A Denis Diderot –filósofo y escritor francés– le regalaron una bata roja. Eso cambió por completo su vida y lo arruinó financieramente.

El albornoz escarlata era tan diferente del resto de su ropa que Diderot se sintió obligado a renovar su armario para que estuviera a tono con la bata nueva. Luego tuvo que cambiar su vieja silla por un gran sofá de cuero. Cambiar el escritorio sencillo, por uno elegante. Luego el resto del mobiliario. Todo para que cada pieza estuviese a tono con el nuevo albornoz escarlata.

Circa 1988, un antropólogo canadiense acuñó el término “efecto Diderot” para identificar un efecto social vinculado con un patrón de decisiones que desemboca en una espiral de consumo descontrolada. Amo de la bata vieja, pero esclavo de su albornoz nuevo, concluía Diderot.

Publicidad

El consumo responsable es la antípoda del efecto Diderot.

¿El problema? Que todo induce a consumir más. Los sesgos humanos naturales, la cognición, las promociones, los nuevos productos, están diseñados para consumir más.

Piense en esto: su decisión de consumo es una bifurcación en la vía ¿compro o no compro?

Publicidad

No es cuestión de intervenir políticamente y unilateralmente en las decisiones personales de consumo. Las prohibiciones –históricamente– no redujeron consumos. Los impuestos nutricionales como el “fat tax” en Dinamarca no funcionaron.

Su decisión de consumo es una oportunidad para hacer la diferencia. Cada compra puede ser una acción en favor del combate a la pobreza, disminución de la iniquidad y el cuidado al planeta.

Publicidad

El problema es que los seres humanos no entendemos el mutualismo como sí lo hacen otros seres vivos. Por ejemplo, cuando escasea el agua de los árboles de laurel en Ecuador y empieza a desfoliarse, los árboles producen una savia más dulce. Entonces las hormigas hacen sus nidos en las cavidades del tallo y cuidan el follaje; mientras pequeños insectos comedores de savia la hacen más dulce.

Cada decisión de consumo es una demostración de poder a las empresas. ¿Una marca agrede al ambiente, desperdiciando comida en ríos y quebradas para mantener precios altos de manera ficticia? ¿Otra marca ofrece liebre, pero le entrega gato? No las compre.

El trato equitativo, comercio justo, pago de salarios reales, acceso de los pequeños productores a mercados, etiquetado ético –como el semáforo– deben ser responsabilidad compartida. Y voluntaria.

Pero comprar o no comprar es su decisión. (O)

Publicidad