La economía verde fue la primera en abrirse camino hace más de diez años, cuando las actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que no significaran impacto ambiental y ecológico empezaron a ganar notoriedad de la mano del concepto del desarrollo sostenible. Con el pasar de los años, otros colores se han ido sumando a esta clasificación, que a diferencia de la economía lineal, ubica tanto a los actores como a los elementos que mueven la economía sobre el capital.

Además del verde, el naranja es otro color que ha logrado ganar popularidad. Su vínculo con la creatividad y el que busque impulsar las actividades vinculadas al arte y a la propiedad intelectual han motivado a Gobiernos de la región a implementar medidas como eximir del IVA ciertos servicios. En Ecuador esta economía representó el 1,93 % del PIB en 2019.

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Otros colores, como el rojo, el amarillo, el azul, el gris y el negro, forman parte también de esta clasificación, al igual que otros últimos añadidos que buscan apoyar a grupos más vulnerables, como las mujeres en el caso del violeta o las personas de la tercera edad en el plateado.

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Para este último, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) busca a nivel regional encontrar y apoyar soluciones innovadoras que faciliten que la creciente población de adultos mayores, expuestos aún más por el COVID-19, se convierta en motor de inclusión social y de recuperación económica. El organismo mantiene abierta una convocatoria hasta fines de julio para financiar, con montos de entre $ 300.000 y $ 2′000.000, modelos de negocio con soluciones innovadoras.

“Esta convocatoria nos permitirá identificar soluciones más innovadoras para la población vulnerable de los mayores, e invitar a diferentes actores, ya sean startups, sociedad civil o agencias públicas, a pensar y actuar en este reto y oportunidad,” dice Irene Arias, CEO de BID Lab.

En el caso de Ecuador, se considera que la clasificación aún está en proceso de irse consolidando y solo algunos de estos colores se han vuelto populares.

José Javier Guarderas, gerente general de Soluciones Ambientales Totales (Sambito), dice que la clasificación por colores de la economía es importante, porque “se diferencian de las economías tradicionales ya que no son interpretadas sectorialmente con el objetivo principal de generar riqueza, sino de priorizar la reducción de desigualdades, garantizar derechos humanos y proteger los recursos naturales”.

“La principal ventaja de las economías de colores es poner a las personas y a la naturaleza sobre el capital. Buscan modificar modelos de consumo lineales e insostenibles por modelos que nos permitan extender la vida del planeta”, dice Guarderas, y agrega que en el país esta tendencia arrancó por la economía verde y que desde Sambito trabajan para que las empresas vean en este modelo una oportunidad para agregar sostenibilidad a su giro de negocio.

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“Hemos realizado aproximadamente 2.500 proyectos de diferente índole... Uno de los que mayor impacto generan son Seginus y Recoil, para la gestión de neumáticos usados y aceite lubricante y envases usados... Seginus acoge a más de 2.500 actores en diferentes categorías a lo largo de la cadena de gestión, y Recoil a más de 10.000″, comenta.

Para María Gabriela Campoverde, directora del Servicio Nacional de Derechos Intelectuales (Senadi), crear en la mente del usuario que un color represente un sector económico determinado es un gran desafío, aunque dice que puede contribuir a convertirse en un gran plan de branding y marketing en el caso de la economía naranja, con la que ha estado vinculada desde hace una década.

“Es una labor sumamente titánica, porque se trata de posicionar una especie de marca-color en la mente del público... Desde el 2011 trabajé en consolidar la economía naranja, para identificar los sectores creativos y culturales como fuentes inagotables de bienestar social, fuente de empleo, creación de riqueza y herencia cultural, a través de la generación, protección y explotación de la propiedad intelectual”, cuenta la funcionaria, que entre sus principales proyectos destaca el de “Mi nombre es Montecristi”, que impulsó al sombrero ecuatoriano, declarado como patrimonio cultural de la humanidad.

María José Zambrano, presidenta de la Organización y Promoción de la Economía Violeta (OPEV), otro color que va ganando popularidad, resalta la importancia que esta clasificación tiene, y dice que específicamente “los modelos económicos rojo, verde, azul, violeta son cada vez más relevantes para describir la evolución económica que requerirá el mundo en los próximos años”.

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La organización que lidera Zambrano ha desarrollado, desde su creación en febrero del 2020, la investigación y el levantamiento de datos con perspectiva de género en colaboración con la Superintendencia de Compañías. Han participado en la mesa técnica para la construcción del Proyecto de Ley Orgánica para Impulsar el Trabajo de la Mujer y la Economía Violeta, impulsado por el Gobierno anterior. Actualmente trabajan en la campaña Data For Equality, que busca mejorar la participación femenina en los mercados laborales.

Estos tres representantes inmersos en la economía de estos colores coinciden en que es fundamental que en el actual Gobierno se fortalezca esta clasificación de las actividades económicas.

“Estoy seguro de que las decisiones que el Gobierno tome responderán al plan integral de la Transición Ecológica que está viviendo el país”, dice Guarderas, y asegura que el sector privado seguirá poniendo el hombro para que el desarrollo económico esté alineado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Por su parte, Campoverde dice que desde la Senadi buscará crear plataformas y actividades para impulsar la economía naranja en todos los sectores donde interviene la creación humana, el talento y el ingenio, con capacitaciones para los sectores audiovisuales, literarios, musicales, gastronómicos, software, moda y otros. (I)