Nota del editor: Esta historia debió ser exclusiva para nuestros suscriptores, pero como un aporte a quienes se esfuerzan por emprender y mejorar la economía del país, la ofrecemos abierta a todas nuestras audiencias.


De las manos de su abuelita, Marisol Mero veía como preparaba los huevitos faldiqueros en la provincia de Manabí. Cuando era pequeña ese fue su mejor momento: disfrutar de los dulces. Y fue ahí cuando nació ese amor de Marisol por la repostería.

Publicidad

Ya en la etapa de la adolescencia y juventud se aventuraba a llevar postres al colegio y a la universidad, primero para que sus compañeros prueben y luego se convirtió en venta. “Siempre quise tener un negocio, tenía esa vena emprendedora desde siempre, después estudié algo y tuve varios trabajos”, cuenta Marisol, de 38 años, quien sorpresivamente se graduó como economista en Guayaquil.

Así se Emprende en Ecuador: estos son los cinco negocios más innovadores y con mejor proyección de la primera temporada

Y es que la emprendedora al inicio veía a los bocaditos como un hobby hasta que decidió aprender repostería. A la par de ese gusto, trabajó como tripulante de cabina de avión para una aerolínea por once años. “Como en este trabajo me daban facilidades de días libres, tenía la oportunidad de estudiar e incluso de viajar”, cuenta Marisol que participó de master classes en Chile, Perú y Colombia.

Mientras Marisol estaba en ese trabajo, al llegar a casa preparaba los bocaditos para sus primeros clientes. Usaba una lata de horno, una espátula, un bowl de cocina, un horno pequeño y una batidora de mano. Cada vez había más interés por sus dulces hasta que llegó el momento de decidir: el negocio o su trabajo.

Entonces, Marisol renunció y apostó por Musa Cacao, su sueño, que lleva cinco años en el mercado guayaquileño. Ella crea y prepara dulces de autor con chocolate y le añade nueces, naranja, pistacho, uvilla, frambuesa, manzana y otros para eventos como matrimonios, bautizos, quinceañeras, graduaciones y demás.

Publicidad

Con 10 dólares nació la sorprendente ‘Chica Bahía’, quien es canal de compras de otros emprendedores y llega hasta Estados Unidos

Como casi a todo negocio, esos primeros meses fueron gratificantes hasta que llegó su desafío: la pandemia del COVID-19. “La pandemia fue difícil para todos. Nosotros que estamos en ese segmento es complicado porque no se podía hacer nada de eventos y muy duro. Pero, luego empezó la recuperación porque había muchos eventos esperando realizarse y fue como un boom”, cuenta la propietaria de Musa Cacao, quien indica que a esto se sumó la inseguridad.

Marisol Mero da empleo a tres personas en su taller. Foto: Carlos Barros. Foto: El Universo

“Eso limita mucho a las personas a realizar eventos, cuando ha habido estados de excepción, estamos como siempre viviendo ese día a día, de no saber qué va a pasar. Emprender es difícil, pero cuando uno tiene esa pasión, así sea difícil de todas maneras lo haces porque es lo que quieres hacer y la satisfacción es esa, poder realizarlo. Al inicio lo hacía todo muy empíricamente y ya con el tiempo se fue afinando eso. Yo no sabía cuánto tiempo me iba a tomar una cosa y la otra, tuve que amanecerme. Me acostaba a las 03:00 y me levanta a las 06:00, fue duro”, expresa.

Y en 2021 decidió seguir apostando e invirtió más de $ 20.000 en su negocio. Alquiló un local para poner su taller, el cual luego fue ampliado. Ahí posee dos hornos, equipos de refrigeración, cuatro batidoras industriales y mesas de acero inoxidable. Y en la planta alta: su oficina.

“Yo buscaba a las personas que necesitaban dulces para eventos y así empecé a darme a conocer en ferias de novias, en hoteles. Llevaba muestras, tarjetitas y las personas probaban y todo fue el boca a boca. Recuerdo que una persona estuvo en un evento donde estaban mis dulces y le preguntaban ¿quién los hizo? y así llegaban las personas a mí”, cuenta Marisol, quien se siente orgullosa de su crecimiento económico, que cada año es entre el 10 % y 15 %.

Musa Cacao posee más de 30 tipos de bocaditos como macarrón de chocolate, negrito crujiente, alfajor, suspiro, tartaleta de maní y canguil, tartaleta de romero, nido de uvilla, entre otros. Su esencia es como el nombre de su negocio: el cacao y sus productos llegan a nivel nacional.

Con 31 años la propietaria de Fulgore pasó de vender sus creaciones a compañeros de la universidad a tener local, fábrica y hasta confeccionar para cadenas de ‘retail’

Antes tenía un evento por mes y ahora son entre diez y doce a la semana en temporada alta. Las entregas se hacen a domicilio y Marisol es quien las realiza. Esta creadora de bocaditos renueva su catálogo cada dos años.

Y al ser una labor que requiere de más ayuda, Marisol contrató a tres personas, a quienes las considera como parte de sus logros. Son dos pasteleras y una ayudante de cocina, con quienes conversa como si fuesen mejores amigas. En meses de mayor demanda, Marisol llega a emplear a cuatro personas más. “Yo me pongo metas cada año de ventas, de bonos a trabajadores, para mí es importante porque sin el equipo uno no es nada, si yo crezco, todos crecemos”, señala la emprendedora.

Marisol tiene proyectado abrir un local en julio de este año y la idea es una pastelería/cafetería. Será en una plaza comercial. “Hoy vivo de esto y no me va mal gracias a Dios. He sido muy meticulosa con los números, desde el inicio me fijé un sueldo, que luego pude ir aumentando, y hasta decir: ‘con esto estoy bien’. No me paso de este valor, con esto tengo que vivir y el resto es capital de trabajo”, asevera la joven.

Ella sugiere a los emprendedores buscar siempre la forma de cumplir sus sueños como ella lo hizo. “Siempre hay que aprender de otras personas que ya tienen el camino recorrido, ser curioso, preguntar, aprender, yo sabía de algunas cosas y de otras no sabía, compré libros, escuchaba pódcast, todo lo que me pudiera servir. Pienso que si hay otra persona que lo pudo hacer, entonces ya está probado que es posible”, comenta Marisol, quien asegura que su familia la apoya y está orgullosa de lo que ha logrado. (I)