Para Ikah Loayza, el olor particular de los libros antiguos es lo que le ha llevado a caminar por toda la ciudad en su búsqueda. Con el tiempo se ha vuelto más difícil encontrar tiendas de libros usados, pero tiene sus lugares predilectos.

En pleno Centro Histórico está ubicada la librería Luz, con una tradición de doce años en el mismo local, y otros tres en diferentes establecimientos. En este lugar se encuentran desde revistas viejas, pasando por enciclopedias tradicionales y los últimos best sellers.

Patricia Cali, la propietaria de la librería, detalló cómo se dio inicio a este negocio, heredado de sus padres. “Mi papá había iniciado alquilando revistas, y las personas comenzaron a querer comprar. Comenzó como un alquiler y luego se amplió a la compraventa de libros”, añadió.

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En los pasillos de este almacén se pueden encontrar ofertas desde $ 0,25 y enciclopedias en $ 30. Los géneros hay para todo gusto, pero Patricia explicó que últimamente se venden mucho los relacionados con educación financiera. “Con la pandemia creo que se ha dado mucho impulso a los temas de emprendimiento y es por eso que la gente lee este tipo de libros”, aseguró.

En el Ecuador, 3 de cada 10 personas no tienen un hábito de lectura. Las principales razones son falta de tiempo y de interés, según cifras del INEC.

En el caso de Vladimir Gómez, la aventura de comprar libros usados ha cambiado desde la llegada de la pandemia. “Antes era como buscar un tesoro, ahora por internet no se siente la misma emoción que al ir personalmente”, dijo.

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Gómez no solo compra libros para leerlos, sino que con ellos realiza esculturas y joyas. Algunas obras las vende y otras las conserva para exhibir. En su búsqueda prioriza textos anchos y de pasta dura.

Los libros usados sirven también como herramientas para crear arte y joyas. Foto: Cortesía

El trabajo no es fácil, para esculpirlos puede tardar de cinco días a una semana; mientras que para elaborar joyas puede llegar a necesitar un mes.

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Otra actividad vinculada con las librerías son los clubs de lectura. En este caso Conde Mosca, a cargo de Marcelo Recalde, lo continúa realizando de manera virtual. “Vamos a esperar un poco para volver a reunirnos de manera presencial. La energía entre las personas y los libros es muy buena, muy chévere”, dijo.

Con poco más de cuatro años, Conde Mosca logró abrir una sucursal en plena pandemia. Para Recalde el éxito radica en la pasión que tienen por los libros. Con 10 mil títulos entre nuevos y usados, la entrega a domicilio y la promoción en internet han logrado expandirse rápidamente.

Wilmer Reinoso es el propietario de la librería Mundibooks, en la calle Oriente, en el centro de la capital. Su negocio ha estado en el mismo sitio los últimos doce años y pese a la difícil situación económica, debido a la pandemia, continúa abriendo sus puertas.

Reinoso calculó que la disminución de la clientela ha sido del 50% a causa de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, se muestra positivo ya que “hay libros que no se encuentran en internet y si lo hacen resulta cansado leer de esa forma”.

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Por otro lado, Lucía “Tochi” Ponce, propietaria de la librería Tolomeo de la Veintimilla, centro norte de Quito, afirmó que han sido sus clientes frecuentes los que mantienen su negocio a flote. “Había una crisis y un bajón, incluso antes de la pandemia, pero la librería está sobreviviendo y está dejando alguna utilidad”, reconoció.

Las entregas a domicilio han resultado útiles para satisfacer las necesidades de los clientes y mantener a flote el negocio de Tochi. Contó que utiliza servicios de mensajería dentro y fuera de la ciudad, incluso en ocasiones ha realizado envíos fuera del país.

De acuerdo con datos de la Cámara Ecuatoriana del Libro, solo en 2020 se registró una disminución de más del 57% de textos impresos, en comparación con lo producido en 2019.

El reflejo de la situación actual es que las enciclopedias y textos escolares han sido reemplazados por el material disponible en la web. “Esos textos no compramos, damos prioridad a la literatura. Lo demás está todo en internet”, enfatizó Reinoso.

Ikah Loayza visitaba constantemente las tiendas de libros usados, lo hacía al menos una vez por semana. Pero la pandemia cambió todo y ahora lleva más de un año sin visitar una. En otras épocas disfrutaba de llegar a los lugares y conversar con los dueños. “Compartir su emoción cuando te dice que han llegado libros nuevos o te dice que llegó algo que te puede gustar”, recordó.

Aunque las cosas por internet son diferentes, trata de ver lo positivo también. En ese caso, es la oportunidad de mirar catálogos y comparar precios, aunque reconoce que no ha encontrado algo de su interés en los grupos de Facebook a los que pertenece. Sin embargo, “en eBay hay cosas interesantes”, dijo.

Tochi afirmó que no es lo mismo promocionar los textos en redes sociales. La experiencia de visitar la librería es un atractivo para quienes la visitan desde hace 12 años en el mismo lugar. “La venta por internet es un poco limitada. Presencialmente puede ver 12mil volúmenes”, añadió.

En el caso de la librería Luz, dieron el salto a la virtualidad y a través de redes sociales promocionan los libros recién llegados y otros clásicos de la literatura. Su propietaria, Patricia, explicó que la pandemia fue el impulso para moverse desde ese lado. “Los lectores un poco más jóvenes llegan desde las redes sociales”, añadió.

Para Wilmer Reinoso, esa estrategia no ha funcionado y prefiere continuar ofreciendo sus libros, entre nuevos y usados, y sus discos LP que llaman la atención de coleccionistas. (I)