Portoviejo

En la esquina de las calles Sucre y Olmedo, en el centro de la capital manabita, era conocido con el apelativo de Carameléate. Con esa palabra buscaba llamar la atención de potenciales clientes que circulaban por la calle para que le compraran caramelos, chupetes o agua.

Carlos Alfredo Rivas Vera, de 48 años, ejercía esa actividad desde los 15 en esa esquina. El negocio lo conoció desde joven, cuando comenzó a acompañar en las ventas a su madre, Wilmira Luz Vera.

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Los hinchas de la Liga de Portoviejo también lo conocían cuando entraba a vender en las gradas del estadio Reales Tamarindo y usaba un juego de palabras para vender sus productos entre los hinchas.

Con el empuje de su madre y sus ganas de salir adelante, Rivas comenzó a estudiar en la universidad la carrera de educación. Ya era un adulto cuando retornó a las aulas. Complicaciones económicas le impidieron continuar a tiempo los estudios para una carrera profesional.

Tenía 40 años cuando obtuvo el título de licenciado en Ciencias de la Educación en la Universidad Técnica de Manabí. Era el 2013. Ese año, su madre enfermó y falleció.

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Antes de que aquello sucediera, Rivas recuerda que le prometió que alcanzaría no solo la meta de graduarse de profesor, sino que buscaría ejercer la profesión.

PORTOVIEJO. Carlos Rivas da clases de manera virtual a alumnos de quinto año de educación básica.

Lo primero lo cumplió, con buenas notas, pero debió esperar ocho años para poder ejercer la profesión y estar frente a los alumnos, enseñando, como era su sueño.

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“Siempre busqué participar en estos concursos (para llenar una vacante en el magisterio); pero, no sé por qué razón, no lograba acceder. Insistí algunas veces, participé, pero no tenía respuestas”, dijo Rivas.

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A la espera de una oportunidad, continuó vendiendo caramelos y agua. No quiso perder el enfoque de poder entrar al magisterio. Durante los meses de la pandemia pasó momentos duros. El negocio decayó fuertemente por la reducción de personas en las calles.

Volvió a insistir en una postulación, a golpear las puertas, primero del distrito de Educación en Portoviejo y en la coordinación zonal 4 del Ministerio de Educación.

La respuesta llegó el pasado 7 de diciembre, cuando le comunicaron que tenía una vacante en la unidad educativa Cayetano Cedeño, en la comunidad San Ignacio de Colón, sector urbano-periférico de Portoviejo.

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“Solo pedía una oportunidad de trabajo, no que me regalen algo”, dice mientras agradece a las autoridades.

Comenzó dando clases a través de la virtualidad a chicos que cursan el quinto año de educación básica.

“Uno debe perseguir sus sueños, cumplir metas y en mi caso cumplirle a mi madre, que me enseñó desde muy pequeño el valor del trabajo. Si no fuera por ella, dónde estaría yo en estos momentos”, indica Rivas, quien recuerda a su madre como su mentora y confidente.