Jeziel Sempetergui y Johan Díaz, ambos de Guayaquil, así como Juan Pablo Stacey y Ana Cristina Villalba, de Quito, son cabezas de dos familias ecuatorianas que viven en Qatar, a cerca de 14.000 kilómetros de distancia de su tierra.

Por temas laborales, ambos grupos familiares se han radicado en los últimos años en el país de la península arábiga que será el primero de Medio Oriente en albergar un mundial de fútbol, entre noviembre y diciembre próximo.

Habitan en ese país, cuya población de 2,8 millones de habitantes del país (casi la población de Guayaquil), se caracteriza por tener el 15 % como catarí autóctono y el 85 % de extranjeros.

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Tanto a Johan y Juan Pablo se les presentaron propuestas distintas para emigrar y se aventuraron a trabajar a casi 14.000 kilómetros de distancia, donde las temperaturas altas acompañan la mayor cantidad del tiempo en el año, incluso por encima de los 40 grados centígrados. Para la época del Mundial, el clima se torna agradable con 19 a 24 grados centígrados.

En general, según datos de la Embajada de Ecuador en Qatar, 210 ecuatorianos residen en Qatar. Ellos se diversifican en cuatro actividades principales: pilotos y servicios aéreos de la principal aerolínea del país: Qatar Airways, hoteles, restaurantes y compañías de servicios de gas y petróleo.

La embajada ecuatoriana calcula que aquella cifra va en crecimiento por un grupo de nacionales, especialmente jóvenes que viaja a ese país para trabajar por el tema del mundial en demanda de plazas de trabajo que han aumentado y han aplicado en distintos giros de negocios como restaurantes, hoteles y otros servicios. El requisito fundamental para que el ecuatoriano pueda ir a trabajar es un inglés bastante fluido y bueno, según diplomáticos de la Embajada.

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Matrimonios viajaron por trabajo en petróleo

Jeziel Sempetergui y Johan Díaz, ambos de Guayaquil, viven en Doha por asuntos laborales de él. Foto: Andrés Bajaña Endara

Jeziel Sempertegui y Johan Díaz, son guayaquileños, que previo a su partida a Medio Oriente residían en una urbanización de la autopista Narcisa de Jesús, hasta antes del 2017.

Él llegó inicialmente a finales del 2017 a Medio Oriente y luego le siguió Jeziel con sus dos hijos Dante y Matías, que tienen ahora 5 y 10 años, unos meses después, en abril del 2018.

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En Ecuador, Johan, que tiene su profesión de ingeniero en petróleo, trabajaba en una multinacional que da servicios a las labores de las empresas operadoras y tuvo la oportunidad de estar en algunos países de Latinoamérica, como Venezuela y México, e inicialmente en su salto a Medio Oriente estuvo en Kuwait, aprovechando una primera oportunidad laboral. Luego de tres años en ese país se dio el paso a Qatar.


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“Mi visión era ir a Estados Unidos y Canadá, nunca imaginé estar por acá, tenía la vista ahí mismo en América. Se dio la oportunidad (para Medio Oriente) y no lo pensé”, menciona Johan. Su esposa también reconoce que inicialmente al llegar a Medio Oriente era incierto lo que haría ella y además de aquello, por el impacto cultural: las costumbres y reglas.

Luego de cinco años en ese entorno, ella destaca la organización, seguridad, apertura y amabilidad de la gente en Qatar. Mientras, él confiesa que le ha sorprendido el alto nivel educativo que se dicta en Doha, la exigencia de reglas y valores, y el uso del razonamiento para promoverles el aprendizaje a sus hijos.

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“Te llegas a acostumbrar por todas las cosas buenas, por seguridad, lo organizado que es, y también te dan mucha apertura, la gente catarí, los árabes, son muy amables. Estamos contentos más que nada que nuestros hijos vivan en un país seguro. Tienen todavía las creencias como más de nuestros padres, como más estrictos aquí no aceptan la droga, el alcohol libre, controlado sí, aquí hay un lugar para comprar en lugares asignados”, cuenta ella, en la sala de su hogar.

Johan considera que como familia tienen apertura de practicar su religión con el debido sitio de continuar sus celebraciones mientras se respete a otras creencias.

En Guayaquil, Jeziel, que es ingeniería en Comercio Exterior y maquillista, siempre solía trabajar, lo cual se ha visto modificado a su llegada a Medio Oriente, donde sobre todo se dedica a la casa. En Guayaquil, previo a su viaje, ella realizaba varias actividades como maquilladora en una cadena televisiva y labores de bienes raíces.

Desde hace tres años, Jeziel comparte sus actividades en el hogar con su propio emprendimiento (@danmat_joyas) de venta de joyas de oro de 18 quilates con diseños y piedras preciosas, que envía a Ecuador y pronto a Latinoamérica.

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Para ello, ha conseguido proveedores de Qatar, Líbano y Turquía que conoció por medio de ferias. En la época de pandemia, en el 2020, en vista de las restricciones, ella se puso a vender temporalmente postres saludables que se comerciaba dentro del país.

Ella procura realizar los quehaceres del hogar, hacer ejercicios y estar pendientes de la salida de sus hijos y sus actividades extracurriculares como fútbol y ajedrez que se dan dependiendo de la temporada.

Hasta eso llega Johan y ella aprovecha para ponerse al contacto con sus clientes de Ecuador que empieza a activarse en redes sociales, tomando en consideración que hay ocho horas de diferencia, y sigue hasta la medianoche respondiendo llamadas y mensajes.

Regularmente, la jornada laboral de Johan empieza de domingo a jueves, los fines de semana son considerados el viernes y sábado. Él se levanta a las 06:00 para llevar a sus hijos a la escuela que arranca a las 07:00 y luego de media hora debe ingresar a sus labores.

En sus ratos libres, durante estos cuatro años en Qatar, ellos gustan de reunirse en casa con amigos ecuatorianos compartiendo parrilladas, asistir a la iglesia católica donde hay un padre que habla español, y asistir a jugar fútbol en el caso de Johan.

Ambos están gustosos de asesorar a conocidos sobre las rutas aéreas más convenientes con costo y beneficio para quienes vayan al mundial, también aconsejan acerca de los requisitos que necesitan para ingresar al país árabe y también se alistan para recibir a diez familiares que prevén arribar para asistir a unos diez partidos de distintas fases, incluyendo los tres de fase de grupos de Ecuador.

Doha. Vista de West Bay, uno de los sectores de negocios de la capital catarí. Foto: Andrés Bajaña Endara

“Cuando vine a Qatar, desde el día 1 dije que yo iba a estar en el Mundial, me emociona mucho, una experiencia y bendición de justamente estar en el país donde se va a dar”, comenta Jeziel, quien constantemente por redes comparte sus vivencias de la preparación del Mundial como la izada de la bandera tricolor en una plaza de la Corniche y eventos con grandes estrellas del fútbol mundial.

Al resto de ecuatorianos también hacen recomendaciones para cruzar medio globo terráqueo para arribar a la cita mundialista. “Primero que tengan una entrada de cualquier partido, obviamente tener su pasaje, y lugar donde hospedarse, esa son una de las cosas que haremos como residentes de recibir a familiares y amigos, máximo, en base a las reglas del país, podemos recibir a diez huéspedes”, comenta Johan.

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A su querido Ecuador, debido a la pandemia, no han podido volver. Sin embargo, antes siempre solían regresar de vacaciones. El año pasado, sus familiares viajaron allá por las festividades navideñas y este año la historia se repetirá por el Mundial.

Al unísono ellos repiten que lo que más extraña es la comida que buscan suplir con las preparaciones y auguran que los visitantes les lleven alguna elaboración, como latas de encebollado o chifles, o algunos se atreva a abrir un local de gastronomía ecuatoriana. Ambos procuran mantenerse al pendiente de noticias

Para acercarse a su país en el pensamiento, ella, a diario, prepara platos ecuatorianos aunque allá no se encuentran elementos esenciales de las recetas. Con los ingredientes disponibles en la región suele realizar seco de pollo, ceviche de camarón o pescado, arroz con menestra y carne. Otros como encebollado solo les quedan pedirle a sus amigos que les envíen en lata.

Ellos contemplan permanecer en ese país por varios años, ya que consideran positivo el entorno en que crecerán sus hijos por las regulaciones y aspectos de seguridad y además por el crecimiento profesional de Johan.

“Mis amigas dicen que esto es como una burbuja para nuestros hijos, y si algunas dicen que no quieren eso porque quieren que conozcan de todo; yo sí quiero que mis hijos crezcan así hasta que tengan la madurez necesaria para saber lo que está bien y lo que está mal”, dice Jeziel.

Una familia quiteña que vive en The Pearl

Juan Pablo Stacey y Ana Cristina Villalba, son una pareja de quiteños, que viven con sus hijos en La Perla (The Pearl). Foto: Andrés Bajaña Endara

Juan Pablo Stacey, de 41 años, y Ana Cristina Villalva, de 42, salen a pasear con Samanta, de 11 años, Juan Pablo y Amelia, mellizos de 6 años, en una de las bahías del sector The Pearl (La Perla). En una noche de junio pasado, en medio del caluroso ambiente, se los observa relajados y tranquilos para ingresar a una de las tantas cafeterías que asoman en esta isla artificial, donde habitan en uno de sus departamentos, al igual que otras familias ecuatorianas.

Tras cumplir un año aproximadamente juntos, él recuerda que en Ecuador trabajaba en una empresa americana de servicios de petróleos y luego de buscar otras opciones en el exterior encontró la oportunidad en Qatar.

En primera instancia, él arribó solo desde Tumbaco (Quito) a Doha en diciembre del 2019 y tres meses después, en marzo del 2020, coincidió la época más complicada de la pandemia. Allí, él recuerda que tuvo complicaciones para adaptarse mientras acontecía las restricciones del virus, mientras su familia permanecía en la capital ecuatoriana.

En ese tiempo, ellos se trataban de mantenerse en contacto por plataformas virtuales. Él hacía teletrabajo y no asistía de manera presencial. “El cambio de país, de cultura, de idioma, en plena pandemia, me cayó todo encima fue la primera vez que viví completamente solo”, recuerda Juan Pablo sobre ese inicio complicado en tierras arábigas, donde hasta ahora continúa adaptándose.

En ese periodo, a él le tocó aprender a cocinar, lavar ropa y otros quehaceres del hogar mientras se dedicaba a su adaptación laboral y cultural en una ciudad extraña. “Una prueba que les puso el destino”, recalca Juan Pablo.

Apenas se abrieron los aeropuertos, en marzo del 2021, él regresó a Ecuador para reencontrarse con sus seres queridos durante 30 días. Finalmente, en septiembre del año pasado, Ana Cristina y sus tres hijos pudieron arribar a Doha para juntarse con Juan Pablo.

“Qatar es diferente, es un cambio súper fuerte, quizá no para el turista , pero sí para el que vive acá es tremendamente duro los primeros meses, pero es un lugar en el que tu familia se encuentra segura, que no te tienes que preocupar por manifestaciones o porque te van a robar la casa o asaltar a medianoche ese un problema menos en el día a día. Es una cultura que le gusta mostrarse al mundo, a pesar que es un país pequeño se considera al mostrarse al mundo como los grandes actores de la economía mundial; te abren los ojos al mundo...”

Juan Pablo Stacey

“Ellos felices con el papá, por un lado mucha alegría porque estabamos juntos, para mí fue duro por la cultura, el clima, a pesar de todo es caliente no tiene ese ambiente verde, de vegetación que está acostumbrado a ver, es diferente”, comenta ella.

Dentro de este año que han convivido en Doha, ambos resaltan la tranquilidad para transitar en las calles sin temor al hurto de sus pertenencias, además del respeto a los niños. Por el alto costo de la vida procuran mantener sus actividades de manera sencilla.

“Aquí hay mucha seguridad, puedes dejar tu teléfono te lo olvidas y regresas mañana y lo vas a encontrar aquí, aquí no te pasa nada, puedes salir y no te van a robar ni asaltar”, resalta ella y su esposa agrega “puedes pasar toda la noche sentado y no te pasa nada”, señala.

Ellos procuran llevar a sus hijos a la escuela y luego Juan Pablo deja a su esposa en casa para continuar sus labores en la oficina con una jornada de ocho horas como encargado de la parte técnica en la cimentación de pozos petroleros. A su vez, Ana Cristina se dedica a los quehaceres del hogar, retira a sus hijos de la escuela y continúa dando seguimiento a las tareas y atenderlos.

En sus ratos libres, principalmente los sábados, gustan de visitar a encontrarse con amigos ecuatorianos, hacer compras básicas, buscar sitios frescos principalmente los centros comerciales como Villagio, que es conocido por sus característicos canales que se asemejan a Venecia.

Ana Cristina también gusta los lunes gusta de asistir al rezo del rosario con un grupo de latinas, con quienes también comparten tiempos libres y preparar platillos que elaboraba en Ecuador como sopa de quinoa y menestras. “Cuando llegas acá te comienzas a vincular con la gente latina, cada comunidad tiene su chat de latinas y aparte cada país tiene su chat”, comenta sobre los nexos que van formando.

Dentro de sus actividades extrañan reunirse con sus familiares cada fin de semana y por ello procuran salir a los parques o resorts que ofrecen esparcimiento en el día con otros latinos. “Lo que más extraño es comunicarte con las personas en español, se extraña bastante, hablas en inglésm, pero como un instrumento comunicarte con otras personas en español no te puedo expresar cuanto pesa para uno cuando pierdes esa capacidad”, relata.

Extrañan desde la familia y hasta poder conversar cotidianamente en español incluso se tratan de adaptar al clima, coinciden ambos.

Esta familia quiteña también se alista para el próximo mundial. Tienen entradas para la fase 1 de grupos y en caso de que el país llegue a octavos de final. Justamente, para noviembre y diciembre, la madre de Juan Pablo, padres de Ana Cristina, un sobrino y un amigo, los visitarán para acompañarlos en la competición. En esos días, esperan tener tiempo libre para poder disfrutar con sus familiares que puedan conocer los principales sitios turísticos e incluso moverse a países de la región como Emiratos Árabes Unidos y Turquía.

En el sector de La Perla (The Pearl) habitan varias familias ecuatorianas que han migrado por trabajo a ese país. Foto: Andrés Bajaña Endara

Aprovechando que seguirán por algún tiempo más en Medio Oriente, ellos aspiran poder conocer Jerusalen por su importante historia a nivel del catolicismo y mantenerse temporalmente a cumplir su etapa en Doha incluso por las condiciones laborales que en el ámbito petrolero puede variar cada año.

“La ventaja de trabajar fuera de un país te vuelves más unido con tu familia, tu primera familia, esposo e hijos, pero la otra parte es que tus hijos viven alejados de los abuelos, por ejemplo, que para los latinos es una apreciación bastante válida porque ellos ayudan mucho en la crianza de los nietos, porque padre y madre trabajan”, comenta Ana Cristina. (I)