A Cristina Ávila se le llenan los ojos de lágrimas al recordar los inicios de su casa, ubicada en el suburbio de Guayaquil. Era de caña y gestionó su compra con la Fundación Hogar de Cristo hace más de 18 años.
“La casita de Hogar de Cristo, en su tiempo, nos ayudó mucho. Mi esposo, que es ebanista, la fue arreglando poco a poco por dentro. Hogar de Cristo fue una gran bendición, me dio la oportunidad de tener la estructura de un hogar”, dice.
Luego, con esfuerzo, la vivienda pasó a ser de cemento: “Dejar la casa de caña fue triste para nosotros, aunque no me crea, porque pasamos muchas cosas bonitas allí. Mis hijos se criaron allí y tuvimos que hacer el cambio para mejorar la situación y porque las cosas se estaban deteriorando”.
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En tanto, Ángela Ángel Santos, que vive en Lomas de la Florida, cuenta que la fundación no solo la ayudó a dejar una covacha hecha de plástico y habitar una casa de caña, sino que también le ha facilitado 32 microcréditos, durante 20 años, para poder invertir en su taller de almohadas.
“He llegado a tener créditos de $ 2.500 para mi negocio de almohadas y ahora estoy haciendo casas y cunas para perros. Hogar de Cristo significa ayudar a la gente que más necesita porque los bancos no nos otorgan créditos, en especial a las mujeres”, comenta.
Fruto de este trabajo y con la ayuda de su esposo, Ángela también ha podido mejorar su vivienda que actualmente es de cemento: “No tenemos muchas cosas, pero tenemos lo principal que es la casita”.
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Con esto concuerda Ninón Benavides, quien vive cerca de Milagro. Ella, que se sustenta de la venta de agua a base de linaza, también gestionó una casa de caña en Hogar de Cristo. La necesidad de tener un techo seguro luego de enviudar fue su motivación. Afirma que escogió el modelo “más pequeño” porque viviría sola.
“Vivo agradecida de que conseguí un techo. Por mucho que sea una casa de caña se necesita dinero para hacerla, construirla, y en Hogar de Cristo dan las facilidades para tenerla. Yo la saqué a 30 meses con cuotas de $ 46. Lo que me asombró es que en cuatro horas la construyeron”, dice.
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Al lado de la casa de caña, Ninón ya empezó a construir lo que será su vivienda de cemento. Todavía está a medio construir, pero tiene la esperanza de terminar muy pronto la obra: “Luego desarmaré la casita de caña y se la regalaré a mi hija que por sus problemas de drogas no tiene dónde vivir”, indica.
Las viviendas de Cristina, Ángela y Ninón son parte de las 200.000 que ha gestionado la Fundación Hogar de Cristo durante 50 años. El 95 % de los beneficiarios son mujeres. Con un promedio de cinco individuos por familia, son un millón de personas beneficiadas con los diferentes modelos de casas que tiene la organización.
Hogar de Cristo desarrolló programa para la atención de migrantes y refugiados
Además, tiene proyectos para la protección de la mujer, acogimiento de migrantes, educación, erradicación del trabajo infantil, desarrollo comunitario, entre otros. Si bien la fundación nació para solventar el alarmante déficit habitacional entre las personas pobres, la organización, que este 6 de octubre cumple 50 años, ha ido extendiendo sus canales de ayuda acorde con las necesidades de la gente, dice Eduardo Vega, director general de Hogar de Cristo.
“El aniversario significa recoger el trabajo de mucha gente que se ha sacado la piel, ha sudado para que muchos ecuatorianos de la Costa puedan mejorar en algo sus duras condiciones de vida. Comenzamos con vivienda de emergencia, luego, a los 30 años, incursionamos en banca comunal, microcrédito y ya luego en otros temas”, dice.
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Esta expansión de los canales de ayuda a las personas más pobres se da gracias a “tener la mirada, el corazón y los oídos abiertos” para saber las problemáticas que afectan a este segmento de la población del país.
Pese al trabajo de organizaciones como Hogar de Cristo, el déficit de vivienda sigue siendo un problema grave en Ecuador. Cifras oficiales indican que existen al menos 325.411 ciudadanos interesados en conseguir una casa y la mayoría quiere una de interés social, es decir, de hasta $ 40.000.
La falta de política de Estado y la abundancia de ofertas de Gobiernos es lo que no ha permitido solucionar el problema, dice Vega. Apropiarse de conceptos como producción social del hábitat y construcción social del territorio es clave para resolver la problemática.
Demanda de casas a la baja
Actualmente en el taller de la Fundación Hogar de Cristo se elaboran seis casas de caña grandes de forma diaria. Si son pequeñas el número llega a diez. La demanda es a la baja, ya que antes se fabricaban 60 por día.
Esto no significa que no haya demanda de viviendas sino que la exigencia de requisitos se ha elevado. Antes solo se necesitaba, en cantones como Guayaquil, derecho de posesión para que Hogar de Cristo pueda facilitar una vivienda. Sin embargo, ahora se requiere que el terreno esté totalmente legalizado.
Si bien se debe crecer de forma planificada, expertos consideran que no se le ha dado verdaderos programas habitacionales a las personas de escasos recursos. Planes municipales como gubernamentales ubican un mínimo de ingresos para acceder a casas que, por lo general, supera lo que ganan las familias pobres.
La actual demanda de las casas de la Fundación Hogar de Cristo se concentra en las provincias de Santa Elena y Esmeraldas. (I)