Andrés, Bryan y Luisa son de Cali, sur colombiano. Su acento salta apenas sueltan la primera frase, pese a que algunos ya tienen años sin estar en su tierra. Cada día añoran los platos típicos de Colombia, recuerdan los paisajes caleños, extrañan a su gente, a sus familias. Y aunque son de la misma ciudad y comparten las mismas costumbres, ninguno se conoció allá. Sus rostros se encontraron recién en Guayaquil, hace dos años, aproximadamente, una vez que Andrés, Bryan y Luisa llegaron como refugiados en Ecuador.

Salieron de Colombia por motivos diversos. Por ejemplo, Andrés González, de 18 años, dejó su país luego de que su padre y su abuelo paterno fueran extorsionados por la guerrilla de las FARC. Tenían una finca en una zona rural. "Mi papá vino a Ecuador primero y yo me quedé con mi mamá. Luego mi mamá me dijo que saliera de Colombia porque tenía más futuro acá y aunque no quise, lo hice. Me costó más de dos años adaptarme a este cambio", refiere el joven.

Estudió en un colegio de Sauces, en Guayaquil, y también fue recibido por HIAS Ecuador, una ONG no gubernamental que trabaja con refugiados. Ahí conoció a Luisa Salazar, Bryan Reyes y una veintena de jóvenes colombianos más con quienes formó el grupo Unidos sin fronteras.

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Ahora ellos están listos para presentar un proyecto artístico en el que vienen trabajando desde junio del 2014 con la técnica de la fotografía estenopeica y cámaras hechas con materiales reciclados. Logran fotografías y negativos sin prácticamente nada de equipo. Sus cámaras son de cartón. El lente es reemplazado por una lámina metálica con un agujero. Fijando la cámara en un sitio durante 30 segundos o hasta cinco minutos, dependiendo de la luz, se puede grabar una imagen que luego revelan.

Copias de algunas fotos que se exhibirán este sábado.

Cuando en HIAS les hablaron de la fotografía estenopeica -entre otras opciones artísticas-, los jóvenes colombianos, unánimemente, optaron por aprender esta técnica. El resultado lo mostrarán este sábado en el Museo Nahim Isaías de Guayaquil, a partir de las 11:00.

En sus cinco fotografías a exhibir mañana, Luisa Salazar, de 20 años, refugiada, asegura que plasmó el trabajo y la vida cotidiana de Guayaquil, la ciudad que la acogió desde hace ocho años. "Quiero mostrar a Guayaquil como una pantalla que exhibe algo bonito pero tiene cosas muy diferentes: barrios urbanos y personas muy vulnerables. Eso pasa, por ejemplo, con el cerro Santa Ana. Cuando uno se mete por los pasillos encuentra algo muy diferente a lo turístico", relata.

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Si alguien sabe de vulnerabilidad es Luisa. Ser colombiana refugiada en Ecuador, dice, le costó. En el colegio sintió discriminación. "Mis compañeros se burlaban por mi acento y me decían si venía de la guerrilla".

Pero Luisa no tiene rencor.

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Es más, afirma que ese tipo de experiencias le ayudó a ser una mejor persona y fijarse planes para superarse. El próximo año quiere ingresar a la universidad y por ahora es el apoyo de su hogar junto con su madre. Ambas son el sostén de su hermana de 17 años, también colombiana; y de su hermano ecuatoriano, de 4.

"Ciertamente existe mucha discriminación, pero también existen las personas buenas. Aquí (en HIAT) me sirvió para encontrarme con personas de mi país y compartir algo de Colombia. Al estar en otro país nos unimos como hermanos", agrega la joven.

95% de refugiados en Ecuador son de Colombia

Las cifras lo dicen todo. Factores como la cercanía y una cultura relativamente similar hacen que Ecuador sea el destino seleccionado por los colombianos que buscan mejores días.

Según datos del Viceministerio de Movilidad Humana difundidos en febrero pasado, en territorio nacional hay 60.253 refugiados, de los cuales, el 95,14% son colombianos; es decir, un total de 57.325.

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Y eso no es todo. Ecuador ha recibido 233.049 solicitudes de estatus de refugiados.

Sonia Aguilar, oficial de información pública de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), explica a EL UNIVERSO que desde el 2015 el organismo trabaja con el Ministerio de Educación para promover la inclusión de refugiados y migrantes en las escuelas de Guayaquil.

"Somos conscientes de que existe discriminación hacia refugiados y migrantes, quienes deben atravesar por un proceso de integración, adaptación y de recuperación. En ese proceso, muchas veces hay esas discriminaciones cotidianas. Pueden ser miradas, actitudes, comentarios. Y eso no se transforma de un día para otro", señala Aguilar.

Para asegurar esa integración también está HIAS, dice César Torres, psicólogo de la ONG. "Nuestro trabajo es dignificar. Que nuestros refugiados tengan un espacio para trabajar en devolverles la dignidad".

Torres se refiere a que en sus países de origen pudieron atravesar situaciones vulnerables a manos de la guerrilla o narcotráfico, por ejemplo. "Sintieron sobre ellos otro poder que les quitó sus derechos. Nuestra misión es que ellos vuelvan a sentirse parte de una sociedad equitativa", agrega el psicólogo.

Huir de Colombia

Bryan Reyes, de 18 años, también de Cali, ha sentido esa integración en la sociedad ecuatoriana. Cuenta que hace diez años él salió de Colombia junto con su padre, madre y hermana por persecuciones de delincuentes. "A mi papá lo amenazaron de muerte. Debimos huir. Hoy nos sentimos tranquilos, en paz y seguros", relata.

Son pocos los casos en que una familia completa logra refugiarse en un país. Por lo general, en estos casos es común la desintegración familiar, ya sea porque alguna de las partes prefirió quedarse en su país o alguno de sus miembros murió en el intento.

Este último ejemplo es similar a lo que debió superar Camilo (nombre protegido), de 16 años. Hace 12 años su familia salió de Cali, pero su padre fue asesinado al poco tiempo en Santa Ana, Manabí. Aunque expresa que el crimen "fue bomba" porque salió en todos los medios de comunicación, prefiere no dar mayores detalles del caso, pero luego de esto fue a residir un año a Porto Alegre, Brasil, con su mamá y dos hermanas mayores.

"Regresamos a Ecuador y ahora estamos muy bien".

Asegura que los ecuatorianos son bastante comprensivos y que él entiende los porqués de cierta discriminación.

"Se ha creado un concepto del colombiano, como matón, guerrillero, narco... y se lo generaliza, en parte es comprensible, pero no todos somos lo mismo", dice Camilo con la misma firmeza de cuando expresa: "Me siento muy orgulloso de ser colombiano y nunca voy a negar quién soy". (I)