuerdo para compartir el poder con sus rivales.

En los últimos meses se había mostrado inquieto por la división política que atraviesa Egipto, por lo que llegó a declarar en enero pasado que el Estado corría el riesgo de colapsar y ofreció mediar entre el gobierno y la oposición.

Además de su juventud en comparación con los comandantes de alto rango, tenía dos atributos que lo volvían un candidato perfecto para Morsi en su búsqueda de una nueva generación de líderes militares.

En un Ejército conocido por su secularismo, Sisi es un musulmán devoto y se dice que su esposa usa el niqab, que cubre su cuerpo por completo. Y después de un año en la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense en Pensilvania en el 2005-2006, tenía buenas relaciones con Washington, que financia al Ejército de Egipto con 1.300 millones de dólares al año.

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“Gente del gobierno y el Ejército estadounidense lo conocían. Era un nombre mencionado cuando la gente hablaba de las próximas generaciones”, sostiene Robert Springborg, experto en el Ejército egipcio de la Escuela Naval de Posgrado en Monterey, California.

En los meses desde su nombramiento el general Sisi mantuvo un tranquilo perfil público. Lejos de ser una rígida figura militar, tiene una presencia carismática, a menudo se lo vio sonriendo y se lo conoce por sus discursos sobre temas emotivos. Durante un discurso en un concierto en abril, algunos de los artistas que estaban en el escenario se pusieron a llorar al escucharlo.

Algunos liberales se mostraron inicialmente cautelosos por Sisi, especialmente después de que defendiera la práctica de las Fuerzas Armadas –luego repudiada– de llevar a cabo “pruebas de virginidad” a las manifestantes mujeres que se hubieran quejado de abusos.

Pero bajo el mando de Sisi las Fuerzas Armadas mantuvieron un amplio respaldo, siendo una de las pocas instituciones que cuentan con semejante apoyo.

De acuerdo con una encuesta de Zogby publicada el mes pasado, las Fuerzas Armadas como institución sumaron un nivel de confianza del 94%. Alrededor del 60% de los egipcios no islamistas se mostraron a favor de un gobierno militar temporal, mientras que casi todos los islamistas se opusieron.

Sisi promovió cuidadosamente el respaldo público a las Fuerzas Armadas en los últimos días, enviando aviones para lanzar miles de banderas egipcias a los manifestantes reunidos en la Plaza Tahrir de El Cairo.