En las frías tardes y noches quiteñas, un chocolate caliente nunca va mal. Su poder para convocar, para sentar en la mesa a la familia y a los amigos está intacto. Y su sabor... Allí, donde la magia de quien prepara se pone a prueba, se guardan secretos de generación en generación.

No es lo mismo probar un buen chocolate caliente de un lugar a otro. Siempre hay una pizca más o una pizca menos de algo. Sin embargo, el denominador común, el ingrediente fijo e irremplazable, es el cacao.

Al cacao también se lo conoce como la ‘pepa de oro’, porque nace y crece de color verde y luego, en su madurez, se torna amarillo intenso.

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Durante mucho tiempo se ha convertido en uno de los principales productos de exportación y, a la par, fronteras adentro, no ha parado de generar millones de sonrisas y muecas de placer, de buen gusto.

En el Centro Histórico de Quito, cuna de héroes, iglesias e historia, hay decenas de cafeterías que guardan la tradición por el chocolate caliente.

El valor de la diferencia

María Espinoza, una de las dueñas de la cafetería Caribe, ubicada en las calles Bolívar y Venezuela, cuenta que sus puertas abrieron hace 71 años y que se han mantenido así durante tres generaciones “porque sabemos diferenciar entre una taza de chocolate espeso y una taza de leche con azúcar”.

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QUITO (29-09-2021).- Martha, trabajadora de la cafetería El Caribe, prepara el tradicional chocolate. Foto: Carlos Granja Medranda

La receta, dice, es la clave, pues para la preparación utilizan varios tipos de chocolates, tales como el denominado “chocolate de Ambato”, los que vienen en barras y tabletas y dos variedades en polvo. Una vez reunidas esas variedades, se procede a mezclar con leche bien caliente. Luego, en el molinillo, se bate hasta lograr el espesor requerido. “En este punto hay que tener mucho tino”, señala, recordando los consejos de su madre, Esther Báez. Allí, una taza cuesta $ 2,25.

Entre sus clientes frecuentes están Javier Vinuesa, de 25 años, y Marcelo Bonilla, de 75 años. Ambos solían ir desde niños y lo primero que pedían era una taza de chocolate bien espeso y dulce.

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Costumbre ambateña

En las calles Sucre y Flores, en una de esas casas coloniales que tienen un patio interior, está Los chocolates de la Sucre. Su dueña, la ambateña Piedad López, de 80 años, ha dedicado la mitad de su vida a vender chocolates con pan de Ambato, “porque la costumbre ambateña es servirlo de esa forma”.

QUITO (30-09-2021).- Cafetería Los chocolates de la Sucre, lleva 42 años vendiendo chocolate, aquí Nancy Bonilla bate el chocolate con el molinillo. Foto: Carlos Granja Medranda

Cuenta que adquiere el chocolate en Huachi, un pueblo que se encuentra a pocos minutos de Ambato, porque lo considera como el de mejor calidad. Ella primero lo hace pedacitos y lo mezcla con leche caliente. Después lo bate en el molinillo de madera.

María Guangasi, de 37 años, recuerda que va a este local con su familia dos veces por semana desde los tiempos del colegio. “Es el único lugar donde pueden saborear esta deliciosa bebida caliente y por tan solo $ 1,75″.

Décadas de tradición

A un costado de la Plaza Grande se encuentra La Catedral. Al pie de la iglesia, en medio de varias cafeterías, está El pretil de Alicia, que lleva 75 años preparando chocolate. Su dueña, Eulalia Guevara, cuenta que para la preparación también utiliza la tableta de chocolate de Ambato. La disuelve en leche bien caliente y la bate con el molinillo. Una vez que está espeso, se le agrega canela. Cada taza cuesta $ 1,50.

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A la vuelta, se encuentra otro de los tradicionales lugares del centro de Quito. Se trata de la Cafetería Modelo, en la Sucre y García Moreno. José Guillermo Báez, el propietario, recuerda que sus mesas también superaron las siete décadas de atender a clientes que buscan un buen chocolate.

QUITO (30-09-2021).- Cafetería Los chocolates de la Sucre, lleva 42 años vendiendo chocolate. Foto: Carlos Granja Medranda

La preparación es similar al de los demás locales, aunque guarda cada uno su secreto.

Frente a la iglesia San Francisco se encuentra el local llamado Yumbos, cuya principal característica es la venta de chocolate. Claudia Ponce, dueña de este negocio desde hace cinco años y cuatro meses, explica que allí se venden tabletas del 60 % al 100 % de contenido de cacao.

Su producto sale en diferentes presentaciones, por ejemplo con sabores a naranja, jengibre o hierbaluisa, que sirven de base para hacer chocolates calientes o brownies. Incluso, señala, se puede elaborar cerveza de cacao o un jugo con el que se puede elaborar salsa de chocolate y miel completamente naturales.

Comenta que sus principales proveedores son originarios de las comunidades de la Costa, de Borbón y Playa de Oro, así como de Tena, en la Amazonía. Explica que el trabajo con las comunidades empieza desde la cosecha, el fermentado y el traslado del grano a Mindo, a una hora al noroccidente de Quito, donde es procesado: se lo tritura y se lo limpia hasta obtener el producto final. “Las personas nos pueden visitar en Mindo y tendrán la oportunidad de realizar el tour de chocolate, en el que nuestros guías contarán la historia de los yumbos y del cacao fino de aroma; también pueden asistir a la degustación desde la fruta fresca hasta el producto final”.

Innovación

En los últimos años, con el crecimiento de la ciudad, los locales de chocolate caliente se han extendido más allá del Centro Histórico, con distintas variaciones, tanto en productos como en servicios, para ganar clientes.

Una de sus principales características, a diferencia de los locales más tradicionales, son sus combinaciones del cacao con la cocina ecuatoriana, lo que conlleva a una serie infinita de experiencias y nuevos sabores. (I)

QUITO (30-09-2021).- Pacari, es uno de los mayores exportadores de chocolate. Carlos Granja Medranda / EL UNIVERSO Foto: Carlos Granja Medranda