Estaban encerrados por el aislamiento obligatorio de la pandemia. Sus hijos y su esposo, sin trabajo. Y en los días más críticos del COVID-19 en Guayaquil, ellos también cayeron enfermos al igual que sus vecinos de toda la cuadra -aunque desconocen si fue por el coronavirus, ya que no se hicieron pruebas- en la cooperativa Voluntad de Dios, en Monte Sinaí, noroeste de Guayaquil.

No tenían qué hacer, recuerda Lourdes Chóez, de 46 años. Era mayo y Guayaquil ya había pasado al semáforo de color amarillo, donde había más libertad de movilización, cuando ella le dijo a su esposo que fueran a limpiar el patio y los alrededores de la capilla.

"Ya estando limpia la capilla (católica) vimos que había verde sembrado y le dimos mantenimiento para que crezca. Luego sembramos yuca, fréjol palmito, fréjol cuarentón, verdura... y todo ese tiempo pasamos con mis hijos (siete, el mayor tiene 31 y el menor, 11 años) que estaban sin trabajo, sin nada. Poco a poco iban creciendo... Y yo le dije (a través de la puerta) al padre: ‘Qué hacemos, padre, no quiero que se mueran las plantas”, cuenta Chóez sobre el inicio de la siembra que luego se convirtió en huerto comunitario -se sumaron más mujeres- y que ahora hay planes inmediatos de vender la cosecha a restaurantes, negocios, supermercados, entre otros.

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Y adicional, el Municipio porteño, que conoció y atendió el pedido de las mujeres de Monte Sinaí, quiere replicar esta acción en otras zonas urbano populares de la ciudad.

Esto porque tras implementar el huerto comunitario nació el plan piloto denominado Ziembra, de la Unidad de Proyectos Zumar (Zonas Urbano Marginales), del cabildo, que busca generar productos agroecológicos, comercializarlos y hacerlos sostenibles para que las familias involucradas logren tener un negocio sustentable, que ayuda a las economías de sus hogares, según sus impulsores.

Lourdes Chóez, Teresa Mendoza, Mariana Acaro y Karina Calderón son parte de las mujeres que mantienen huerto comunitario en Monte Sinaí. Foto: José Beltrán

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En Monte Sinaí no hay agua potable por tubería y la preocupación de Chóez al inicio era cómo regar las plantas para mantenerlas con vida.

Ahí recordaron que había un pozo en el patio de la capilla y siguieron la recomendación del sacerdote de tratar de habilitarlo y ver si salía agua. Así lo hicieron, agrega, y tras mucho esfuerzo, lograron reactivarlo. Ahora hay bomba y reservorios, que les permite hacer el riego diario, vital para el desarrollo del huerto.

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El contacto con el Municipio se dio porque personal de esa entidad llegó a Monte Sinaí para atender a tres familias que perdieron sus casas en un incendio, en agosto pasado. A ellas les instalaron un huerto en las nuevas casas que les dieron. Y ahí las mujeres de la zona pidieron que les pongan un huerto en los predios de la capilla.

"Más allá de crear huertos, vimos la oportunidad de que tengan alimentos que también sean una fuente de ingresos para ellas y puedan convertirse en emprendedoras", sostiene Romina Zeballos Avellán, directora de la Unidad de Proyectos Zumar, que lleva adelante el plan piloto Ziembra, que se da en la capilla Buena noticia o Promesa de Dios, como también la llaman.

Son diez mujeres de Monte Sinaí, junto con el sacerdote de la capilla, Juan María, que se encargan de mantener los semilleros o el huerto. Y alrededor de 50 las personas involucradas actualmente en este nuevo plan piloto (que ya lleva dos meses), que en diciembre espera vender la cosecha en cajas tipo navideñas, con trece productos y con precios que irían desde los $ 8.

Las mujeres recibieron también la asesoría técnica de expertos de la empresa Green Gap (que implementa huertos urbanos), que se sumó a la propuesta del cabildo y les dio las semillas, capacitación e hizo el seguimiento.

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Vicenta Jaramillo, de 46 años, y madre de dos hijos; Mariana Acaro, de 41, madre de tres hijos, y Karina Calderón, de 30, madre también de tres hijos, son parte de las diez mujeres de Monte Sinaí que cultivan y cuidan a diario el proyecto. Ellas se sienten motivadas por los aprendizajes que han tenido, por el cuidado que hacen de los sembríos, por las primeras cosechas, y están a la expectativa de que se cristalice, en diciembre, la comercialización masiva de sus frutos.

Las diez mujeres y el sacerdote tienen distribuidas las tareas de riego por día, por la mañana y tarde.

"Es muy motivador para nosotros, para la comunidad y para nuestros hijos. Hay (incluso) un grupo de niños que vienen a regar, ellos están entusiasmados, muy contentos, así aprenden lo que es la plantación", expone Acaro.

Ella alterna su rutina diaria con las clases virtuales de sus hijos y con el riego. Los martes son los días fijos en que la responsabilidad del riego está a su cargo. Adicional, puede ir todos los días.

"Las plantas que se han venido produciendo han sido para uso de uno y de la comunidad, porque hay muchas personas que lo necesitan. Nos hemos puesto una persona cada día para regar todo. Es un solo huerto con unas ocho camillas de diferentes plantas, como pepino, rábano, yuca, pimiento, tomate, cebolla porra... Y unas semillas nuevas que recién sembramos y que estamos cultivando con mucho amor", comenta Calderón.

Esta mujer de 30 años, que asiste a la capilla donde está el huerto, cuenta que al inicio no sabían cómo cuidar las plantas. "Pero el ingeniero (que las capacitó cuando el Municipio intervino) nos ha venido ayudando, nos ha enseñando cómo debemos tratar las plantas, cómo darles el cuidado, cómo regarlas, no hemos estado solas", agrega.

Ellas intentaron vender, la semana pasada, la primera cosecha de nabo, pero les quisieron pagar $ 1 por toda la caja. En lugar de aquello la donaron para la alimentación de los niños que acuden a un espacio, dispuesto por el sacerdote, para recibir sus clases virtuales, ya que ahí se pueden conectar a internet. Y por iniciativa del religioso, aseguran las mujeres, les dan también comida a los alumnos.

En el futuro, dice Jaramillo, quieren poner también un comedor comunitario para ayudar a las familias de escasos recursos económicos que no tienen para alimentarse tres veces al día.

"Nos afectó la pandemia y los esposos se quedaron sin trabajo... Y nosotros hemos decidido hacer este huerto para poder ayudarnos y ayudar a la comunidad. Al inicio pedimos el huerto porque teníamos el proyecto de hacer un comedor comunitario de las madres de familia, de las mujeres emprendedoras de esta comunidad. Con esta siembra podemos ayudar a dar de comer a adultos mayores, niños y a varias familias que no tienen”, menciona Jaramillo.

Venta de productos en canasta, oferta para diciembre

La venta masiva de la cosecha está prevista para diciembre. Y para este proyecto, Zumar tiene una alianza con Épico (Empresa Pública Municipal para la Gestión de la Innovación y la Competitividad de Guayaquil), a cargo de la parte comercial. "Vamos a tener algunas líneas de venta: persona a persona, restaurantes y empresas", dice Romina Zeballos, directora de Zumar.

Lourdes Chóez, habitante de Voluntad de Dios, en Monte Sinaí, quien empezó con la idea de la siembra, le muestra a Romina Zeballos, directora de Zumar, parte de las plantas que ya tienen. Foto: José Beltrán

Y ya tienen tres presentaciones de canastas que van a vender. La primera se llama Ziembra restaurante, con trece productos agroecológicos y un semillero con tres plantas. Peso aproximado, 26,45 libras y 12.000 gramos de producto.

La segunda canasta es Ziembra Navidad, con trece productos agroecológicos (3.600 gramos) y un semillero con tres plantas.

La tercera, Ziembra Solidaridad, con trece productos agroecológicos (3.600 gramos de producto) y 4 variedades de semilla.

Los productos son: acelga, albahaca, apio, col, coliflor, espinaca, lechuga verde, nabo, perejil, rábano, rúcula, tomate y zanahoria. (I)