Bonanza. Finales de 1960 marca el inicio de la actividad camaronera en la Costa ecuatoriana. Solo se necesitaba abrir las compuertas, llenar las piscinas de agua y las larvas entraban solas. Todo era de forma natural. Lo recuerda Luis Puertas, uno de los empresarios que empezó este negocio en Pedernales (Manabí), en el estero del río Cojimíes.

Luego vino la captura de la larva silvestre, pero provocaba afectaciones en el ecosistema. Había mucha demanda y las camaroneras empezaron la producción en laboratorios y crecieron. En la década del 80 al 90 fue el boom. Tanto así que las exportaciones llegaron a su pico máximo en 1998 al registrarse $872,2 millones, según cifras del Banco Central del Ecuador (BCE).

La ruina. La crisis financiera y el virus de la mancha blanca, que se originó en Asia y se extendió a países que cultivaban camarón, provocaron la quiebra. El declive se empezó a sentir a fines de 1999 y comienzos del 2000. Las piscinas se empezaron a llenar de garzas y a vaciarse. Hubo mortalidad del producto hasta del 100%. Las exportaciones fueron en descenso de $ 607,1 millones (1999) a $ 252,7 millones (2002).

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Oswin Crespo, presidente de la Cooperativa de Camaroneros de Pedernales, que tiene socios de Manabí y Esmeraldas, recuerda que antes de la mancha blanca también hubo otros escenarios que mermaron el interés de los productores al punto de que algunos abandonaron las piscinas como los síndromes de gaviota, el de mortalidad temprana y la hepato pancreatitis que se presentaron en las últimas dos décadas.

En ascenso. Hoy varios productores camaroneros coinciden que el repunte llegó entre 2003 y 2005. Las cifras de exportaciones, según la Cámara Nacional de Acuacultura, pasaron entre esos años de $ 298,9 millones a $ 457,5 millones. Una estabilidad que siguió a partir del 2006. El ascenso se observó desde el 2008 ($ 712,7 millones) en adelante hasta el 2017 en que los envíos llegaron a $ 3.037 millones logrando superar por primera vez al banano.

Crespo da el mérito de este récord al trabajo genético realizado en estos últimos 14, 15 años y la tecnificación. “Ese mejoramiento genético, en tecnologías de reproducción como el caso de los aireadores, de la recirculación, un control de parámetros muy en detalle, ha hecho que Ecuador tenga la producción que ha logrado”.

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Reconoce que otra ventaja es trabajar con una especie de la zona, el camarón blanco o vannamei, y la estabilidad productiva, se produce todo el año.

El empresario orense Pedro Silva, con 23 años en esta actividad, expresa que los que se dedicaron a este negocio entendieron que se debían tecnificar e invertir para ganar.

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Tecnificación

Recientemente, él empezó a implementar alimentadores automatizados para el camarón. Este sistema es controlado desde una computadora y se dosifica el balanceado conforme a la necesidad, explica.

Otra inversión que hizo en su camaronera en Las Huacas, del Archipiélago de Jambelí, es reforzar los muros de las piscinas, mejoramiento de las zonas de compuertas por donde ingresa y sale el agua de las piscinas.

Roberto Boloña, gerente general de Soluciones Acuícolas, dice que con la mancha blanca el sector se dio cuenta que el problema debía ser resuelto de manera técnica. Ahí surgió, gracias a los estudios realizados, una nueva forma de producir larvas de camarón, se desestimó, por ejemplo, el uso de larva salvaje y se habló de un camarón sustentable y hubo una mejora en el sistema de producción, añade. Y que la mancha blanca no se ha ido, sino que ahora están mejor preparados.

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La ministra de Acuacultura y Pesca, Ana Katuska Drouet, ha anunciado la inversión de unos $ 200 millones para la electrificación de 100 mil hectáreas camaroneras en cuatro años, por lo que estima que las exportaciones en el 2019 llegarían a los $ 3.500 millones, y podrían seguir liderando la lista de productos no petroleros. (I)