En los meses más críticos de la pandemia por COVID-19, decenas de personas buscaron una alternativa ante la falta de dinero para solventar los gastos de alimentación y otros productos de primera necesidad.

La solidaridad, la empatía y la confianza son pilares claves de esta suerte de economía a escala, basada en un medio de intercambio que mezcla dinámicas y elementos de distintas épocas como el trueque y el dinero electrónico. Esos elementos dan vida a las monedas sociales que usan grupos de personas en Cuenca y Quito.

En esta última ciudad hay más de 120 cuentas activas (personas) que transaccionan con una moneda electrónica cuyo nombre es muyu, que traducido del kichwa al castellano es semilla.

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“Nos basamos en el crédito mutuo y en la confianza. Apenas tú cumples con los requisitos que tenemos, damos una capacitación que tienes que terminar, ingresas a un chat, se crea tu billetera (electrónica). Inmediatamente que aceptas, luego de que te ha invitado un padrino -es un grupo cerrado-, tienes 150 muyus como crédito para que tú puedas consumir”, explica María Rosa Camacho, vocera de la comunidad que implementa los muyus en las 400 transacciones mensuales promedio que se estimaron hasta marzo pasado.

Con esos 150 muyus, el nuevo integrante, que también se convertirá en un productor o vendedor, puede comprar frutas, hortalizas, mermeladas, cereales, tejidos, capacitaciones de diseño, clases de yoga, entre otros bienes y servicios que ofrece el resto de la comunidad, agrega Camacho. Una de las premisas de este sistema es que todos los miembros de la comunidad ofrezcan algún producto o servicio para que se dinamice la economía a escala. De agosto a marzo pasados, se han realizado 45 ferias virtuales y 6 ferias presenciales donde se concretaron las transacciones, según los registros de la comunidad.

Aproximadamente se han transaccionado 70.000 muyus.

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“Ya hemos abierto algunos nodos. En Riobamba queremos hacerlo y en Galápagos. Estamos trabajando con estos nodos para seguir haciendo intercambios”, comenta la vocera de Muyu, quien agrega que la comunidad de esta moneda promueve el intercambio justo de bienes, con valores definidos en consenso y calculados por las horas de trabajo y demás esfuerzo empleado en producirlos.

La moneda social surge como alternativa de la comunidad para acceder a productos y recursos (Imagen referencial). Pixabay.

Esta modalidad de comercio comunitario se expuso por videoconferencia en una actividad organizada por el Colegio de Economistas del Guayas, el miércoles 23 de junio pasado. Ahí participó Miguel Yasuyuki, experto japonés en economía social y cooperativa, quien compartió otras experiencias que se desarrollan en la región, Europa y Asia, como los bancos de tiempo cuyos miembros ofrecen aquello que conocen o les gusta hacer y a cambio pueden pedir igual número de horas para las actividades en las que estén interesados y que ofrecen otros socios.

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“Por ejemplo, en Brasil, en una exfabela, a medida que se mejoraba la calidad de vida se aumentaba el costo de vida y mucha gente ya no podía seguir viviendo ahí porque se aumentó el costo de vida. Entonces la asociación de vecinos pensó en el tema económico y fundó su propio banco comunitario para ofrecer microcréditos. Hay más de 100 iniciativas parecidas (en el mundo)”, contó Yasuyuki, quien participa en charlas para promover las monedas sociales.

Localización de iniciativas de moneda social. Imagen tomada de página web de Muyu.

En octubre pasado, Yasuyuki analizó en un artículo para El País de España la dependencia de la sociedad de la banca privada y las alternativas para alcanzar réditos socioeconómicos.

“¿Tenemos que depender de la banca privada cuando necesitamos ser financiados? El préstamo, la principal forma de poner dinero en circulación, es hoy en día una actividad lucrativa para la banca privada (sociedades anónimas). ¿Cómo es posible que algo tan importante como la inyección de liquidez en la economía real esté gestionada por los intereses comerciales, mientras que nosotros como prestatarios necesitamos cumplir sus requisitos? ¿Es apropiado que la rentabilidad sea el criterio más importante en la concesión de crédito, más que los impactos socioambientales?”, planteó el experto.

“A mí se me ocurren dos salidas a esta problemática: puesta en marcha de una moneda social y reivindicación de una reforma monetaria. La primera, sobre la cual he escrito la mayoría de mis posts anteriores, es una forma de que la ciudadanía, basándonos en su propia vida económica, gestiona su propio medio de intercambio, que funciona en paralelo con el dinero de curso legal. La segunda, mucho más complicada, pero muy importante para lograr una economía justa, podría rescatar a mucha gente de sus respectivas miserias (desahucio, bancarrota, falta de recurso para la sanidad pública o educación, etc.)”.

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Yasuyuki delinea el camino de una iniciativa de este tipo como un paso clave que la comunidad debe tener en cuenta: dudar de la autenticidad del sistema actual para analizarlo detenidamente y elaborar alternativas, que se recogen, por ejemplo, en talleres y charlas que organiza o participa.

En ese tipo de charlas y talleres nació Jurupi, en Cuenca. Un grupo de personas, que buscan una vida sostenible y amigable con productores, artesanos y el medioambiente, maduraron la idea y arrancaron con el proyecto en mayo del 2020.

“Tratamos de apoyarnos entre las personas, familias y colectivos, con emprendimientos locales cuyo propósito es sostenernos, compartir destrezas, conocimientos, productos, servicios y bienes bajo la idea del bien común y con la menor huella ecológica”, comenta Mónica Malo, de Jurupi.

En esta economía, que cuenta con 60 miembros y es similar a la dinámica del Muyu, se ofrecen, por ejemplo, un chucrut de col y zanahorias (preparado o conserva), de 500 gramos, en 5,50 jurupis; una limpieza dental en 20 jurupis.

“Usamos una plataforma (digital) que se llama Cyclos y es más que una billetera electrónica, porque permite presentarse cada uno, qué es lo que produce u ofrece y se puede subir fotografías, a manera de catálogo electrónico, donde se pueden ver los precios. Esto permite realizar las compras y se pueden ver las transacciones como si fuera un banco”, explica Malo.

Estas comunidades buscan expandirse a más localidades del país. Los entusiastas de estas alternativas de intercambio estudian cómo conectar diferentes monedas sociales y canales de distribución de la mercancía en que todos ganen. (I)