Era 19 de febrero de 2020 cuando empezó a analizar mapas de China y de cómo el virus se expandía por Europa. Antes había observado imágenes satelitales que mostraban el incremento de pacientes en los hospitales de esa nación asiática en comparación con el 2019. A la par revisaba por Ecuador la información de Migración: entradas y salidas de los viajeros.

Cuenta que le llamó la atención que más de 15.000 personas llegaron solo de España, Europa, entre enero y esos días de febrero, y que en los aeropuertos ecuatorianos no se intensificaban las medidas, incluso cuando también había ciudadanos que salieron y vinieron de países asiáticos.

Y ahí, ante esa “inacción que veía por parte de las autoridades nacionales”, Héctor Hugo Ullauri, un profesor investigador ecuatoriano, arranca con su plan de georreferenciación, que más tarde le sirvió a Guayaquil para identificar sectores que iban siendo afectados por el COVID-19 y actuar.

Publicidad

Hugo Ullauri, especialista en planificación urbana y docente de Sociología y Geografía Urbana de la Facultad de Jurisprudencia, Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Guayaquil, se puso en contacto enseguida con infectólogos, epidemiólogos y médicos ecuatorianos para exponerles su preocupación sobre la llegada inminente de la pandemia. Ahí les presentó proyecciones y análisis que hizo y extrapoló con datos oficiales que tenía el INEC, como densidad poblacional, condiciones de viviendas, entre otros.

No trabajar en la vigilancia primaria del COVID-19, una de las diez fallas de la pandemia en Ecuador que ven los médicos

Tuvo respuesta de miembros de la Mesa Técnica de Emergencia Sanitaria, un grupo de médicos, profesionales y académicos que daban sugerencias a las autoridades para enfrentar la pandemia. Era ya 1 de marzo de 2020, un día después de que la entonces ministra de Salud, Catalina Andramuño, anunciara que Ecuador tenía confirmado el primer caso de COVID-19. Recuerda que ella participó en una de las reuniones virtuales, por la plataforma Zoom, con esta mesa.

“Teníamos a los médicos, pero los médicos no sabían dónde se estaban dando los casos (al inicio)... El modelo matemático fue una parte. De ahí empecé con la georreferenciación de los casos (con cifras oficiales y detalladas a las que pudo acceder), estábamos frente a un enemigo invisible y también eso de alguna (la técnica) forma permitía ‘visibilizar al virus’”, indica Hugo Ullauri.

Publicidad

Una imagen del área de Emergencia del hospital Teodoro Maldonado en abril del 2020, cuando la pandemia fue explosiva en Guayaquil y los pacientes y familiares clamaban por ayuda médica. Foto: Archivo EL UNIVERSO

Y mientras la pandemia avanzaba, de forma explosiva en un inicio en Guayaquil, él continuaba tratando de contactarse con científicos de datos extranjeros. Uno de ellos le contestó, el español Carlos Bort, quien revisó la información que tenía Hugo y las cifras oficiales que se exponían en marzo. Antes, el experto foráneo había hecho un análisis sobre la situación del COVID-19 en su país.

“Él dijo que matemáticamente era nulo (imposible las cifras de) los casos tal y como lo estaban manejando las cifras oficiales... Por (poner un) ejemplo, mientras se decía que el 15 de marzo había 60 casos en Guayas (la cifra oficial era de 83 sospechosos, 19 confirmados y 26 descartados), el modelo matemático que generábamos decía 300.000...”.

Publicidad

Sus aportes, al igual que los de la Mesa Técnica de Emergencia Sanitaria, no fueron considerados por las autoridades ecuatorianas, sostiene. Y aquello incluso restó tiempo para que se actúe de inmediato en otro “campo de batalla”: en los barrios, en las comunidades.

El infectólogo Washington Alemán y el epidemiólogo Francisco Andino, que ya habían atendido casos de COVID-19 en Guayaquil, llegaron a la conclusión de que se necesitaba hacer una atención primaria, en los barrios, con pruebas de diagnóstico como las PCR, para frenar un poco el virus que ya había cobrado decenas de muertes en los primeros días de marzo.

Alemán incluso trató a la migrante de 71 años que había llegado el 14 de febrero de España, y que fue llevada, el 22, desde su natal Babahoyo, Los Ríos, a la clínica Alcívar, en Guayaquil, porque estaba mal de salud. Ahí sospecharon de COVID-19, que más tarde confirmaron las autoridades ecuatorianas, quienes la denominaron el ‘caso cero’.

Asegura que tiempo después de que sus proyecciones se hicieron públicas, a través de la prensa, las autoridades sanitarias nacionales le cortaron el acceso a información más detallada sobre los casos oficiales que se iban reportando. Ahí el ministro era Juan Carlos Zevallos.

Publicidad

En los días críticos, muchos tuvieron síntomas, pero no se hicieron pruebas

Luisa Aguirre aún tiene “pesadillas” y suele cansarse con facilidad. Dice que aquello fue después de que se viera “grave” por el COVID-19, en abril del 2020. Cree que un familiar la contagió, porque para esa fecha su pariente dio positivo para el virus. “A mí me salvó mi doctor del barrio, el de años, él de la ventanita me decía lo que tenía que tomar. También me ayudé con el eucalipto, la manzanilla, el jengibre...”, menciona la mujer que sostiene nunca se hizo una prueba formal para saber si tenía la enfermedad.

En su casa, en el Guasmo norte, los cinco adultos de la familia presentaron síntomas y ninguno se hizo las pruebas. Ellos son parte de los subregistros, de las cifras ocultas de la pandemia en Ecuador, que lleva un año en el país. Médicos cuentan que como estos casos hubo cientos al inicio (y que todavía hay), por eso, agregan, era necesario ir a los barrios, hacer pruebas y dar esa atención primaria, comunitaria.

Y para esto incluso sirvió el tener en un mapa focalizado o sectorizado en Guayaquil de los casos COVID-19 y cómo se iban expandiendo. Por ello, la importancia de la georreferenciación, dice Héctor Hugo Ullauri, docente investigador.

“No se necesitan saber nombres, números de cédulas (como aducen las autoridades nacionales cuando dicen que no pueden dar información porque son datos confidenciales), necesito saber dónde están ubicados espacialmente para de esa formar poder dirigir la atención hacia ese sector. Y poder inclusive, con los datos suficientes, hacer predicciones y decir: ‘de aquí en un mes o en dos meses va a estar en A o B sector’, para poder ejercer temas como el aislamiento o cuarentenas, de una forma planificada”, cuenta Hugo.

Una foto de la agencia AFP mostraba los ataúdes, con las víctimas mortales de la pandemia, que estaban en hilera para ser enterrados en uno de los cementerios de Guayaquil, en marzo del 2020. Foto: Archivo

Él dice que su propuesta era para que la georreferenciación sea a nivel nacional, pero no tuvo acogida en principio, pese a que, según él, al inicio le pasaba los mapas que elaboraba directamente al entonces ministro Juan Carlos Zevallos (quien asumió el cargo tras la renuncia de Andramuño, el 21 de marzo del 2020).

“Cuando se hace el cambio de ministro, a él lo tuvimos en el grupo de WhatsApp de la Mesa Técnica de Emergencia Sanitaria a inicios, ahí inclusive aportó con los datos que me permitieron hacer ciertos análisis geográficos para identificar dónde estaban los sectores más vulnerables y los sectores que tenían mayor cantidad de casos, todo eso mapas. También le iba pasando, directo al ministro, lo que iba generando. Pero cuando vimos que ya no había ningún eco y que todo lo que generábamos era solamente para felicitaciones, comenzamos a preocuparnos y decidimos hacerlo público, por la prensa”, menciona.

Agrega que cuando ya no pudo acceder a los datos detallados oficiales, hizo solo proyecciones.

“Lo importante fue haber tenido acceso a esos datos (del sistema de vigilancia epidemiológica), que permitió hacer un modelo de análisis geográfico que se pudo luego aplicar ya con datos municipales (en el caso de Guayaquil)”.

Al año de la pandemia, pruebas PCR aún no se masifican; aumentaron camas en UCI y hubo quejas por atención en la línea 171

Entre esa información vital para él, ya que se pueden generar alertas tempranas, constaban datos como dónde vivía el paciente, que enfermedades preexistentes tenía, en qué centro médico se atendió, cuál fue la posible fecha de contagio, cuándo fue la fecha de la prueba, qué tipo de prueba se hizo, la actividad económica, la profesión, entre otros, cuenta.

La georreferenciación también sirvió para hacer investigaciones en temas más profundos. De ahí, por ejemplo, salió la alerta de que en zonas de la isla Trinitaria, como Nigeria, había muy pocos casos de contagios de COVID-19 en la población afroecuatoriana. En esos sectores incluso los fallecidos eran mestizos. Con estos datos luego el epidemiólogo Francisco Andino lideró un estudio (de varias fases) sobre las posibles causas de los pocos contagios en esta zona. Ahí analizó la alimentación y la genética. También surgieron otros estudios académicos.

¿Qué se debe hacer ahora?

En estos momentos se debe aprovechar el apoyo internacional que pueda darse y también aprovechar de alguna forma el cambio de mentalidad que se puede haber dado en las autoridades a nivel nacional para empezar a generar políticas de prevención, pero también con infraestructura, es decir, Ecuador no solamente está expuesto a la pandemia, estamos en el Cinturón de Fuego del Pacífico y somos una zona altamente expuesta a terremotos...”, comenta Héctor Hugo Ullauri. (I)