El conocimiento evoluciona.

Si los contenidos de los textos que estudian sus hijos han evolucionado, entonces ¿los textos se han actualizado?

Si las metodologías del homeschooling han obligado a la digitalización del aula, entonces ¿los cursos han mejorado?

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La educación remota impuesta por la pandemia, ¿ayudó o enervó el avance de los aprendizajes de sus hijos?

En agosto 2020 un grupo llamado “Education Researchers” determinó que “existe poca investigación directamente relacionada con los efectos de la pandemia en la educación…”

Si la información que reciben usted y sus hijos llega de medios, líderes de opinión, profesores, funcionarios públicos e influencers, entonces ¿simplemente la consumen o la cuestionan?

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La evidencia ha demostrado que si una falsa creencia científica no se aborda en la escuela, luego será más difícil cambiarla”, dice Adam Grant en “Think Again” (2021).

Recuerdo que aprendí que Plutón era un planeta. Desde el 2006 ya no lo es.

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Recuerdo un apasionado profesor de historia quien me contó que el héroe niño subió las faldas del Pichincha, reptando, sin piernas, con la bandera en la boca, el sable en una mano y el caballo en otra. Y así avanzó contras las balas, sin ser herido. Una historia que no soportaría el análisis crítico más básico.

Aprendí que teníamos tres cerebros, como proponía McLean. En realidad tenemos sólo uno.

No importa la materia. El contenido evoluciona.

Pero la mayoría de las clases convierte a los estudiantes en receptores pasivos de información. Máxime las aulas virtuales. Cuando los chicos debieran ser pensadores críticos activos.

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Un meta-análisis de 225 estudios, con más de 46.000 sujetos participantes, comparó los efectos de la enseñanza pasiva y la enseñanza activa. La enseñanza pasiva no sirve para revisar conceptos erróneos. Porque no obliga a pensar. Escuchar al profesor –o un expositor magistral– evita que su hijo analice el material que recibe y hará que se olvide del contenido.

¿Cómo resolverlo?

Es momento de leer más.

Dudar más.

Es momento de escribir más.

Reescribir algunos textos.

Podríamos empezar por la “marginalia”. Esa técnica de garabatear, escribir, dibujar, los márgenes de los libros; usada por Fermat, Newton, Mark Twain, Edgar Allan Poe, Silvia Plath o Robert Greene.

Pierre de Fermat leía una copia de Arithmetica (251) de Diofanto cuando se le ocurrió escribir –al margen– el enunciado de uno de los teoremas más importantes en Matemáticas.

Es momento de experimentar más.

Jugar con las ideas.

Pensar.

Repensar.

Es momento de reescribir los libros de texto y de repensar las clases digitales. (O)