Los 'dominios' de Alexandra Flores y su Asociación de Trabajadoras Sexuales por un Futuro Mejor, con unas 150 integrantes, están en el Centro Histórico de Quito -la Plaza del Teatro, Plaza Grande, La Marín y la calle Junín-, donde la cuarentena se ha convertido en un ir y venir intermitente de vendedores ambulantes, policías y agentes metropolitanos.

"Nuestro trabajo es día a día. Nosotras damos de comer a nuestros hijos. Nuestras familias se conforman de cuatro, cinco y hasta seis personas. Cuando no tenemos ingresos como ahora, todo sufrimos", dice Flores en entrevista telefónica.

Ella tiene 6 hijos y su trabajo se vino a pique. "Nosotras cobramos $10 el programa o punto, más $3 de la cama. En total $ 13. Aunque con $10 no se hace nada, sirve para solventar la comida de un día y mis pasajes. Pero hay días buenos en que se hacen 3 o 4 puntos, pero eso no es de siempre”.

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Con la pandemia sus condiciones de vida han empeorado. "La mayoría de mujeres que estamos ejerciendo el trabajo sexual aquí, en las calles del Centro Histórico, pasamos de 40 años, y ahora no podemos trabajar en la calle. Hay tres compañeras que se están arriesgando y saliendo a trabajar porque hay dueños de casa que no entienden y exigen el pago del arriendo. Dos tienen cáncer y cinco diabetes. Por ellas, tengo que ir al centro de salud a conseguir medicinas. Otras no tienen ni un bocado de comida. Es muy duro, nadie se esperaba esto", afirma Flores.

Ella cuenta que han recibido kits de alimentos del Municipio de Quito, de la Prefectura de Pichincha y de la fundación Hermanas Amadas, pero tras dos meses de cuarentena su subsistencia se vuelve crítica, lo que empeora por la falta de papeles de muchas de ellas. El martes de la semana pasada, recuerda, la Secretaría de Territorio del Municipio las convocó en el Parque Cumandá para entregarles víveres.

"Estuvimos a las 07:00. Nos dijeron que nos entregaban los kits, pero que no salgamos a trabajar. Y nos pidieron la cédula y la credencial de trabajadoras sexuales. Eso fue terrible porque es discriminación a nuestros derechos".

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Sandy Campaña, jefa de la Administración Zonal Manuela Sáenz, dice que les pidieron cédula, carnet o cualquiera de los dos documentos para confirmar que el kit llegue a la persona indicada. Actualmente se está buscando apoyo de más entidades para reforzar la entrega de kits a las trabajadoras sexuales y coordinando con unidades de salud para capacitar en medidas preventivas aplicadas a la actividad que ellas realizan frente al coronavirus, señala la funcionaria.

El municipio ha entregado 150 mil kits de alimentos a sectores más vulnerables del Distrito Metropolitano de Quito. La meta es llegar a 500 mil kits, pero Flores sostiene que eso es insuficiente para enfrentar la pandemia y aspira a que a las trabajadoras sexuales se las contemple en las ayudas del gobierno. "Por lo menos que nos den este último bono de $60 que está dando el gobierno. Ninguna de las 150 compañeras de la asociación lo recibe", añade indignada.

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En su casa, en el norte de la ciudad, Pamela Torrealba, transgénero de 30 años y representante del Proyecto Tras género, Cuerpos Diferentes Derechos Iguales y de la Asociación de Trabajadoras Sexuales Trans de Quito, también cuenta cómo le va en su cuarentena.

Ella dice que vive sola y que cuando recibe una videollamada camina por su habitación, se acomoda en la cama, recorre la cocina, el baño… mientras el cliente la mira. "Mi trabajo depende de lo que el cliente quiera. A veces me preguntan si tengo juguetes sexuales, vibradores, botellas, pelucas, tacones, lencería, trajes especiales. Y bueno, lo hacemos en la cama, en la cocina o donde él quiera", afirma.

Torrealba asegura que antes de la pandemia le iba bien, incluso con un ligero repunte frente al inicio del año. "Luego anunciaron la cuarentena y pensamos que iban a ser solo esos 15 días, pero, resulta que ya llevamos dos meses", dice.

La Asociación de Trabajadoras Sexuales Trans de Quito tiene 80 trabajadoras sexuales, que se distribuyen entre la Plaza del Teatro, en el centro, y la zona rosa del norte.

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Respecto a si tienen otras opciones frente a la emergencia, responde: "Ahora tenemos algunos clientes, pero no podemos llamarlos porque están con sus parejas, la mayoría son hombres casados y no tienen excusa para salir de su casa. Por eso estamos trabajando por las redes sociales, utilizando otras alternativas”.

Cita un sinnúmero de sitios de web, cuentas en redes y WhatsApp. "Ahí publicamos un anuncio sencillo o contratamos uno con costo adicional, para mantenernos en el top, para que nos vean entre las primeras páginas. Puedes publicar fotos y dejar tu número. Al minuto empiezan a escribirte".

Torrealba añade que en la red hay menos riesgo. "En Colombia, Argentina, Chile, Venezuela, hay estudios webcam donde vas y transmites en vivo, con horarios de trabajo normal. Aquí no lo hacemos en estudios, sino en nuestros propios espacios. Entonces, no hay contacto físico, sino sexo en línea. Es la alternativa que más seguridad nos brinda en esta pandemia".

Para cobrar por sus servicios utilizan trasferencias bancarias, envíos a cajeros automáticos, Western Union y, cuando están en sitios más grandes, PayPal. ¿Cómo funciona el webcam? "Hay unos en que creas un usuario y transmites en vivo mientras vas generando dinero. Pero también está la videollamada. Primero, es una llamada normal en que me preguntan mi nombre, edad, si soy pasiva, activa, versátil; eso tiene que ver con el rol sexual. Después de concretar el pago el cliente hace la videollamada. Ahí empiezo a coquetear un poquito y, generalmente, me piden mostrar los senos, el cuerpo… que baile… Ese es el momento en que puedo pedir propinas por cada cosa que me piden".

Pero Pamela reconoce que en la cuarentena también hay citas presenciales. "En menor escala, lo hacemos físicamente, pero cuando llegamos al lugar toca desinfectarse y desinfectar al hombre, porque no se puede estar a dos metros de distancia".

El tema de fondo es la crisis y la falta de ingresos. Antes de la pandemia, dice, "el momento" costaba $30 y dependiendo de las jornadas y los lugares de la ciudad, podían ganar entre $300 y $2000 semanales. "Ahora, por la emergencia, cuesta hasta $20 dólares porque toca bajar el precio. Además, los hombres y mujeres que buscan acompañantes sexuales no tienen los mismos ingresos que antes porque no están trabajando".

Mientras cada una intenta conseguir clientes en las redes o por llamadas de celular, la Asociación de Trabajadoras Sexuales Trans de Quito coordina con el Sindicato de Trabajadores Sexuales de Quito, activistas y algunas instituciones públicas la entrega de donativos y canastas solidarias.

"Las que podemos hacer dinero todavía tenemos para comer, pero hay muchísimas que no tienen nada. Especialmente las que están en Guayaquil", dice Pamela, quien hasta que la cuarentena termine se ha visto obligada a ofrecer un combo de tres productos: "videollamada hot, envío de un video erótico y de tres fotografías, por $10". (I)