Tulcán

Con la reapertura del puente internacional de Rumichaca, el 18 de diciembre del 2021, se preveía que la movilidad entre Ecuador y Colombia iba a normalizarse tras dos años de restricciones por la pandemia del COVID-19; sin embargo, los pasos fronterizos irregulares llamados trochas siguen activados.

Son las rutas ideales para burlar los controles migratorios y la exigencia del carné de vacunación contra el coronavirus, que realiza esporádicamente Ecuador en Rumichaca. Según las autoridades colombianas, existen cien pasos ilegales que comunican a los dos países.

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La frontera norte que limita con Colombia es porosa. Tiene 586 km de extensión; se extiende entre la desembocadura del río Mataje, en la bahía Ancón de Sardinas (Esmeraldas), hasta la desembocadura del río Güepí, en el río Putumayo (Sucumbíos).

Los mandos militares y policiales han manifestado reiteradamente que Ecuador ejerce una mayor presencia que Colombia en el límite internacional, con puestos militares y policiales.

La dinámica migratoria en la frontera colombo-ecuatoriana es de ida y vuelta, algo que se torna atractivo para los traficantes de migrantes, organizaciones delincuenciales transnacionales dedicadas al paso de extranjeros a cambio de dinero.

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Control militar dispuesto en el puente internacional Rumichaca, del lado de territorio ecuatoriano. Foto: El Universo

“Unos van hacia el sur del continente y otros que retornan (venezolanos); y los que quieren hacer realidad el ‘sueño americano’, que se dirigen de forma irregular a los Estados Unidos, ingresando por Tulcán hacia Ipiales”, dice Jonathan Quintero, comandante de la estación de Policía de Ipiales.

Ecuador se ha convertido en el corredor obligado para la comisión de ilícitos migratorios. Así, por ejemplo, no se detiene el éxodo venezolano, y se constata además que no solo ingresan, sino que también retornan a su país.

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Embarazada, Diana García, de Barquisimeto (Venezuela), decidió retornar a Venezuela con su pareja y su padre, por situaciones de salud. A pocos metros del puente internacional de Rumichaca, en territorio colombiano, cuenta que cruzó la frontera por el río, porque no tiene documentos migratorios, pese a haber vivido por más de un año y medio en Chile y Perú.

Salió a los 17 años de su país. Estuvo en Santiago y luego se trasladó a Lima, con el propósito de mejorar la calidad de vida de su familia. Refiere que no hay trabajo y que mucha gente está regresando.

Florencio Barrios, oriundo de Barquisimeto, relata que caminando y pidiendo ayuda a camiones para que lo transporten llegará a casa. Él descansará unos pocos días y regresará a Santiago de Chile, aunque reconoce que la situación está dura.

Como estas, son muchas las historias que cuentan los extranjeros que salen o ingresan a la fronteriza ciudad de Tulcán. Caminan hasta dos meses para llegar a sus destinos, sorteando múltiples dificultades.

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Por la E-35 (Panamericana Norte), entre 100 y 200 venezolanos ingresan diariamente desde Ipiales a Tulcán, intentando llegar a Perú y Chile; algunos de ellos buscan rencontrarse con sus familiares en varias ciudades del Ecuador. Un número menor regresa a casa.

Cansados, con hambre, sedientos y hasta sucios, hacen una parada obligada en Tulcán; allí descansan, solicitan unas cuantas monedas y piden ayuda a los organismos no gubernamentales (oenegés).

No obstante, las oenegés no siempre están para asistirlos. Es común verlos en las carreteras transitar auxiliados de muletas, en sillas de ruedas, cargando niños menores de 1 año, con infantes y canes, o acompañados de mujeres en estado de gestación, cuyas parejas las abandonaron.

Lacerados los pies, enfermos y un tanto hostiles, caminan muchos kilómetros para alejarse de la pobreza que sacude a su país, durmiendo donde la noche los sorprende, a veces en medio de la lluvia y el frío.

Paralelamente, haitianos, asiáticos y africanos caminan en sentido contrario, buscando superar Tulcán para llegar a Ipiales (Colombia), apostándole a Necoclí, población del Urabá antioqueño, que conecta con Panamá y Estados Unidos.

Ellos, en cambio, viajan con dinero; son más proclives a las redes de coyoteros que operan en los exteriores de las terminales terrestres de Tulcán e Ipiales; portan billetes de $ 100, pagan hasta $ 200 para pasar la frontera ecuatoriano-colombiana y no hablan español.

En ambas ciudades se hospedan en hoteles, reciben las tres comidas diarias y hacen tiempo hasta lograr que las organizaciones dedicadas a estas actividades al margen de la ley los movilicen entre las dos ciudades fronterizas (Tulcán e Ipiales).

Los migrantes no miden riesgos y obvian el trato xenófobo que es acentuado en algunos sectores de Colombia, donde son señalados, debido a que sus compatriotas son vinculados con actos delictivos.

A pesar de que el ducto binacional de Rumichaca está abierto, prefieren movilizarse por las trochas, evadiendo la presentación de documentación migratoria o los documentos que les acreditan haber recibido las dosis de vacunación contra el COVID-19.

Los migrantes sortean una serie de obstáculos para evitar los controles en la zona fronteriza. Foto: El Universo

En estos peligrosos traslados, varios extranjeros han fallecido en el río internacional Carchi-Guaytara, que divide a Ipiales y Tulcán, cuando intentaban ingresar de forma irregular al país.

El Cuerpo de Bomberos de Tulcán sostiene que 19 personas han caído al afluente en estos dos últimos años: tres continúan desaparecidas, ocho han fallecido y ocho han sido evacuadas. El informe señala que 16 son de origen venezolano.

Víctor Zárate, comandante de Policía de la Zona 8, señala a EL UNIVERSO que el control de fronteras no le pertenece directamente a la Policía Nacional, ante un pedido realizado al presidente para que se blinden estas zonas y evitar el ingreso de droga.

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El oficial sostiene que hay más de 90 pasos ilegales en la frontera; por el norte llega la droga y por el sur ingresan las armas. Agrega que hay que entender el aspecto legal también.

Hay una Ley de Movilidad Humana para la que se están tomando diferentes correctivos.

“Acá es un país de libre tránsito. Ingresaron demasiados extranjeros sin ningún tipo de control, que se dedican a hechos ilícitos en el territorio nacional”, puntualiza. (I)