La marca Chokolat, hoy con cinco locales en igual número de centros comerciales de Guayaquil, Daule y Samborondón, inició de a poco con el ímpetu de las hermanas Irene (de 32 años) y Cristina Monge (de 33).

Todo comenzó hace más de una década cuando Irene repartió tres muestras de degustación adentro de una caja de puerta en puerta en varias urbanizaciones de la avenida Samborondón. Después llovían los pedidos, incluso hacía bocaditos y postres para eventos sociales que los preparaba en la casa de sus padres.

Irene fue madre a temprana edad cuando era estudiante universitaria en Ecuador. Cristina había salido del país para estudiar Gastronomía y Pastelería en el Instituto Argentino de Gastronomía y Administración Hotelera en Vatel (Argentina). Desde ese país ayudaba en el emprendimiento de su hermana con recetas y tips cuando cursaba su último semestre.

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El nivel de pedidos era tal que Irene ya no alcanzaba y tenía que dar a luz, por lo que Cristina regresó al Ecuador de Argentina con su título para continuar con el negocio.

“Es algo que viene de familia, mi madre nos enseñó, cocinamos desde pequeñas”, afirma Irene sobre aquel legado que le ha permitido construir junto con Cristina una cadena de pastelería que sigue en expansión, tras instalar la primera tienda en el 2012.

“La vida familiar gira alrededor de la cocina. En la casa de mi abuela materna, que era peruana, tenía su propia cocina de pastelería, entonces hacíamos alfajores, manas (frutas de mazapán). La receta del queso de chocolate, que actualmente es nuestro postre más vendido, está inspirada en ella”, dice Cristina, quien tras graduarse de chef pastelera en Argentina se especializó en Francia e hizo una maestría en España.

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“Convertí mi pasión en mi profesión”, recalca, lo que es fundamental para que un emprendimiento sea sostenible.

“En esta época (navideña) vemos menos a nuestros hijos, es estresante, pero igual lo disfrutamos”, agrega Irene.

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El avance fue de a poco con un fondo semilla que fueron guardando de la venta bajo pedido que cada vez se hacía más difícil de cubrir. Era la ganancia que obtenían tras pagarse los sueldos que se habían establecido.

“Si la ganancia era dos mil dólares, pues eso era para prepararnos o se iba en reinversión. Nos pusimos un sueldo desde que éramos informales y cocinábamos las dos en la casa de nuestros padres”, afirma Cristina.

“No tenemos inversionistas y ese sueldo ha ido subiendo poquito por poquito”, agrega Irene.

La atención al detalle también es importante. El empaque, la calidad de los productos que se utilizan, todo a un precio competitivo.

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Con la ganancia del negocio Cristina ha financiado sus especializaciones en Europa. “La capacitación constante es una de las claves. Cuando regresé de Argentina aún no tenía la intención de volver. Mi sueño era vivir y trabajar en hoteles en Francia, España. Quería ser pastelera por el mundo”, dice, lo que finalmente consiguió ya cuando Chokolat estaba enrumbado.

Entonces, lo que empezó con la entrega de postres bajo pedido hace 12 años evolucionó a los cinco locales desde donde también envían a domicilio y emplean a 60 personas fijas. Con eventuales suman 70, que se contratan estos meses de época navideña para empacar los pedidos de las empresas.

El menú varía según la temporada (Navidad, Día de la Madre o del Padre). Bombones de whisky, macarrón de aceite de oliva. Ahora está la edición navideña.

Lo que más sale son las florentinas (galletas de almendras con caramelo bañadas con chocolate blanco) y los macarrones, al igual que los clásicos alfajores, las frutas de mazapán y los negritos.

Una de las limitaciones al emprender es que las mujeres tienen más trabajo, ya que también se encargan principalmente de la responsabilidad del hogar. “Sí es más difícil para una mujer que para un hombre, sobre todo cuando ya somos mamás”, asegura Cristina, quien tiene dos hijos. Irene es mamá de tres.

“Al principio hay que usar los recursos que se tengan. El inicio es lo difícil. ¿Quién te maneja las redes sociales? Pues cuando se comienza, uno mismo. Nosotros recién hace poco ya no las manejamos. Lánzate con lo que tengas y ya después vas delegando, perfeccionando y contratando”, dice Irene, quien también considera que sí es más desafiante para una madre seguir con su emprendimiento a largo plazo.

Verónica Monge, la hermana menor de ambas, se unió al negocio hace un año. Ellas tienen previsto abrir el próximo año un sexto local en el centro de Guayaquil, una muestra del éxito de este emprendimiento. (I)