Cuenca

En dos meses, la vida de Cristian S. y su familia cambió para bien. Su historia se viralizó cuando intentó vender a su gata para comprar comida. La economía de su hogar sigue apretada, pero por lo menos ya tienen un lugar más digno.

En julio pasado, el relato del niño de nueve años que vivía en el cantón azuayo Gualaceo se hizo conocido porque a cambio de su gata llamada “Mama Suca” pedía tres dólares, lo que le permitiría comprar tres libras de salchicha para el almuerzo de sus hermanos y primos.

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Y aunque al inicio causaba ternura por la inocencia del relato, en el fondo se revelaba una dramática historia porque no tenían ingresos económicos fijos para costear temas básicos y el lugar donde vivían no prestaba las condiciones adecuadas para que habitaran 10 personas.

Era una covacha de tablones y palos con piso de tierra, donde ni siquiera había instalaciones sanitarias, lo que los obligaba a hacer sus necesidades en el sembradío, esto sin contar que no tenían agua potable y debían recolectarla de la lluvia en baldes.

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Poco a poco la solidaridad de la gente se empezó a volcar hacia la familia nativa de la comunidad rural Quimzhi. Les cedieron ropa, comida y hasta se concretó un viaje para Cristian para que conozca la playa.

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Pero lo más visible fue la transformación que tuvo su casa, pues gracias a cientos de manos generosas se levantaron paredes. Incluso detalles como unas coloridas macetas con diferentes plantas fueron colocadas.

Lizbeth Idrovo, Señorita Turismo de Gualaceo, empezó a buscar ayuda para conseguir lo necesario. Así logró llegar a la sensibilidad para obtener no solo los materiales, sino también la mano de obra necesaria para cambiar la imagen de la vivienda.

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Cuando se difundió el video, originalmente filmado por un empleado municipal, Lizbeth visitó la casa de esta familia.

Cristian Alexander abraza a 'Mama Suca', la gata que iba a vender por tres dólares para comprar comida. Foto: Archivo

Tras una gran minga, los cambios empezaron a darse y los viejos tablones se reemplazaron por bloques, el piso de tierra se fundió con concreto, el techo de plástico por otros de zinc y hasta lograron ampliar un cuarto para que vivan con un poco más de comodidad. Se instaló además algo tan básico como un servicio higiénico.

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Jenny, hermana mayor de Cristian, recibió este cambio como una nueva oportunidad de vida y por momentos se olvida de otras carencias generadas principalmente por la falta de dinero, pues con el trabajo de su mamá de vender mangos en la calle y el suyo en oficios temporales no les alcanza.

Mientras tanto, el protagonista principal de esta historia, Cristian, dijo estar feliz porque así vivirán mejor.

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Un detalle importante que pide que se solucione lo más pronto es el acceso al agua potable, pues ya tienen las conexiones listas, pero el líquido no fluye. Sobre este tema, Lizbeth aseveró que está por solucionarse y las conversaciones con los directivos de la Junta de Agua están avanzando de manera efectiva. (I)