El nacimiento o muerte de un cóndor andino puede marcar la sobrevivencia o no de una especie que está al bordo de la extinción en Ecuador.

El hallazgo de un nuevo nido, el 20 de septiembre último en el Peñón del Isco, en el cantón Quito de la provincia de Pichincha, da esperanza a los científicos del programa para la conservación de esta ave emblemática del país y que habita a lo largo de la cordillera de Los Andes, en Sudamérica.

Lo que ha ocurrido en Peñón del Isco es una muestra del retroceso. Hace cuatro décadas se podía observar hasta 200 cóndores sobrevolando el acantilado rocoso en un día, según cuentan los adultos mayores de la zona, dice Freddy Gallo, uno de los pocos especialistas involucrados en la búsqueda de nidos del Programa para la Conservación del Cóndor Andino en Ecuador (PCCAE). “Ahora apenas se ven hasta diez en un día”, dice.

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El sitio está a una hora y media de Quito, a un costado de la vía que lleva al volcán Antisana, y es parte de la Reserva Chakana, un área de conservación privada de la Fundación Jocotoco.

“Es el punto con mayor éxito reproductivo en todo el norte de Sudamérica; siempre el hallazgo de un nido nos da esperanza. Un cóndor puede vivir fácilmente 70 u 80 años”, asegura Gallo.

Sin embargo, la reproducción es incierta sin periodos fijos. “Es muy costoso para ellos tener una cría y que esta llegue a un estado adulto y se reproduzca; entonces, cada vez que escuchamos que uno murió, pues es devastador para la población de cóndores”.

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Las estimaciones indican que en el país hay entre 100 y 200 en estado salvaje. “Lo que me parece muy optimista”, reconoce el científico.

Parte de la pared rocosa del Peñón del Isco, uno de los sitios de anidación. Foto: Cortesía Freddy Gallo

Pese al simbolismo del cóndor se conoce poco de su biología y los fondos para investigación son limitados. “En Ecuador no he conseguido financiamiento en los últimos diez años, todo viene de afuera”, indica Gallo.

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A finales del 2019 se presentó el Plan de Acción para la Conservación del Cóndor Andino, pero al momento es una declaratoria de buenas intenciones sobre lo que se debe hacer, dice el especialista.

Nunca designaron un rubro para ejecutar una de las líneas de intervención, como la generación de información sobre el número de nidos y de parejas reproductoras que hay en el país”, indica Gallo.

Un total de 21 nidos se han encontrado en Ecuador en los últimos 24 años, desde 1996, por lo que todo indica, desde “el principio de precaución biológica”, que esa es la cantidad de parejas con que se cuenta.

“Sí es verdad que aún hay sitios inhóspitos que no hemos explorado y quizás hay más, pero ante la ausencia de esta información no podemos asegurar que existen más parejas y eso coloca al cóndor en un peligro crítico de extinción”, señala Gallo.

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El nido anterior al de septiembre se detectó el 2 de enero pasado, cuando se descubrió a un pichón en la comunidad de Chita Chaca en Cayambe, pero el ejemplar apareció el 28 de junio con una fractura en el fémur y se recupera en el zoológico de Quito.

Una de las dificultades para contabilizar es que en el país pueden nacer a lo largo de todo el año, según Roberto Sánchez Mateus del PCCAE: “No hay época de cría definida, entonces el esfuerzo acá debe ser continuo”.

El balance del 2020 al momento es positivo, ya que nacieron dos pichones y falleció un ejemplar. “Entonces hay un superávit; el problema es cuando tenemos más muertos que pichones en un año, lo que se ha venido dando en los últimos cinco años”, explica Gallo.

Lo que se sabe de la biología reproductiva del cóndor, agrega Sánchez, es que anida cada ciertos años, es decir, no anualmente, y surge una sola cría: “Tampoco se conoce cuánto se mueve un ejemplar adulto, cuál es el rango de territorio, entonces en Ecuador y en la región se hacen censos en los dormideros pero no de forma simultánea, por lo que en los sitios cerca de la frontera pues pueden haber individuos de Colombia o Perú”.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN por sus siglas en inglés) estima que hay 6.600 individuos reproductores en toda su zona de distribución. Entonces, dice Sánchez, la población está sobrestimada.

Otra dificultad para contabilizar los nidos y las parejas reproductoras es su hábitat, una cordillera de Los Andes escabrosa que contiene sitios de difícil acceso con profundos acantilados rocosos. “Hay muchas quebradas que para llegar hay que montar expediciones de días, tres para ir y tres para volver”, explica.

Las principales amenazas de la especie en el país son el envenenamiento o la muerte por disparos y la reducción de su alimento, como las llamas, vicuñas y alpacas muertas que han sido sustituidas en la zona andina por vacas y ovejas. Los ganaderos colocan veneno porque consideran que el cóndor ataca a sus animales.

“Pero es un ave carroñera. El problema es que apenas quedan camellos sudamericanos salvajes y las vacas no quedan muertas tan frecuentemente en las zonas andinas”, explica Sánchez. (I)