Carlos (nombre protegido) fue deportado dos veces de Estados Unidos y no descarta irse por tercera ocasión. Aunque hoy tiene trabajo en el cantón azuayo de Girón, donde reside, insiste en que solo le alcanza para comer y no puede ofrecer una mejor calidad de vida a sus dos hijas.

Desde el 2016 han sido deportados desde Estados Unidos 5.543 ecuatorianos, según el Ministerio de Gobierno.

La primera vez que Carlos migró en el 2013, el coyote, como llaman al traficante de personas, le aseguró que el viaje sería un éxito. La ruta era Guayaquil-Tegucigalpa (en Honduras) por avión y el resto por tierra. La segunda, en el 2018, tomó un vuelo desde Guayaquil hasta Panamá y el resto en camión y a pie.

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En ambas ocasiones logró pisar suelo estadounidense, pero fue descubierto por las autoridades de migración. La primera vez lo deportaron de El Paso, Texas. En aquella ocasión, relata, el cansancio y la fatiga lo vencieron en medio del desierto a tal punto de perder la conciencia, pero milagrosamente una fuerte lluvia que cayó lo refrescó y le hizo retomar el sentido.

Cansado, caminó unos treinta minutos y encontró una especie de laguna de la que tomó agua y siguió su rumbo. Se fijó en el rastro de los restos de comida dejados por otros migrantes hasta llegar a una carretera y encontrar un rancho donde pidió ayuda, pero las autoridades lo descubrieron y deportaron.

La segunda vez intentó migrar ya con Donald Trump como presidente de EE.UU., pero lo deportaron de Nuevo Laredo, en Texas. Allí estuvo encarcelado cerca de un mes, tiempo en el que los agentes de migración encontraron que hace cinco años ya había intentado ingresar.

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Antes de irse de Ecuador, Carlos había instalado un taller mecánico en Girón, negocio que vendió para ayudarse con los gastos la última vez que intentó migrar.

Confiesa que al retornar al país se sintió feliz porque volvió a ver a sus familiares, pero luego le invadió la incertidumbre. “Me preguntaba: ¿qué hago?”, asegura.

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Ya en Girón se volvió a endeudar para comprar herramientas y montar de nuevo el taller. Ante la situación actual, dice, ha pensado en volver a intentarlo, más aún ahora que ya no se pide visa para ingresar como turista a México. Los logros de sus cuatro hermanos que fueron a EE.UU. de forma irregular, cruzando el río, lo motivan.

Sus familiares ya arreglaron los papeles siendo extranjeros en EE.UU., donde montaron una empresa y han comprado casas renteras en Girón. (I)