Era el laboratorio oficial del Estado ecuatoriano, y reconocido como uno de los mejores de Sudamérica; el centro científico del país con presencia internacional y con producción de estudios que suscitaron el interés y la visita de expertos foráneos; era la voz de alerta de las enfermedades que se presentaban en Ecuador y de la vigilancia epidemiológica. Era también el centro que garantizaba y comprobaba la calidad y seguridad de los productos que consumía y usaba la población como fármacos, alimentos, cosméticos, plaguicidas, productos biológicos y otros, incluyendo los que eran para los animales.

Y también era un centro que elaboraba y producía vacunas (por ejemplo, 1 millón de dosis al año de la conocida como doble, que era la Dt de adultos y la Dt de niños, y las daban gratis al Ministerio de Salud, según exdirectivos), sueros antiofídicos (o antivenenos de serpientes) y otros productos claves para el sistema sanitario del país. Su administración antes de sus últimos años era independiente, según sus extrabajadores. Tenían autonomía, no estaban al vaivén de los políticos de turno, y su personal era de carrera, técnico, profesional -especializado en el exterior, en centros de vanguardia en las diferentes ramas-, comprometido con la causa y con los más elevados grados de ética y valores, recuerdan exempleados y expertos en Salud Pública consultados por este Diario. Pero todo aquello cambió unos cuatro años antes de su cierre.

Se trata del que fue hasta entonces el Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical Dr. Leopoldo Izquieta Pérez, el primero y único de este tipo que se creó oficialmente el 23 de octubre de 1941, con el nombre de Instituto Nacional de Higiene, mediante decreto ejecutivo (348). Ese día se dio paso también a los primeros laboratorios provinciales que tendría y que estaban en Esmeraldas, Carchi, Loja, El Oro, Manabí (en Portoviejo) y Los Ríos (en Quevedo y en Babahoyo), años más tarde se amplió esta cobertura hasta llegar a tener 37 laboratorios en Ecuador, incluyendo a Galápagos. Era ya 1976 y para esa fecha iban 32 laboratorios, según las localidades que aparecen en una de las revistas de este ente en el 2005, año en que la entidad tenía más de 815 trabajadores profesionales.

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El 30 de agosto de 2012, mediante el decreto ejecutivo 1290 del entonces presidente Rafael Correa, se escindió o se dividió al Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical Dr. Leopoldo Izquieta Pérez para dar paso a dos nuevas entidades que asumirían parte de sus funciones: el Instituto Nacional de Salud Pública e Investigaciones (Inspi) y la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa).

Con aquello se terminó con la visión y misión que tenía originalmente el instituto, que después de 71 años de vida desapareció, y nunca más se volvió a tener el volumen de investigaciones científicas, que incluían descubrimientos de virus, parásitos, enfermedades; la producción de vacunas, algunas propias; el registro sanitario verificado y demostrativo (no solo documental); la alerta de enfermedades; la producción de sueros antiofídicos y otros, coinciden expertos en salud pública como Francisco Andino, exministro de Salud y miembro del Foro Permanente de la Salud; Fernando Sacoto, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Salud Pública, así como médicos de trayectoria como Francisco Plaza Bohórquez, comisionado de Salud del Colegio de Médicos del Guayas, entre otros. Aquella visión también es compartida por extrabajadores de aquel renombrado centro científico sudamericano, como Elvira Marchán, Aracely Álava y Luigi Martini (los dos últimos fueron también directores del instituto).

Para todos ellos y para los gremios salubristas fue un error histórico el cierre de este instituto nacional, que, aseguran, desmembró la salud pública del país y aquello se evidenció en temas como el control y manejo de la pandemia del COVID-19 y en programas como los de vacunación del esquema básico para los bebés y niños, donde incluso se llegó a prestar y a pedir donaciones a otras naciones.

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Ahora que la actual ministra de Salud, Ximena Garzón, habló de la posibilidad de rehabilitar el Instituto Nacional Leopoldo Izquieta Pérez para que se convierta en un centro de producción de vacunas, expertos e involucrados en salud, así como los gremios que siempre lucharon por su reapertura y que todavía piden la derogatoria del decreto 1290, sostienen que deberá pasar un buen tiempo para que Ecuador pueda recuperar el nivel que tenía el desaparecido Izquieta Pérez y que pueda producir productos como las vacunas. Y para aquello se debe empezar desde ya, dicen, con recursos, capacitaciones, tecnología, personal calificado y sobre todo independencia, para que las políticas de la entidad primen y se mantengan sobre los cambios administrativos o políticos de turno.

Leopoldo Izquieta Pérez, el padre de instituto científico en Guayaquil

Además llaman a las autoridades a revisar a los funcionarios de salud que lideran las zonales, pues sostienen que ahora, como en el caso de la zonal 8, está quien los acusó y enjuició por terrorismo y sabotaje cuando en su momento, como trabajadores del Izquieta Pérez, hicieron plantones y manifestaciones con las que rechazaban el cierre del original instituto, recuerda Luigi Martini, exdirector del Instituto Nacional de Higiene. Él dice que en caso de reapertura se debe volver a priorizar a técnicos y expertos y que los directores no sean de libre remoción con cada autoridad de turno que llega, pues ahí se saca y se pone personal y no hay continuidad.

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También médicos y exempleados se preguntan qué pasó con la “gran cantidad de producción científica”; con serpentarios (uno de los mejores de la región, según el doctor Plaza Bohórquez), con los caballos y otros animales que se criaban para las labores del instituto (como el control de enfermedades y los sueros antivenenos); con los libros; con los registros y datos incluso confidenciales (en el caso de los registros sanitarios) que una vez fueron llevados a Quito para ser archivados y que supuestamente nunca más supieron de aquello. Los resultados de las investigaciones habrían ido a Yachay, la denominada universidad del conocimiento que se creó en la época de Rafael Correa, les dijeron, en su momento a quienes consultaban.

“Todo el tema de investigación, de registro y control sanitario, de fabricación de vacunas y de laboratorio (y que funcionaba de manera descentralizada) son imprescindibles para la salud pública, por esa razón debería de restablecerse la capacidad institucional del país en estos ámbitos, lo que implica fortalecer. No creo que se trate solamente de repotenciar una de aquellas funciones. Creo que el espíritu del Izquieta Pérez debería recuperarse en toda su dimensión, naturalmente invirtiéndolo, dotándolo de recursos humanos, tecnológicos, financieros, equipamiento, porque son prácticamente diez años desde que desapareció”, sostiene Sacoto.

Lenín Moreno emite decreto en el que fusiona Acess y Arcsa en una sola entidad: Arcsamed Doctor Leopoldo Izquieta Pérez

La concepción del Instituto Nacional de Higiene (INH) data de antes de 1941. Leopoldo Izquieta Pérez, un médico y político guayaquileño, y por quien llevaría después su nombre, gestionó, de manera personal, la construcción de este centro en 1939 con un préstamo bancario de 190.000 sucres. La obra estuvo casi lista en 1940, recogen publicaciones de antaño del instituto que aún sobreviven. A su vez, el médico estadounidense Lewis Hackett (quien trabajó también en el combate de la malaria) concretó una ayuda económica de la fundación Rockefeller para la contratación del personal médico profesional. Al doctor Atilio Macchiavello, reconocido salubrista chileno con Ph. D. o doctorado en Harvard, se le encargó la organización del instituto. En 1941 empezó a funcionar.

Desde entonces se exigieron y se buscaron los más altos estándares de calidad. El Instituto Nacional de Higiene tenía convenios con otros institutos y naciones, como Japón, que estaba a la vanguardia en el tratamiento de enfermedades tropicales e infecciosas; Estados Unidos; países europeos; países latinos. Allá fueron a especializarse los médicos y gran parte del personal durante los tiempos de los convenios. También, a lo largo del tiempo, fueron certificados, avalados y evaluados por organismos internacionales de Estados Unidos, de Reino Unido, entre otros, como el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), en Atlanta, Estados Unidos.

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En varias ocasiones, estos organismos, programas internacionales y otros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) visitaron las instalaciones y al personal del INH y vieron sus procesos; y en todos pasaron con éxito, incluso fueron invitados a participar en comisiones internacionales que iban a verificar procesos en otras naciones, recuerdan los doctores y extrabajadores Elvira Marchán, Aracely Álava y Luigi Martini (los dos últimos fueron también directores del instituto), quienes asimismo fueron entrenados en el extranjero.

También, en el Izquieta Pérez se formaron generaciones de profesionales, entre las que constan las que actualmente hacen los diagnósticos de COVID-19, cuentan los médicos que trabajaron en esta dependencia. (I)