Dar un salto, pero uno que involucre un verdadero cambio, una nueva hoja de ruta hacia una economía más resiliente, circular y menos contaminante es el desafío ante lo que hoy denominamos una nueva normalidad en medio de la pandemia del COVID-19.

Los Gobiernos nacionales y locales, las empresas y los mismos consumidores tienen la misión de marcar este cambio.

Ya hay firmas, por ejemplo, que buscan mecanismos hacia una economía que genere un menor contacto entre las personas y los dispositivos con el impacto positivo en el medio ambiente ya que implica también menos desplazamientos.

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La pandemia de coronavirus incentiva el uso de la bicicleta eléctrica en Quito

“Nuestra tesis es que la tecnología puede ser una palanca muy útil para reaccionar y superar los aspectos más negativos de la pandemia sobre las bases de un nuevo paradigma”, dice Manuel Ausaverri, director de Estrategia, Innovación y Sostenibilidad de Indra, compañía global de tecnología y consultoría que tiene presencia en Ecuador desde el 2006.

El ahorro de recursos es clave sobre todo en las ciudades responsables, según estudios realizados, de más del 70% de las emisiones de dióxido de carbono, uno de los gases contaminantes que aceleran el calentamiento global lo que provoca el cambio climático.

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De Indra es parte la plataforma Minsait con la que se ha conseguido la reducción del 45% del consumo energético en el alumbrado de las zonas y y de los edificios públicos.

Caminar hacia un transporte público más eficiente es uno de los objetivos. Hay aplicaciones que favorecen a una movilidad más sostenible y colaborativa, ya que mejora la fluidez del tráfico al optimizar las rutas, lo que conlleva a menos atascos y una mejor calidad del aire.

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Es una reacción de consecuencias en cadena. “Se va a impulsar con más rapidez algunas tendencias de cambio que ya existían en nuestras sociedades”, dice Ausaverri.

Un menor contacto a la hora de acceder al transporte público o al realizar pagos, darse de alta de forma digital de los servicios bancarios sin acceder físicamente al banco a través de una aplicación o el retiro de efectivo desde los cajeros automáticos sin necesidad de tocarlos están entre las opciones que ya se aplican en Europa y que pueden llegar a la región.

Esta última, afirma Ausaverri, es una solución que fusiona los canales de banca móvil y de autoservicio. Entonces “los clientes pueden hacer su transacción desde la app de su banco y recoger el dinero en tan solo 5 segundos mediante la lectura de un código qr”. Entre las implicaciones está un menor uso de la papelería.

En el escenario actual y en el del pos-COVID-19 habrá una mayor sensibilidad en aspectos como tener un mundo más sostenible, agrega el especialista. “La crisis nos ha hecho ser mucho más conscientes de la fragilidad de cosas que dábamos por sentadas y algunas de las bases sobre la que está montado el crecimiento, de repente, nos hemos dado cuenta de que algo tan sencillo como una pandemia pues las puede perturbar totalmente”.

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Hay potencial en Ecuador. En Cuenca está el tranvía que se mueve con electricidad que puede generarse a través de fuentes de energía renovables.

Hasta el próximo 24 de julio los usuarios del tranvía no pagarán el pasaje. Los traslados están en una fase de formación ciudadana. Aunque ya se acordó el costo, ahora se busca un mecanismo de pago para acceder que esté interconectado con el resto de las modalidades. Un reto que bien puede incluir la arista de la sostenibilidad ambiental.

Una producción más ecológica en el campo

La siembra local limitando el uso de químicos es una tendencia para garantizar la soberanía alimentaria con productos agroecológicos. Foto: Cortesía/Corentin Valençot

Consumidores del sur de Quito conformaron la cooperativa Surgiendo y forjaron alianzas con las asociaciones de productores para proveerse de canastas con productos agroecológicos en medio de la pandemia que genera restricciones de movilidad. La iniciativa la cuenta Renata Lasso, técnica de Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras (AVSF).

“Los campesinos agroecológicos están marcando el camino, nos dicen cómo producir de manera sustentable, rentable con sus propias semillas”, dice la especialista. “Es una lógica de autonomía, soberanía y resistencia desde el campo para que no sean las corporaciones de productos químicos las que impongan y mantengan el sistema alimentario del país”.

Esta ruta requiere de incentivos del Estado como créditos adecuados. Es un modelo, manifiesta Lasso, que en medio de la cuarentena ha demostrado que es eficiente. “No ha faltado la comida en Ecuador y en la región provista desde el sector campesino”.

Los precios quedan fijos para un periodo de seis meses y así se garantiza un precio justo por productos más frescos y libres de químicos. (I)